El retrato familiar se va desdibujando
POR Karla Tinoco / FOTOS Especial
Tecnología; cincel queres quebraja relaciones
A los horarios laborales de hombres y mujeres, la sobrecarga de estrés y las exigencias sociales, se suma un nuevo factor que rompe —poco a poco— con la familia: el abuso de las herramientas tecnológicas.
El doctor Jesús Amaya Guerra, autor del libro “Padres ausentes, hijos desconectados y vacíos”, durante una visita que realizó a Coahuila el año pasado señaló que actualmente: “vivimos en una generación en la que estamos conectados a miles de kilómetros, pero que descuidan a la persona que está a su lado”.
En un análisis que elaboró en distintas partes de la zona metropolitana de Monterrey, Nuevo León, descubrió que el 70 por ciento de las madres de familia que dejan encargados en las guarderías a sus hijos, no trabajan ni estudian.
Al entrevistarlas aseguran que lo hacen porque quieren dedicar tiempo para ellas.
En sus investigaciones también encontró que entre las consecuencias del uso excesivo de la tecnología se encuentran los problemas que enfrentan sus hijos como trastornos de ansiedad, depresión, sexting, tristeza, estrés, cyber bullying, insomnio, distracción escolar y abandono.
“Uno de los problemas que estamos observando entre padres e hijos es que esta nueva generación de madres de familia sienten que los hijos les ocasionan estrés y que les quitan el espacio. Esto sucede porque se trata de una generación mucho más narcisista que antes, ahora las mujeres se toman muchas selfies, van al gimnasio, salen de compras con sus amigas, cuidan lo que comen… es una dependencia de ‘verme a mí’ como la estrella’.
Ahora empiezan a ver sus placeres, sus necesidades y al final ven las de sus hijos”.
LAS ASPIRACIONES SON BANALES
Ana Berenice de la Peña Aguilar dice que actualmente las aspiraciones de muchos niños es tener un celular nuevo o el Ipad de última generación; que ya se acabaron los pequeños que querían ser doctores, o querían visitar la luna.
“Más allá de una realización personal están buscando cristalizar sus sueños en una realización material y luego eso lo vemos reflejado más tarde en que se trabaja para tener un bien económico, no para tener una satisfacción personal.
Luego van creándose vacíos a nivel personal y se tratan nuevamente de satisfacer con cosas materiales y se hace un círculo vicioso o una cadena irrompible”, refuerza la máster en terapia
familiar.
SALIR DE LA ENFERMEDAD
Ana Berenice de la Peña Aguilar, máster en terapia familiar y quien cursa el doctorado en educación de emociones, advierte que para lograr una regeneración del tejido social se llevarán años
de trabajo.
“Si vemos un parque de manera aislada y no hay una educación diferente, el parque no va a funcionar. No basta con intensiones aisladas, sino se tienen que ir sumando los diferentes esfuerzos y las políticas públicas necesitan ir en diferentes escenarios. Se tiene que trabajar desde un compromiso de ver a las personas como un ser humano, no como cosas o como un objeto”.
Finalmente, reconoce que ‘nos falta mucho educar en emociones, decisiones correctas que realmente nos ayuden a crecer pero la selva social está muy pesada’.
La prevención de los niños sicarios y las madres a los 14
Hace cerca de seis o siete años, cuando Coahuila atravesaba por una crisis de seguridad las autoridades no se explicaban qué sucedía entre algunos jóvenes que formaban parte de las células delictivas.
Sergio Sisbeles, en ese entonces vocero en materia de seguridad y posteriormente titular de la subsecretaría de Prevención Social y Participación Ciudadana, comenzó a realizar un diagnóstico de problemas sociales.
Aunque parte del trabajo comenzaba a hacerse, también era necesario identificar el origen de esa criminalidad. Fue así como el DIF, la Secretaría de Salud, de la Juventud, de la Mujer y la Subsecretaría de Prevención Social , comenzaron a elaborar un diagnóstico del tejido social.
“Nos dimos cuenta de que teníamos que fortalecer el quebrantamiento que tuvo el tejido social de la comunidad, por eso se fortaleció la seguridad. Brindamos herramientas y fortalecimos el entorno de una persona con el equipamiento en la ciudad”, dijo.
Después de agotar esos puntos las secretarías reunidas llegaron concluyeron con que el siguiente paso era trabajar en la base de la sociedad: la familia.
“Detectamos una población vulnerable y la población prioritaria: mujeres, niñas y niños, jóvenes, que ante factores de riesgo como el pandillerismo, alcoholismo, violencia familiar, adicciones, embarazos en adolescentes que provocan deserción escolar y que generaban desviación social como la violencia y la delincuencia, estaban vulnerando su formación”.
PROGRAMAS DE APOYO
Para contrarrestarlos en el DIF Coahuila se trabajaron programas que atendieran este tipo de situaciones. Sin embargo, también descubrieron que la mujer cada vez más era víctima de violencia física, psicológica y financiera, y provocaba un debilitamiento en una pieza importante dentro de la familia.
Las problemáticas que comenzaron a atender eran las conyugales, emocionales, violencia, escolares, psiquiátricos.
Fue entonces que se crearon los 34 centros de Atención Integral a la Familia para ofrecer programas como:
‘Masculinidad por la Paz’ —que busca atender a hombres con conductas violentas—, ‘Padres Responsables’ —dirigida a padres para darles herramientas para mejorar la crianza de sus hijos.
Yo veo con mucha tristeza que en Monterrey el 70% de las madres de familia que van a llevar a sus hijos de uno o dos años a las estancias infantiles no trabajan, ni estudian.
Abusar de los abuelos
Generalmente, cuando los padres salen a trabajar los hijos pasan al cuidado de los abuelos; empero, las brechas generacionales entre los menores y los adultos mayores, son muy grandes. Según estadísticas del estudio Panorama de la Violencia contra las Mujeres en Coahuila (ENDIREH 2011) algunas mujeres han llegado a sufrir el “síndrome de la abuela esclava”, pues son sometidas a una sobrecarga física y emocional por abuso de confianza de su familia, que le supone trabajar para ellos sin tener una consideración con ella.
Además, los números reflejan que el 55.3 por ciento de las abuelas son agredidas por familiares como: nietos, sobrinos, nueras, yernos, entre otros.