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El retorno

Ilustración: Vanguardia/Esmirna Barrera

El asesinato de un candidato a un puesto en la Cámara de Diputados parece avisar que las fuerzas que supuestamente estaban dominadas en Coahuila todavía tienen sus espacios y muestran el poder de fuego cuando lo creen necesario. Junto a ese homicidio, sucedido en Piedras Negras, hubo un atentado en el que el director de la facultad de Derecho de Torreón fue herido de bala, pero su acompañante, en realidad su guardaespaldas, murió.

Piedras Negras y Torreón fueron las ciudades que marcaron un centro neurálgico en los últimos años. Y no parece haber explicaciones convincentes sobre esos ataques. Un político y un académico parecieran estar en universos incompatibles, pero no hay una distancia para el crimen organizado. No conocemos sus valores, el orden de sus jerarquías, ni su razonamiento.

Carlos Velázquez publicó un libro (“El karma de vivir al norte”) en el que maneja, con esa soltura literaria que le es propia, lo que vivieron en Torreón durante años, lugar en el que dos bandas manejaban la ciudad. Aparece él mismo dentro del relato novelado como protagonista y víctima de algo que estaba fuera de cualquier posibilidad de hacerse a un lado. Absurdo. Todos vivían en el miedo, y no nada más en el imaginario, sino en hechos concretos que sucedían a diario. El relato de la odisea para llevar a su niñita de seis años de la lección de ballet a su hogar, dentro de Torreón, es más terrorífico que cualquier obra de ficción sobre matones, muertos vivientes, monstruos. Esa obra ganó un premio, justamente porque comunica con valentía (y una estupenda prosa) el dolor silencioso de vivir sin saber qué sucederá mañana (o dentro de dos horas…).

No creo que haya que negarle a Rubén Moreira el crédito de su aporte a la seguridad. No es que la haya logrado, pero sí hubo una diferencia entre su administración y la que lo precedió.

Me parece que lo que vemos no está desligado de la corrupción generalizada que tenemos hoy en día en México. Recuerdo que en un programa de Carmen Aristegui ella entrevistaba a un argentino experto en temas de seguridad nacional en Latinoamérica. Decía que el narcotráfico no funcionaría sin los siguientes elementos que les daban la protección: políticos, banqueros, empresarios y narcotraficantes. Añadió: “envíame ahora mismo a Coahuila con poder y te mostraré quién está involucrado”.

Yo ampliaría a esas cuatro “instituciones” otras tres que propician una violencia sin fin y de las que dependen aquellas cuatro: un país de drogadictos (Estados Unidos), un país cuya economía funciona produciendo armas (Estados Unidos), un país en cuyo territorio no se persigue a los traficantes de drogas (Estados Unidos). Introduzca otro elemento: los Zetas fueron formados en estrategia y táctica también en Estados Unidos. Sufrimos la doble moral norteamericana y su cinismo.

¿Dónde colocar los dos sucesos violentos mencionados? La cadena es tan larga que no lo sabemos, pero sí hay quién lo sabe. El Gobierno federal tiene o debería tener datos fuertes con los que podría negociar con Donald Trump. Uno muy sencillo: el Ejército Nacional puede negarse a combatir el paso de drogas al país del norte hasta que éste no promueva la lucha contra el consumo.

Esto sería caso perdido antes de anunciarlo. ¿Qué pasó cuando prohibieron beber alcohol?, que perdió el Gobierno americano. No sé ahora, pero en 1990 Estados Unidos consumía más tranquilizantes que el resto del mundo: no son felices, no duermen bien (sin pastillas), requieren de drogas para vivir su estrés y depresión, que aumenta cuando no tienen droga a mano.

Es raro, pero abundan los libros en que se dice quiénes y cuántos “grandes hombres o personajes” se drogaban: Sigmund Freud, Jean-Paul Sartre, John F. Kennedy, Marilyn Monroe, Los Beatles y otros 50, a los que hay que sumar personajes de ficción, como Sherlock Holmes.

Alguna vez expuse que debería permitirse el uso de la mariguana, y no por promocionarla, sino porque podría controlarse el comercio y el consumo. Portugal primero y Uruguay después lo hicieron. Sí, me dicen los amigos, pero allá hay gobernantes honestos. Y sí, al final siempre llegamos al mismo planteamiento: el cáncer de México es la corrupción de los gobernantes y de los banqueros, empresarios y… (coloque aquí su lista).