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El planeta y el hombre después del coronavirus; la toma de consciencia
En el momento menos esperado el planeta Tierra está convulsionado. Como terremoto histórico y geológico, el coronavirus (COVID-19) lo ha cambiado sutilmente con una parálisis masiva y global, impactando la biología y el comportamiento humano. De alguna manera, el coronavirus nos devuelve la imagen del mundo que hemos creado, con enormes problemas sociales que dominan la escena mundial, como la pobreza persistente y la miseria humana muy distribuidas. Esto nos revela un brutal contraste entre la opulencia y el despilfarro de una minoría y las carencias del resto de la población. Los diferentes aspectos del desarrollo económico, en general, y los concernientes a la problemática ambiental, en particular, están asociados con profundos cambios de la economía mundial que nos puede llevar a condiciones irreversibles.
Hemos llegado a un punto en que la crisis económica, social, ambiental y de valores se refleja en los acontecimientos cotidianos quedando de manifiesto que las políticas neoliberales han sido un fracaso que han llevado a la población mundial y al planeta al borde del colapso. Esta realidad nos debe hacer reconsiderar la forma en que se han aplicado las políticas sociales y económicas y, por ende, las relacionadas con el medio ambiente y los recursos naturales. Se nos presenta la necesidad de que, para resolver los problemas que nos aquejan como civilización, necesitamos desarrollar nuevas alianzas suficientemente fuertes, con el compromiso de los sectores oficiales, de científicos y personas que ejercen diversas profesiones y de la sociedad civil organizada que viven los problemas día a día, es decir, de todos los involucrados en los procesos de desarrollo. En otras palabras, todos los que integran cualquier sistema social y ven afectados sus intereses o los de otras personas, deben trabajar de manera integrada, sintiéndose parte del problema y de las soluciones. Necesitamos de todos para salvar el planeta Tierra, cuidando el equilibrio propio de la naturaleza, respetando su capacidad de carga, aprovechando en forma sustentable los recursos naturales y reduciendo el crecimiento de la población para tener una vida digna que permita satisfacer las necesidades primarias de alimento, ropa, vivienda, educación y salud de todas las personas.
A raíz del coronavirus, y gracias al confinamiento, el planeta respira mejor. Este hecho muestra el daño que hemos hecho a la naturaleza y a los animales, teniendo un impacto significativo en el medioambiente y la fauna.
Cuando esta situación pase, los problemas como el cambio climático, la contaminación atmosférica en las grandes ciudades y la pérdida de biodiversidad –que no han dejado de ser desafíos de enorme magnitud– ocuparán de nuevo nuestra atención y de nuevo se hablará de aplicar medidas urgentes.
Quienes nos hemos preocupado por el tema ambiental y la sustentabilidad, la participación activa de la sociedad civil y el seguimiento de la actuación de políticos, deberemos de buscar soluciones más efectivas para cambiar nuestros hábitos de vida. Sería deseable que esta crisis nos haga más maduros y dé lugar al nacimiento de una conciencia colectiva con corresponsabilidad social determinante, para encarar los muchos desafíos que deberemos enfrentar en las próximas décadas. En otras palabras, necesitamos desarrollar una Ética Ambiental que nos relacione como persona/planeta porque somos indivisibles y dependemos el uno del otro.
Una ética de la tierra cambia la concepción antropocéntrica del hombre conquistador de la tierra, a la de un ser vivo que vive en armonía con ella y con todos los seres vivos que cohabitan en ella. El reconocer los derechos de la Madre Tierra nos abrirá el camino hacia una sociedad plenamente democrática, que aspire de modo realista a conjugar justicia, libertad, igualdad y confraternidad.
En medio de tanto dolor y sufrimiento revelado y provocado, esta pandemia nos ha venido a ofrecer también una acción terapéutica y una lección política. Nos ha mostrado el origen de nuestros males, de nuestra enfermedad civilizatoria, pero a la vez nos ilumina sobre caminos de sanación posibles. Nos muestra la posibilidad terapéutica de dejar de comportarnos como conquistadores y empezar a concebirnos y comportarnos como nobles y humildes cultivadores de la Madre Tierra.
Resulta imprescindible retomar el camino y llevar a cabo una reeducación de la población humana en todos sus niveles y categorías, para que perciba la crisis ambiental en su justa dimensión y se modifiquen los valores y actitudes que condicionan el comportamiento en relación con el medio ambiente.
En conclusión, lo que podemos aprender del coronavirus es que necesitamos tomar consciencia. Bajar de las alturas del capitalismo hipertecnológico hasta entendernos como parte de la trama de la vida, desterrando el antropocentrismo. El coronavirus es una excelente noticia para sustentar un nuevo horizonte social y político, que al superarlo será un ejercicio no sólo para desarrollar la resiliencia social, sino también para reaprender los valores de cooperación, compasión, generosidad y amabilidad, y construir sistemas que institucionalicen estos valores.
*La mayor parte del texto de este artículo fue tomado del libro de mi autoría: “La Sustentabilidad en las IES: Una Visión Holística” (2010).