El poder del dinero

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El poder del dinero

Fotos: Especial
J P Morgan, el banquero despiadado que convirtió la ostentación de la riqueza en un ejercicio digno (y de paso enderezó la economía de los grandes capitales)

Esta es la historia de John Pierpont Morgan, más conocido en el mundo financiero como uno de los llamados ‘barones del dinero’ que hicieron sus fortunas en el siglo XIX.

En Estados Unidos, en la segunda mitad del siglo XIX, un grupo de hombres extraordinarios y controvertidos encabezaron la transformación de ese país que pasó de una república de granjeros y comerciantes a una superpotencia propulsada por el vapor.

Sus apellidos —Vanderbilt, Carnegie, Rockerfeller y Morgan— siguen siendo sinónimos de fortunas colosales.

Para algunos, esos hombres fueron los heroicos empresarios que hicieron grande a Estados Unidos. Para otros, fueron plutócratas que llevaron a miles de mujeres y a millones de hombres a depender del tedioso trabajo asalariado que desempeñamos en la actualidad: fueron los llamados ‘barones del dinero’, que según los historiadores, con sus enormes fortunas ‘opacaron el sueño americano’, y dejaron solamente las migajas a las nuevas generaciones que buscaban emplearse en un trabajo digno y productivo.

El perfil de los barones

Los primeros ‘barones del dinero’ fueron encabezados por Cornelius Vanderbilt, magnate naviero (el primero de los grandes ‘barones del dinero’); Andrew Carnegie, magnate del acero; Jay Gould, magnate de los ferrocarriles; John D. Rockefeller, magnate del petróleo; y J.P. Morgan, el titán de las fusiones corporativas.

A medida que la economía estadounidense avanzaba rápidamente a lo largo del siglo XIX, nada simbolizaba más ese dinamismo que la ferocidad con que crecían los ferrocarriles.

Los dueños de las compañías ferroviarias mintieron, engañaron y sacaron del camino a otros para hacer sus fortunas.

Fue una competencia empresarial en su estado más crudo, pero un titán de los negocios, John Pierpont Morgan, quiso no solo participar en la competencia, sino controlarla, incluso detenerla si era necesario.

De todos los ‘barones del dinero’ el que hizo la fortuna más modesta fue J.P. Morgan, de hecho, los otros ‘barones’ tenían la ventaja de ser los más grandes en cada uno de sus sectores, pero aún así permanecían vulnerables a los inesperados cambios de la economía. Algo que preocupaba realmente a J P Morgan.

El poder de Morgan

Cornelius Vanderbilt y el resto de los ‘barones del dinero’ dominaron la economía estadounidense durante el siglo XIX y comienzos del XX.

J.P. Morgan, fue el primer banquero de la era moderna–conocido como ‘el disciplinador del mercado’—, y como tal, se aseguró de que ninguna empresa que fuera demasiado grande y poderosa pudiera fracasar.

En 1885, Morgan usó EL poder de intermediación que lo caracterizaba para evitar una guerra de precios entre las dos ferrocarrileras más grandes de la costa este de EE UU.

Carnegie financiaba al Ferrocarril Central de Nueva York para construir una nueva línea que rompiera el monopolio que tenía el Ferrocarril de Pensilvania sobre el transporte de su acero.

El magnate, de origen escocés, buscaba reducir sus costos de flete. Pero Morgan temía que si las dos grandes compañías ferrocarrileras participaban en una guerra de precios destructiva, ninguno de los dos podría controlar la desestabilización de la economía.

Así había que evitar ese econtronazo a como diera lugar…

La reunión secreta

A espaldas de Carnegie, Morgan organizó una reunión secreta con los presidentes de ambas empresas ferroviarias en su opulento yate bautizado como ‘El Corsario’, que J.P. Morgan utilizaba como centro de reuniones para hacer negocios... y para ostentar su fortuna.

Fue el lugar perfecto para ese encuentro: nadie podía bajarse de su yate antes de haber aceptado los términos de Morgan, a menos que le apeteciera nadar, si era empujado más allá de los barandales del hermoso barco.

Y así, Morgan obtuvo lo que quería. No a través de mucho diálogo, sino clavándole la mirada a los dos hombres que pretendía controlar desde una silla en la sala de reunión, con el ceño fruncido, hasta que los directivos ferroviarios prometieron no competir el uno contra el otro.

Para Morgan, sofocar la competencia no era solo una forma de ganar dinero, sino también una forma de poner orden en la economía de la Nación Americana.

