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El refugio bohemio
Se habla mucho en círculos “terapéuticos” de cerrar ciclos y de dejar cosas del pasado para poder entregarnos a lo que sigue. A pesar de que la vida suele ser bastante cliché, yo trato de no hablar de tales lugares comunes. Sin decirlo, o sin evidenciarlo con vocabulario que contemplo demasiado obvio para mis exigencias, anoche le pedí a dos amigas que me acompañaran a tomar las tres últimas copas que quedaban en una botella de mezcal.
La botella tenía en el fondo un alacrán. La medicina del animal totémico escorpión/alacrán tiene que ver con cambio y transformación. Es un animal ponzoñoso que nos recuerda que el cambio arde y que puede ser difícil y muy doloroso. Me dolió pasar el último trago de mezcal y ofrecer las últimas gotas, junto con el alacrán, al abuelo fuego.
Anoche nos reunimos 20 personas en mi patio, con fogata y bajo la mirada de Carole King y James Taylor. Escuchamos a Bread y a Christopher Cross y a Billy Joel. Me gustaría decir que declaro oficialmente cerrada la pandemia, o cualquier otro ciclo, pero no. Lo que sí puedo declarar es que ya era hora, como dijo una de las personas presentes, de regresar a las buenas costumbres. Mi patio ha sido, durante años, un lugar de música, fuego, canto, plática, hermandad y mucho, pero mucho amor. He dicho, convencidísima yo, que las cosas que deseamos hacer se hacen con, sin y a pesar del miedo y el dolor. Me costó algunos meses. Y el dolor permanece. Pero abrimos de nuevo el patio, El refugio bohemio. ¡Serás bienvenido!