El rostro de la tragedia siria: ‘Alepo, donde los niños han dejado de llorar’
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El rostro de la tragedia siria: ‘Alepo, donde los niños han dejado de llorar’
BEIRUT.- “¿Estás bien, Ayah, mi amor?”, pregunta una madre siria a su hijo de no más de cinco años, a quien las lágrimas ya no le salen ni resbalan por su rostro seco de tanta tragedia, cubierto de sangre y parricida hollín.
En un video publicado por el medio británico Channel 4 News titulado “The last hospital in rebel-held Aleppo”, se da cuenta de los niveles de tragedia que ha alcanzado la guerra en Alepo, donde varios niños que se encuentran en un hospital tras sobrevivir a un bombardeo, el trauma ya no los deja llorar.
Alepo es la más grande ciudad siria, y que desde 2012 se convirtió en un verdadero infierno. Actualmente, cerca de 250 mil personas están atrapadas allí; 100 mil son niños, refieren los datos más recientes (julio, 2016) del Observatorio Sirio de Derechos Humanos (SOHR, por sus siglas en inglés).
Durante la grabación, el reportero narra lo que vive Um Fatima, el único adulto que queda de tres familias cuyo bloque de apartamentos fue destruido por una bomba siria o rusa.
“No sé con qué nos golpeó (el presidente Assad). Estábamos en casa durmiendo”, comenta la madre afligida. “De pronto todo el edificio se nos vino encima. ¡Oh, Dios mío, todos mis hijos se han ido!”, lamenta la mujer que no haya consuelo y cuyo dolor es muy difícil de imaginar. Las lágrimas, nuevamente, no alcanzan para expresar su dolor.
Brita Haji Hassan, quien encabeza el concejo local de Alepo, aseguró a diversos medios de comunicación sirios que de los dos millones de personas que habitaban la ciudad en 2013, sólo quedan 100 mil ciudadanos “apretujados en una pequeña área mientras aguardan la muerte”. Esta cifra es diferente a la otorgada por otros organismos.
“Ellos buscan un pasaje seguro para abandonar (la localidad), pero nadie está escuchando y el mundo permanece en silencio”, agregó.
Según algunas organizaciones de ayuda consultadas por el periódico estadounidense The New York Times, en el este de Alepo permanecen cerca de 35 médicos, uno por cada 7 mil 143 personas, si consideramos la población actual de 250 mil reportada oficialmente.
En la grabación de Channel 4 News se documenta la tragedia de Um Fatima y sus hijos, así como la de uno de sus vecinos, un adolescente llamado Mahmoud.
Durante el video se observa al joven caminar por los pasillos del hospital con el cadáver en brazos de su hermano pequeño, un bebé de un mes de edad llamado Ishmael Mohammed. Ishmael murió sofocado entre los escombros luego del último bombardeo en Alepo, donde decenas de personas no sobrevivieron para contarlo.
Mahmoud sí llora y no puede parar de sollozar, pues él debe enfrentarse a la herencia de un pueblo dividido por la afrenta: la muerte.
De acuerdo con la Organización de las Naciones Unidas (ONU), de los 8 mil personas que pudieron salir de la ciudad de Alepo en los últimos días -antes de que el gobierno suspendiera la evacuación de civiles y rebeldes-, alrededor de 2 mil 700 eran niños. Sin embargo, muchos otros infantes permanecen atrapados en un cruento escenario de guerra.
En lo que va de 2016, se han registrado 84 ataques a escuelas en Siria en las que han muerto al menos 64 menores de edad y muchos otros han resultado heridos, menciona el Centro de Noticias de la organización internacional.
“Alepo es un lugar en donde los niños han dejado de llorar”, dice el narrador del video, en ese infierno en donde “los papeles se han invertido”, donde jóvenes como Mahmoud actúan como “el padre que han perdido”.
La guerra civil en Siria, que comenzó en 2011 entre las Fuerzas Armadas de aquella nación y fuerzas opositoras que desconocen al Gobierno del actual Presidente Bashar al-Asad -quien permanece en el poder desde el año 2000-, ha dejado aproximadamente un saldo de 400 mil muertos, de acuerdo con Staffan de Mistura, enviado especial de la ONU.
El Observatorio Sirio de Derechos Humanos tiene registrados a 4 millones 810 mil 710 de refugiados sirios que son “objeto de preocupación”. De ello, 2.1 millones radican entre los países de Egipto, Iraq, Jordania y Líbano; 2.7 millones fueron registrados en Turquía; y otros 29 mil partieron rumbo al norte de África.
“No te preocupes, no murieron en vano”, le dice Mahmoud a su vecina, Um Fatima, quien no puede parar el llanto porque está segura de que sus otros dos hijos perecieron. “No llores, no llores. Está bien, está bien”, continua mencionando el joven para calmarla. “Dios nos vengará en contra de estos opresores”, profiere en referencia al Presidente Asad.
Es conocido el dicho que reza que “la violencia genera más violencia”, y los ataques del Gobierno sirio para sacar a los rebeldes parecieran estar generando eso: un resentimiento que se impregna en la mente de las generaciones que viven y heredan la guerra. Gente que como Mahmoud no olvidará a los seres queridos que les arrebataron, y que quizá algún día sean el pretexto de venganza.
Éste es uno de los muchos terribles testimonios del legado que día a día afianza la guerra civil en Siria, donde además de la pérdida subyace una pesadilla igual o peor de terrible: la incertidumbre de no saber el paradero de los familiares y el miedo a descubrir un cadáver que resulte familiar.