El polvo de los vivos

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El polvo de los vivos

‘Xibalbá’ está pensada, sentida y escrita desde una visión femenina, es una novela en donde su protagonista busca a algo o a alguien. También es sobre el sufrimiento, pero no es sentimentalista.

Calificación: 9

“Aquí estoy, sentado sobre esta piedra aparente”, escribe al principio de su maravillosa novela “Los Recuerdos del Porvenir” Elena Garro.

En 1978, la casi olvidada narradora mexicana María Luisa Puga con “Las posibilidades del Odio”  situó su historia en las guerras tribales de Kenia, siendo hasta ahora –salvo las novelas del Crack de los 90s- una de las escasas novelas mexicanas en las que no figuran los recurrentes personajes o paisajes locales del autor. 

Otra novela en la que la selva es un tema fundamental es “Los Pasos Perdidos”, del cubano Alejo Carpentier, donde su protagonista hace un viaje hacia sí mismo con la vegetación y un inexplorado mundo salvaje como aparente destino.

El escritor chileno José Donoso retomó para título y epígrafe de “El Lugar sin Límites”, su novela más famosa, una diálogo del Doctor Fausto, del dramaturgo isabelino Christopher Marlowe:

-Fausto: Primero te interrogaré acerca del infierno. Dime, ¿dónde queda el lugar que los hombres llaman infierno? 
-Mefistófeles: Debajo del cielo. 
-Fausto: Sí, pero ¿en qué lugar? 
-Mefistófeles: En las entrañas de estos elementos. Donde somos torturados y permaneceremos siempre. El infierno no tiene límites, ni queda circunscrito a un solo lugar, porque el infierno es aquí donde estamos y aquí donde es el infierno tenemos que permanecer...

Quizá por que para ciertas corrientes de la teología, más que un lugar, el infierno es un estado del alma.

¿Qué tiene qué ver todo esto con este libro? Con Garro, por su extraña adjetivación; con Puga, por su exotismo; y con Donoso y Marlowe, porque en la cosmogonía maya, “Xibalbá” es un equivalente a nuestra idea del inframundo; y en otras versiones, del infierno.

El pensamiento y la emoción
Según Aristóteles en su Retórica, el pathos es uno de los tres modos de persuasión (junto con el ethos y el logos). Sin embargo, puede utilizarse también para referirnos al sufrimiento humano; al dolor derivado de la existencia.

Pathos significa también pasión o desenfreno pasional.

En la teoría del arte la palabra pathos se utiliza para referirse a la íntima emoción presente en una obra de arte, esa que busca despertar otra similar en quien la contempla o la lee, como una suerte de transposición. Podríamos definir entonces al pathos como “todo lo que se siente o experimenta: un estado del alma: tristeza, pasión, padecimiento”.

¿Porqué esta breve introducción?  Porque Xibalbá es una novela sobre el pathos.
En otro sentido, en el prólogo del Evangelio de Juan, se menciona al logos, identificándolo como a la persona espiritual con Dios en el principio de la creación. Juan 1:1 dice: “En el principio era el logos y el logos era con Dios. El logos era Dios. Traducido de una variante del griego original al latín, quedó así desde la primera versión latina de la Vulgata: “En el principio era el Verbo y el Verbo era con Dios. El Verbo era Dios.” 

Una traducción que ahora concebimos a todas luces errada e insuficiente. Porque en su acepción original logos significa la palabra meditada o razonada, es decir: “la palabra como fruto del razonamiento”, una argumentación: un discurso, una idea. También puede ser entendido como “inteligencia”, “pensamiento”, o “sentido”.

Xibalbá es una novela con un uso sabio del logos.

¿Por qué se afirma esto? Porque más allá de su manejo genuino de las emociones, en su articulación, en su forma, Xibalbá es una novela notablemente bien escrita, con una estructura de relojería, repleta de arranques, momentos y frases contundentes, como ésta, casi al inicio: “Debí enterrarlo yo misma. Pero no lo hice y mi cobardía desató el caos”.

