Usted está aquí
El peso del pasado
Recibí críticas, sugerencias y ofensas por dos artículos. Supongo que me leen y reaccionan desde su lectura lo que entendieron. El lector tiene el privilegio de la comprensión, aunque no coincida con la de otros. Se habla de una teoría de la recepción: quien lee una página del Génesis tiene su exégesis sobre ese Dios que elige a un pueblo sobre todos los demás; al observar una pintura se la interpreta, como el óleo de Van Gogh “Los Zapatos Viejos”, que es deplorable, pero cuando el estilo Van Gogh se impuso (ya había muerto) esa pintura adquirió un valor estético excepcional. Platón escribió que los ídolos (“eidolon”: las imágenes) tienen una doble clave: son el reflejo de la realidad (según su artista) y son una interpretación de quien las hizo y quien las contempla.
Me dijeron que siempre hablaba mal de Saltillo, tanto del presente como del pasado. No lo creo. Soy saltillense, quiero mucho a mi ciudad y me atengo a los hechos. ¿Qué es hablar mal?, ¿qué significaría hablar bien? Varios obispos, unos siete, fueron los máximos defensores de los indígenas, pero el virrey-arzobispo de México envió al gobernador de Coahuila en 1727 una orden de exterminar a los indios que no se hicieran cristianos. Ocurrió cuando el rey Felipe V sugirió acabar con las grandes tribus de Coahuila: los chizos, cocoyomes, acoclames y coahuileños. ¿Estoy hablando mal? Estoy haciendo historia. Dígase lo mismo si nos enteramos de que el gobernador de la Nueva Vizcaya (a la que pertenecían Saltillo, Parras, San Pedro y Viesca) envió una atenta carta al rey contándole que “me favoreció Nuestro Señor con otros sucesos muy felices en que les matamos y quitamos pasadas de trescientas a cuatrocientas personas” (indígenas). Así que un perverso gobernador atribuía su masacre a Cristo. ¿Verdad que las matanzas no empezaron con Calderón? Un historiador no debe vivir en el pasado sino comprenderlo para entender el presente. Hoy nos toca defender a las Familias por nuestros desaparecidos de Coahuila.
La apertura de archivos deja saber cosas que no imaginábamos. A ver cuándo conocemos lo que ocurrió en estos últimos cuarenta años. Sabemos que algunos gobernantes fueron siniestros, como los antes nombrados, y no debemos dejar que escapen al juicio de la historia. ¿Qué podemos decir de los actuales?
¿Ha oído usted el nombre Ejido Batopilas, de La Laguna? Fue famoso en los setenta. Los campesinos tomaron una hacienda vitivinícola y ganadera y la trabajaron colectivamente. Era un ejemplo que se comentó allende las fronteras (Estados Unidos, España, Francia). Algo anómalo tuvo lugar ahí: dos jóvenes millonarios “de izquierda” apoyaron esa invasión y tanto “amaban” a los campesinos que edificaron sus casas en el ejido. El nombre de ellos era poco conocido entonces; hoy todos lo saben: Carlos y Raúl Salinas de Gortari. Yo estaba por casualidad en La Jolla (Universidad de California) cuando Raúl presentó su “investigación” de un año (gozaba de una generosa beca) y su tema era “La lucha por la tierra en el ejido Batopilas”. A pesar de que lo presentó Arturo Warman, secretario de la Reforma Agraria, muchos gringos se burlaban. Daba pena ajena porque su hermano acababa de cambiar el artículo 27 de la Constitución cediendo a la especulación las tierras de indios y campesinos.
¿Podríamos considerar la experiencia de Batopilas como historia? Sí, porque ya tenemos la distancia suficiente para intentar una comprensión. Aclaro que la presencia de los Salinas no ensucia ni a los campesinos ni a sus promotores, como el padre José Batarse, a quien los campesinos cuidaban porque estaba realmente amenazado; se lo llevó el obispo Samuel Ruiz a Chiapas para salvarlo. La experiencia lagunera tuvo entre sus andamios la presencia de personas valiosas como Armando Sánchez de la O, Benigno García y Hugo Andrés Araujo: los tres fueron encarcelados en Saltillo. Así que los Salinas no ensuciaron esa gesta. Un historiador debe separar el trigo de la cizaña.
Creo que sería el momento de rescatar experiencias. He recibido no pocas memorias de quienes fueron partícipes de movimientos de masas en La Laguna e, incluso, tesis doctorales, una presentada en la Universidad de Georgia otra en la UNAM. Hacen falta trabajos de comprensión del pasado reciente.