El poder que tenemos
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El poder que tenemos
Los inviernos se asocian a la temporada navideña y a la pérdida de seres queridos. También es tiempo para el recogimiento espiritual y para hacer el balance del año que transcurrió.
Cuando se es muy joven y se cuenta regularmente con una salud estable, lo que menos importa es precisamente la salud. La existencia se dilapida como si no tuviera un valor.
Quienes hemos sido padres sabemos que un momento de imprecisión en la vida de nuestros hijos está en los linderos de su adolescencia y juventud.
Luego de que terminan los años mozos, el tema que está arriba de las agendas personales es la sustentabilidad económica, porque ya hay una familia que atender.
Con la adultez, pensamos que por fin llega la etapa de la certidumbre, nada más falso porque llevamos cargas y saldos pendientes del pasado que se manifiestan en sorpresas en nuestra salud física y mental, esa misma que desdeñamos años atrás.
El 2017 ha sido trepidante para los mexicanos no sólo por la actividad sísmica ocurrida en algunos lugares del territorio nacional, sino porque sigue galopando la corrupción en caballo de hacienda, un corcel que sigue siendo muy veloz y fuerte.
Las reuniones entre personas de una misma generación son muy elocuentes en torno a la percepción de la realidad porque se habla entre iguales.
La generación de economistas a la que pertenezco convivió hace un par de días con el propósito de brindar por el nuevo año, y los temas obligados en la sobremesa fueron la macroeconomía y la sucesión presidencial.
Me sorprendí del hartazgo que tienen los colegas y sus parejas con el sistema político prevaleciente, y me preocupé de lo que piensan al respecto de los posibles contendientes por la banda presidencial, ya que ellos son personas con una formación profesional sólida y vienen de padres que les enseñaron con el buen ejemplo, lo que habrían de hacer para llevar una vida respetable.
El grueso de los presentes dieron por un hecho que todos los políticos roban o han robado y que por ello hay que dar oportunidad a nuevas opciones aunque llegando al poder también roben. Es algo con lo que podrían vivir.
La declaración de mis amigos me preocupó porque se estaban dando por vencidos ante el estado de cosas muy distinto a cuando teníamos que defendernos en nuestros tiempos universitarios de profesores coludidos con intereses políticos malsanos. Llegamos a organizar una huelga académica para exigir que mejorara la calidad de los maestros en aquella facultad prestigiosa que fundara la señorita Consuelo Meyer.
Me sentí mejor cuando uno de los presentes comentó que deberíamos participar en asuntos de política pública. Alguien más comentó que estaría bien si apoyáramos una causa social. Aquel brindis pasó de ser una reunión social entre amigos a la posibilidad de involucrarnos en alguna actividad política para incidir en una sociedad más justa.
El poder de la inteligencia colectiva es lo que se precisa en nuestro país y no el dejar pasar, dejar hacer de muchas personas que pierden el coraje y la dignidad ante las políticas públicas que se imponen sin mediar las opiniones de la sociedad civil.
En el 2018 deberemos actuar y no sólo en las urnas con nuestro sufragio, sino con el poder que tenemos cuando nos ponemos de acuerdo para que México no nade de muertito.