En lo formal, en su logos, “Xibalbá” es una novela pesquisa, donde su protagonista busca algo o a alguien. Una historia que arranca de manera magistral, con el regreso de un muerto vestido con ropa ajena, así como se cuenta que apareció  poco antes de morir en Baltimore, delirante, Edgar Allan Poe.

Pero también, como señala el epígrafe del principio, estamos ante un texto que es  un cuestionamiento filosófico. “Xibalbá” está pensada, sentida y escrita desde una visión femenina, mas no feminista. 

Estamos ante una novela filosófica, muy cercana a ciertas ideas de Jean Paul Sartre en  torno al determinismo; ya que en algunos de sus textos el filósofo francés afirmaba que “El ser precede a la esencia”, es decir, que nuestros actos y sus consecuencias, así como el contexto histórico, determinan nuestro ser. No hay una esencia original en sí misma. Hay hechos frutos de nuestra elección, pero también de nuestra omisión. Como en muchos de los planteamientos existencialistas, en “Xibalbá” su protagonista es un ser arrojado al mundo. El universo es un territorio de orfandad y sinsentido, y las elecciones de la libertad están sujetas a la condena de la incertidumbre. Una frase que resume esto como símbolo:

“Le sonreía a una silla vacía”.

Clima y origen

Pero Xibalbá es también una novela sobre la familia y sobre los padres.

Laura es una narradora que ha sabido asimilar sus lecturas e influencias, en un estilo no explicativo ni psicologista, con un enfoque que encuentro cercano a ciertas ideas de Freud en torno a la relevancia del origen en la constitución psíquica de un individuo:

La familia como un gran campo de fuerzas.

Otra frase:

“Nuestros padres nacen para nosotros, el mismo día de nuestro alumbramiento”.

Pero tampoco es una visión simplista y reivindicadora sobre este ideal, al contrario, es una visión lúcida, a veces burlona, a veces dolida, o desde el desconcierto:

“¿Mi padre un ser espiritual? ¿Un Dios de la muerte? Pero si era un hombre común y corriente de Monclova”. 

O esta otra, en una intención inversa:

“No tener familia es no tener un dios a cuál asirse”.

Pero ante todo, más que todo, aventuro la idea de que la novela de Laura es una de las primeras novelas góticas escritas desde el norte de México. ¿Una novela sobre la selva, escrita desde el norte de México?

“¿Un gótico tropical? ¿Cómo se da eso?”

Asumo esto, principalmente, por el uso de un recurso retórico fundamental de la literatura gótica, frecuentemente usado en “Xibalbá”: la falacia patética, donde las emociones de los protagonistas intervienen en la apariencia de las cosas, o bien el clima que rodea una escena define el estado de ánimo de los personajes.

Miren esta frase cuando en su viaje, compara una ciudad del norte y una del trópico: 

“Eran ciudades parecidas, a decir verdad. Aunque la humedad marcaba una gran diferencia, en esencia las dos eran semejantes: calientes como el infierno, cenizas como imagen de la Revolución Industrial, melancólicas como yo misma. O ellas se parecían, o yo me sentía justamente igual en ambas: sola, cansada, triste y con una culpabilidad exigua que ni me mataba ni me dejaba vivir”.  

O cuando se refiere a la ciudad natal de la protagonista: 

“En Monclova el infierno se confirma por triplicado”.

Finalmente, “Xibalbá” es una novela profundamente anómala en su sentido de originalidad.

Es una novela sobre el sufrimiento que no es sentimentalista.

Es una novela femenina que no es militante.

Una novela filosófica que no es densa, opaca o aburrida, al contrario, las peripecias de su  aventura son trepidantes.

Al igual que “Los Pasos Perdidos” de Carpentier, la primera novela de esta narradora es una historia sobre la búsqueda, la huida, la pérdida, la memoria y lo irrecuperable, una novela que nace de ese sentimiento que ha animado las grandes obras: un desajuste con el mundo, un hartazgo, un punto final, esa divisa esencial de su protagonista, cuando al buscar la fuga, se dice a sí misma: para “quitarme de encima el polvo de los vivos”.