El Saltillo bailador de otras épocas

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El Saltillo bailador de otras épocas

Nuestra ciudad era muy bailadora. Bailar fue la principal diversión y entretenimiento de los saltillenses. El tema sale a relucir a propósito de que por esta temporada, antes de la pandemia, se realizaban los bailes de graduación de las escuelas. Aparte de las bodas y los tradicionales bailes de coronación de las reinas de instituciones educativas y de otras organizaciones sociales, las graduaciones son casi las únicas fiestas que reúnen a jóvenes y adultos en una sola actividad: bailar. Y como dice Armando Fuentes Aguirre “Catón”, en el anuncio de uno de los programas de Radio Concierto, “Bailar es lo mejor que pueden hacer un hombre y una mujer con los zapatos puestos”.

Las asociaciones sociales jugaron un papel importante en la organización de los bailes en la segunda mitad del siglo pasado. Entonces funcionaban en la ciudad tres sociedades mutualistas: Manuel Acuña, Obreros del Progreso y Zarco de Artesanos, y ellas se encargaban de los bailes más populares. La Manuel Acuña organizaba tardeadas todos los domingos, aunque los que verdaderamente hicieron época fueron sus “Bailes Rancheros”, que se hacían en su entonces hermoso Patio Español al aire libre. Entre la gran concurrencia había también miembros de la alta sociedad vestidos elegantemente de charros y chinas poblanas, y rancheros y rancheras con finos sombreros y bellos rebozos de Santa María. Los muchachos de la época iban a los bailes del Casino y al salir le seguían en la Acuña, en el camino se quitaban el smoking, se amarraban un paliacate al cuello y se ponían un sombrero ranchero para estar vestidos adecuadamente. A veces, cuentan ellos mismos, se aventuraban en los bailes populares de Obreros del Progreso y ahí se encontraban a la muchacha que trabajaba en su casa. Bailaban un rato con ella y todos muy contentos.

El Casino de Saltillo ofrecía sus tradicionales bailes anuales de coronación de su reina, el Blanco y Negro y uno de disfraces para los hijos de los socios. Traían orquestas estupendas, las mismas que tocaban en los bailes rancheros de la Acuña, que también traía cantantes del género para amenizar sus bailes entre parada y parada: Luis Arcaráz, Beto Díaz, Pablo Beltrán Ruiz, Morquecho, Juan García Medeles, y en todos participaba el maestro Lorenzo Hernández con su orquesta local. El Casino también organizaba los domingos una matinée de baile de una a tres de la tarde.

Los domingos se bailaba en los corredores del Hotel Arizpe con el Son Yuri, y en la tarde había tertulias. Los bailes informales entre jóvenes se organizaban en las casas particulares y eran tempraneros, se terminaban a más tardar a las diez de la noche y tenían un nombre peculiar, “guateques”, término ahora en desuso igual que otras expresiones relativas al tema: una tanda de piezas musicales sucesivas era “una parada”, quizás para descansar los bailadores y los músicos. “Sacar a bailar” era otra expresión que se usaba cuando el muchacho iba a pedirle a una muchacha que bailara con él: “Me sacó fulanito”, “Fui a sacar a fulanita y me rebotó”. Este último término, “rebotar”, se aplicaba cuando la chica decía “No, gracias”. Seguramente cayó en desuso porque los muchachos ya no piden a las chicas bailar con ellos, todos bailan en bola.

El baile Blanco y Negro del Casino en 1955 fue recordado por muchos años. Amenizaban dos orquestas, Lorenzo Hernández y Luis Arcaraz, cada una en un lado de la pista. Lorenzo Hernández inició el baile con una parada de interpretaciones musicales de Luis Arcaraz: “Muñequita de Squire”, “As de corazones rotos”, “Viajera”, “Bonita”, etc. Arcaraz no perdía acorde mientras las parejas bailaban alegremente, y al terminar, atravesó el salón y con toda solemnidad le entregó su propia batuta a don Lorenzo diciendo en el micrófono: “Maestro, le ruego a usted tenga la gentileza de ir a dirigir mi orquesta”, un honor impensado para un músico local.

Todavía queda mucho por decir de los bailes en Saltillo.