El resentimiento de la pluma que fue lanzada contra la pared

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El resentimiento de la pluma que fue lanzada contra la pared

Ilustración: Esmirna Barrera

Por: CHRISTIAN LUNA

Dicen que existió una banda llamada Sex Pistols que se paró en medio del Reino Unido en el año 1975 y gritó con el ruido de sus guitarras: No future!, y vaya que tuvo alcance.

El resentimiento, término que utilizan los terapeutas para decir que estás profundamente enojado y tienes uno que otro trauma atorado en el cerebro, a veces cumple la función de adjetivo en el arte: si la obra muestra cierto desacuerdo, tristeza o enfado, hay personas que tachan al autor como resentido. Lo mismo sucede con los “críticos”; también se le reduce a este concepto.

Gaston Bachelard, le contesta al psicoanálisis que existe un error en encarnar a la imagen; les trata de recordar que ésta es por sí misma; que cada verso, pintura, cuento, novela, etcétera, debe estudiarse por separado, como si fuese un ser aparte del autor; a esto le nombró Fenomenología de la imagen.

Varias de las expresiones urbanas musicales (punk, rap, ska, reggae, y las que me falten) que nacieron con la caída de la modernidad, tienen este rasgo de identidad y se han convertido en elemento formador de varias generaciones. Muchas de sus letras están cargadas de enojo, frustración y esperanza en alguna resurrección. Su expresión sigue siendo movimiento. Aunque, también

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cabe aclarar, a lo mucho que han llegado estas expresiones “revolucionarias” es a crear, irónicamente, otra industria, como lo dice Camille Tolledo: punks de butique.

Resentir también se puede definir como sentir dos veces, sentir doblemente, gracias al prefijo re que indica repetición. Entonces se puede deducir que siempre existirá quién lo sienta más, ¿o no?

Lo anterior atendiendo a la imaginación. En cuestiones de crítica, el asunto tal vez esté plegado de resentimiento, pero todo tiene que ver con los argumentos. Si Avelina Lésper grita a los cuatro vientos que el arte contemporáneo es una farsa y escribe un libro para demostrar su punto y lo vende, es porque ella está inconforme con el asunto y lo demuestra creando. Se podría decir que lo mismo pasa con Alberto Blanco o el mismo Octavio Paz; a diferencia de los que hacen crítica sólo porque se les pasó el tren o porque el discurso de la obra a la que critican es distinto al de ellos.

En mis lecturas escolares, Gadamer dice que la diferencia entre las ciencias naturales y las ciencias del espíritu (humanidades) es que las primeras pueden predecir, calcular, medir; y las segundas pueden comprender y entender el significado. Ejemplo: supongamos que lanzo una pluma contra la pared. La física (ciencia natural) puede llegar a calcular qué distancia recorrió la pluma y con cuánta fuerza se estrellará en el concreto. La filosofía (ciencia humana o del espíritu) puede dar una aproximación de lo que significa lanzar la pluma en un momento histórico determinado y entender por qué fue lanzada. ¿Y la literatura? Ésta, tal vez, narre lo que siente y piensa la pluma en el viaje de mi mano a la pared. Habrá plumas que resientan ser lanzadas y habrá plumas que se acostumbren a ello y estén conformes; pero siempre será un viaje.

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El sufrimiento va muy ligado con la creación. El arte nos saca de nuestra zona de confort y nos hace pensar y sentir cosas distintas, tanto así que hay poemas, libros, pinturas, obras de teatro, películas, bandas que son cruciales en nuestras vidas.

Todo lo anterior no es en defensa del resentimiento, es en contra de quienes tienen en boca este adjetivo para calificar a las obras y sus creadores. Me parece un juicio simplón, vacuo, una salida en falso y que resta mucho mérito.

¡La concordia también es sospechosa! Ya Efraín Huerta lo dijo en un poemínimo:

El respeto al complejo ajeno es la paz.

 

Christian Luna

REPORTERO Y ESCRITOR

(Torreón, 1994) Ha participado en diversos coloquios nacionales e internacionales. Textos suyos aparecen en las revistas Tierra Adentro y Cuadrivio.