El recuento

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El recuento

Así como Coahuila está endeudado hasta en el papel de baño, así quedó fracturado el PRI estatal en las últimas elecciones, esto a la respuesta popular hacia los regímenes primero dictatoriales del caudillo Rubén y la modorra del actual mandatario (bueno, ya no manda ni en su casa).

El hartazgo de los ciudadanos de a pie, inclusive de los antiguos aliados y lisonjeros, quedó de manifiesto en las urnas este 1 de julio, confirmando que la elección de junio de 2017 fue espuria y además grotesca.

En resumen, Riquelme gobernará solamente al 32 por ciento de los coahuilenses y si antes de la tragedia del domingo su figura era la de un gobernador endeble, influenciable y con un fuerte compromiso con el dueto mortal y la hechicera hidalguense, ahora ni siquiera a esa calificacion aspira.

Su mensaje de unidad no convence ni a los propios por la simple razón de que sus operadores están adormilados unos y bloqueados otros, por los espectros moreiranos de segunda y tercera generación.

Quedó demostrado la ineficiencia de Chema Fraustro, de Samuel Rodríguez y de Lauro Villarreal (el único de casa) y si no aprovecha esta oportunidad de oro, entonces el resto del sexenio se adivina como el reino de la modorra y el aburrimiento.

Si bien es cierto que el patrimonio estatal está en bancarrota, al menos queda la expectativa de un buen gobierno en lo administrativo, lo social y lo justo, pero tal parece que el hechizo hidalguense surtió efecto y se convirtió en un zombi de los de Sayula, obediente y bien portado.

A nivel nacional, el PRI está destrozado, Meade no ganó en ni un solo estado de la República, en ni uno solo de los 300 distritos electorales, sólo en 8.2 por ciento de los 2 mil 464 municipios y en 3.4 por ciento de 156 mil 823 casillas instaladas. El PRI tendrá menos diputados que el PT (61) y el PES (58). De ser el principal grupo parlamentario en la Cámara baja, pasará a ser el quinto.

La aportación de Coahuila al Congreso de la Unión será de solamente dos diputados federales y una senadora de minoría perdedora (aparte anotada como plurinominal).

El IEC fue direccionado a no meterle mano a los resultados como en el 2017, debido al pacto de caballeros firmado entre el PRI y Morena, de no escarbar en el corrupto pasado de los sátrapas, que acabaron con los dineros del pueblo y tienen aseguradas hasta tres generaciones de mutantes.

Surge ahora el PRIMOR, la alianza del descaro, esa que dejará en las calles a los verdaderos saqueadores, a los hampones de alto calado. Razón tenía Ochoa, el líder priista denostado, aquel que le dio nombre a los chapulines que se fueron a Morena, hoy los prietos se llevan las mañas y las fórmulas, y mañana emergerán como los operadores del presidente de la “esperanza”.

Diversas las historias del día de la ignominia, de la jornada del acabose. No sirvieron las tarjetas electrónicas, las despensas, los acarreos, la operación menudo, ni  el modelo Coahuila, la gente tomó lo que le dieron y votó por el que quiso.

Pero los lobos anduvieron sueltos y quisieron arrebatar. En Piedras Negras, por ejemplo, las huestes de Bres tuvieron que seguir a los elementos de la Fuerza Coahuila, durante el traslado de los paquetes electorales a fin de asegurar que no hubiera “desvíos” de la ruta, como sucedió el pasado año y aun asi algunos paquetes tardaron en llegar más de tres horas al centro de cómputo.

La justicia está en la calle y a los gobernantes se les olvidó la sencilla ecuación de que la venganza popular es a través del voto. Los que no pueden gritar en las plazas lo hacen dentro de la mampara al momento de cruzar la boleta, esa es su protesta.

La esperanza de “el Peje” es sólo un slogan, el tiempo lo irá diciendo. Sin embargo, la solución era inmediata y aparte gratuita. La medida es el hartazgo, la desilusión, el engaño y la simulación de un actual gobierno que, como la pirinola, tomó todo.