El Quijote en pequeñas dosis

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El Quijote en pequeñas dosis

Si el propósito es conocer esta obra de la literatura  universal, debe decirse que hay ediciones en varios pequeños tomos.

Una de las razones -quizá más bien pretexto- que no pocas personas esgrimen para no leer El Quijote, es que el libro suele ser voluminoso y pesado. Dicen que este par de características, ciertas sin duda en la generalidad de los casos, en modo alguno invita a empezar y menos aún a continuar su lectura.

Si el propósito es realmente conocer esta obra suprema de la literatura  universal, debe decirse que hay ediciones cuyo texto está comprendido en varios pequeños tomos. Como una de 12 volúmenes (de 12.5 x 20 cms) y 1,147 páginas, publicada por la editorial española Dipel en 2005, conmemorativa del IV centenario de la aparición de la I Parte de la genial novela. Incluye notas explicativas, no demasiadas ni extensas. Doy testimonio de que esta docena de tomitos es muy amigable y de lectura fácil. 

Algunos años antes, en 1999, el mexicano Fondo de Cultura Económica (FCE) publicó El Quijote en veinte tomos aún más pequeños, que ha reimpreso en este 2015. Libritos verdaderamente de bolsillo (10.5 x 14 cms) que caben, como lo comprobé durante su lectura, en las bolsas que a la altura del pecho suelen traer las camisas de caballero. Suman los tomitos 1,874 páginas, por lo que su promedio es de 94 páginas por tomo, con 64 el que menos contiene y 123 el que más páginas trae. Como si se tratara de algo sicológico, el lector quiere ya terminar el tomo que lee en turno para continuar con el siguiente. Las dimensiones pequeñas, según parece, convidan a no desmayar sino a continuar la lectura. 

Esta edición del FCE, que sigue a las de Francisco Rico y Justo García Soriano, incluye notas explicativas de pie de página, quizá menos de las necesarias, y todas sumamente breves. Cada uno de los veinte tomos, con excepción del primero, incluye al principio a manera de prólogo un texto pertinente en relación con lo que trata el tomo, sobre Cervantes o El Quijote, fragmentos bien seleccionados de ensayos de prestigiosos escritores, algunos de ellos reconocidos cervantistas. Entre otros: Francisco A. de Icaza (de quien a principios del siglo XX se decía en España que era “el único mexicano cervantista de fuste”), Miguel de Unamuno, Stephen Gilman, Irving A. Leonard, Alfonso Reyes, Antonio Castro Leal y Julio Torri.

La portada de cada tomito trae una estampa quijotil, aparentemente todas de Gustave Doré. Además de la que se observa cuando los pequeños volúmenes se colocan en el librero ordenados del 1 al 20, y deja ver a don Quijote y Sancho cabalgando frente a un molino de viento.

Esta edición, cuyo tiraje de 1999 fue de 5 mil ejemplares, desde hace años era inconseguible. Por fortuna ha sido reimpresa y está disponible en Saltillo en la librería del FCE, que la bautizó con el título de “edición juvenil”. En su introducción se dice: “Leer el Quijote no es una tarea escolar ni una obligación farragosa, por más que algunos se empeñan en demostrarlo. No seremos nosotros (escriben los editores) quienes conviertan la lectura en fárrago.” Y dicen bien. Lo invito a comprobarlo. (12)

jagraciav@yahoo.com.mx