El sombrero ajeno

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El sombrero ajeno

Se hace cuenta estadística de las caravanas.

Pero el sombrero es ajeno. Se van sumando las comunidades estatales que tienen adeudos millonarios. Gastar es un verbo de máxima conjugación. Y el verbo pagar tiene tiempos subjuntivos de aplazamientos e intereses crecientes.

Se ha fiado también internacionalmente y algunas naciones menores quedan recortadas y sujetas a tijeretazos periódicos de pagos sucesivos. Se cancela para ellas la prosperidad y se eternizan en la supervivencia. El modelo económico es voraz. Parece diseñado para concentrar ingresos, para propiciar monopolios, para crecer sin distribuír, No hay una sana organicidad sino una tumuración de elefantiasis que resulta monstruosa. Se generan no solo subdesarrollo, sino dependencias, y se lanzan procesos de colonización externa e interna. Se impulsan estructuras de embudo que aumentan las desigualdades. El lado ancho para minorías y el angosto para la mayoría.

El uso del sombrero ajeno en las caravanas da la impresión de progreso y avance, pero lleva el lastre que causó cada caravana. 

Nacionalmente el adeudo crece silenciosamente y hay  escape de reservas en la lucha inútil de querer detener devaluaciones. Y se suma a todo esto el uso indebido de fondos públicos para acrecentar fortunas personales. Se detectan las casas blancas y de todos los colores, tamaños y suntuosidades. Se toma el puesto público como botín y se multiplican las riquezas inexplicables e injustificables totalmente impunes.

Los empobrecimientos en subibaja se enfrentan con asistencialismos que dan el pescado sin enseñar a pescar. Suprimen la autosuficiencia y generan una discapacidad laboral. El 20 por ciento de la población tendrá pronto 60 años y se va invirtiendo así la pirámide poblacional. No parece cercano el caravanear con sombrero propio. La invasión de lo ajeno parece venirse en tsunami, con maquiladoras virulentas y concesiones en oferta.

Los diagnósticos pueden ser interminables. Sin quejumbres ni negativismos, se puede ver cualquier crisis como un gran desafío. La meta será siempre caravanear con sombrero propio. Se requerirá mucho discernimiento para saber qué ayuda y qué estorba, que hay que abrazar y qué hay que rechazar.

No es solo asunto de decisiones de regencia, sino de mayor desprivatización también de la iniciativa demasiado privada, de despertar de la ciudadanía y de organización social. Cada vez que se suspende un diálogo se propician las violencias. El coloquio permanente en todos los niveles, con el estentóreo murmullo de las redes sociales, abre caminos para acciones comunes inteligentes y efectivas.

Globalizar la solidaridad será salud mundial. Buscar nuevos modelos que humanicen la economía es remedio radical. Honradez y austeridad en funciones públicas y no complicidad, de una ciudadanía dialogante y participativa, son líneas maestras para, algún día, dejar de hacer caravanas con sombrero ajeno...