El casi colapso de 1907

La batalla de J P Morgan contra la competencia irracional “ruinosa” de los ferrocarriles, abarcó todo el campo de la economía estadounidense. Por ejemplo, no sólo revolucionó la agricultura (creó International Harvester) sino que llevó a incursionar en las telecomunicaciones (creó AT&T) y en la electricidad (al crear General Electric), incluso a diversificar la industria del acero, que dominaba Carnegie.

“Fue así como surgió US Steel, la primera corporación de mil millones de dólares creada por Morgan en 1901 para consolidar la mayor cantidad posible de la industria del acero, comprando, fusionando y creando esa nueva corporación”.

“Esto redujo drásticamente el nivel de competencia y garantizó la tranquilidad del mercado”.

“Debido a que Morgan era muy respetado y porque la influencia de su banco se había extendido ampliamente en todo el sector financiero, en 1907, cuando parecía que se avecina otro colapso financiero, Morgan pudo reunir a su círculo de banqueros y lograr que rescataran el Trust (sociedades fiduciarias) cuyo hundimiento hubiera tirado abajo a la economía”, dicen los historiadores.

“Fue capaz de enderezar la economía, cosa que un solo hombre no hubiera podido hacer más adelante, cuando la economía creciera a mayor escala”.

Morgan fue una pieza clave, tanto en la configuración de la nueva economía estadounidense como en la creación del nuevo perfil público de los hombres más ricos y poderosos.

La ostentación del dinero

Hoy consideramos la ostentación de la riqueza como algo natural, pero a finales del siglo XIX y principios del XX, era algo mal visto. Fue cuando los ‘barones del dinero’ empezaron a querer lucir su riqueza en público.

“El yate de J.P. Morgan, ‘El Corsario’, era el ejemplo perfecto de la riqueza ostentosa. Así que  los ‘barones’ y sus familias gastaban cada vez más dinero, para adquirir  bienes: ropa, muebles de lujo y valiosos objetos de interiores”.

“Pero, ¿qué hicieron esos tipos con tan enormes fortunas? La invirtieron en filantropía”, explica una historiadora.

“En una sociedad altamente estratificada, como lo era Nueva York, poder invertir en la filantropía era una forma de demostrar que habías llegado al tope de la escena social”, señalan los expertos.

Fue así como el consumo  se convirtió en una ansiedad de élite; y también trajo nuevas posibilidades para las masas.

De hecho,fue lo que llevó al desarrollo del teléfono y a la electrificación de las ciudades, hasta inventar  el ascensor que hizo posible crear los rascacielos”.

“También fue el momento del fonógrafo y el cine”.

Y no obstante todo eso, algo se perdió. Los cambios que llevaron a EEUU los ‘barones del dinero’, transformaron el concepto del ‘sueño americano’, que implicaba lograr el bienestar en una escala modesta.

“Pero a finales del siglo XIX, el sueño se transformó: Wall Street se convirtió en un un lugar donde todos podían ir y hacerse súper ricos de la noche a la mañana. Así fue como el sueño americano se agrandó, y se tornó obeso”.

Pero esa aspiración también quedó mancillada. “Durante la Era Industrial hubo enormes desigualdades, por lo que el viejo sueño americano se volvió rancio”.

El legado

¿Cuál fue entonces el legado que dejaron J.P. Morgan y los otros ‘barones del dinero’ como Vanderbilt, Gould, Carnegie y Rockefeller, cuyos nombres aún resuenan en la actualidad?

“Algunos todavía admiran la enorme influencia que tuvieron, mientras que otros creen que fueron una de las más grandes amenazas para la república”.

“Son grandes símbolos morales: por un lado representan las historias de mayor éxito de EE UU. Por el otro, simbolizan todo lo que puede salir mal en la economía de un país: como la avaricia y la corrupción”.

Los ‘barones del dinero’ como Cornelius Vanderbilt  y Jay Gould, tuvieron un éxito descomunal, pero usaron métodos muy cuestionados.

Los ‘barones del dinero’ dejaron imponentes construcciones, como el Rockefeller Center y el Carnegie Hall, pero además moldearon a las grandes ciudades, con sus enormes edificios, grandes corporaciones y millones de habitantes, que fueron un producto de la Revolución Económica que ellos lideraron en el siglo XIX.

Por otro lado, lograron acumular sus colosales fortunas, no siendo innovadores, sino imponiendo monopolios y venciendo a la competencia con una despiadada lógica de ‘economías controladas’. (Adam Smith, historiador).