El retrete

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El retrete

El próximo 19 de noviembre es el Día del retrete. Suena escatológico, pero la Organización de las Naciones Unidas instituyó desde el año 2003, el 19 de noviembre como el Día Mundial del Retrete.

De entrada, la fecha me hizo recordar la obra de Dominique Laporte elegantemente titulada “Historia de la Mierda”. En tan sesudo ensayo, Laporte nos ilustra sobre las sucias calles de París y sobre los edictos de 1539 del rey Francisco I de Francia,  quien empezó a legislar sobre dicha asquerosa materia.

Pero regresemos al día instituido por los notables de la ONU —ese IEPC de proporciones mundiales—. El objetivo de la ONU es que los gobiernos realicen las acciones necesarias para que todas las personas tengan acceso a los servicios básicos de saneamiento.

En el París del siglo XVI, como en las calles del México actual, la suciedad era un signo distintivo de la incultura. Reza así el citado edicto de 1539: “…París y sus alrededores están en muy mal estado y arruinados y abandonados hasta tal punto que en muchos lugares no se puede circular tranquilamente, ni a caballo ni en coche, sin gran peligro e inconveniente y de que la tal ciudad y sus alrededores llevan así largo tiempo y sigue todavía tan sucia, tan llena de lodos, basuras, escombros y otros desperdicios que cada uno va dejando y abandonando diariamente ante su puerta contra todo buen juicio…”

Lo mismo pasa en los pueblos con ciudadanos que van dejando su huella por doquier. Y no me refiero a chicles, escupitajos ni envolturas. 

En el Saltillo del 2015 solemos caminar todavía por banquetas ruinosas y llenas de basura. No obstante las decenas de millones de pesos que se invierten cada año en servicios públicos municipales. Los saltillenses se ufanan de tener ciertos sectores a los que han denominado “Zona Dorada”; esta Zona Dorada al norte de la ciudad se distingue por los negocios de recreación etílica y puestos improvisados de comida que invaden las banquetas.

Basta salir a caminar los fines de semana por la mañana por las calles de Moctezuma, Pedro Figueroa, José Mussa, entre otras, para trasportarnos como por arte de magia al París de 1539. Las noches de diversión dejan un tufo a alcohol y suciedad; en las calles abundan toda clase de desechos. Pero aun así hay quienes se enorgullecen de tener una zona dorada. 

No hace mucho VANGUARDIA dio cuenta de una plaga de ratas al norte de la ciudad. Sí señores, y perdonen que lo diga pero Saltillo está de mérde hasta la nariz. Los arroyos que cruzan subterráneamente la ciudad y que bajan de la sierra están inundados de fluidos cloacales. Las ratas se pasean por las parrillas y las cocinas que están al aire libre: salga usted temprano para que vea el festín que se da la plaga de roedores que deambulan por la ciudad. Si viera a los ratones ruñir sobre los asadores, no se volvería usted a parar en esas fondas de trasnochados.

Las calles de Saltillo están llenas de mérde —que no tiene nacionalidad—. Los puestos de comida generan tal cantidad de basura y la amontonan desde la noche en las banquetas, que es imposible caminar.

Sospecho que el alcalde Chilo López en su vida ha caminado la ciudad, a cualquier hora de la madrugada o de la noche. Si lo hiciera se escandalizaría. Sus zapatos no conocen más que los finos prados del Club Campestre y los de otros campos de golf de Escocia, cuyo césped se mantiene idéntico a sí mismo desde el año de 1539 ó aún más atrás.

Hace falta un presidente municipal que camine la ciudad y que meta en orden a todos los terratenientes urbanos poseedores de terrenos sin banquetas. Hace falta un alcalde que venga a terminar con la plaga de ratas que han sentado sus reales en esta ciudad. La suciedad escrita no huele. 

Hay que tratar de caminar por las banquetas y sortear los montones de basura y respirar los olores nauseabundos del progreso saltillero. Ahora bien, una ciudad limpia no es la que la autoridad mantiene limpia. Un Saltillo limpio será producto de ciudadanos con cultura, independientemente de sus gobernantes…

www.jesuscarranza.com.mx.