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El pacto fiscal en tiempos de la pandemia
Por más que parezca un tema obligado, esta vez no voy a hacer alusión al bicho de moda y sus terribles consecuencias. Ciertamente, de acuerdo a lo declarado por el Subsecretario de Salud y crush predilecto de toda tía mexicana con Facebook, Hugo López-Gatell, nuestro país arribó a la anunciada fase 3 de la contingencia, por lo que habrá de reforzarse el aislamiento social y, en mayor medida, será solicitada la presencia de la heroína de flamante manufactura, Susana Distancia, acompañada por su inseparable amigo Abraham (chiste local).
Tampoco voy hacer mención del trágico desplome de la mezcla mexicana de petróleo, la cual –por primera vez en la historia– se cotizó en valor negativo, ubicando su precio en menos 2.37 dólares por barril. Mientras tanto, el agonizante Pemex continua registrando pérdidas, al tiempo que las calificadoras internacionales consideran a los títulos de la empresa dentro del segmento de bonos basura. Así las cosas, el panorama de la economía nacional luce más sombrío y aterrador que transmisión en vivo de Paulina Rubio por Instagram.
Hoy quiero referirme al pacto fiscal; sí, a ese raro mecanismo que últimamente ha dado mucho de que hablar y mediante el cual se conforma el sistema de coordinación de las haciendas publicas federal y estatales, a través de la determinación de las fórmulas para dividir los ingresos entre las entidades federativas.
Como sabemos, hace algunos días, los gobernadores de Coahuila, Jalisco, Nuevo León y Tamaulipas, señalaron la urgencia de revisar el mentado acuerdo, pues desde su creación y hasta la fecha, se han cometido toda suerte de injusticias al momento de partir las rebanadas del pastel.
Recordemos que ciertos impuestos federales son cobrados por las entidades; luego, los dineros forman una bolsa común que después es distribuida a través de participaciones. Y es aquí donde la puerca tuerce el rabo, ya que (con honrosas excepciones) los estados que más aportan al desarrollo económico del País, son los que menos recursos obtienen.
Conforme a estudios recientemente publicados, Coahuila recibe tan sólo 16 centavos por cada peso que envía a la federación; o lo que es lo mismo, de cada peso cobrado en nuestro estado por concepto de impuestos federales, el centro se queda con 84 centavos, los que llegan a otras entidades cuya contribución es menor. Así, estados como Oaxaca, Chiapas, Guerrero o Nayarit, alcanzan hasta 1 peso con 50 centavos por cada peso tributado.
Pero el meollo no está en el reclamo (justo, por cierto) sino en los tiempos y en las formas en que éste se presenta. Al respecto, los analistas de café recalentado han visto en el asunto un sesgo de oportunismo político; incluso, habrá quien se pregunte: ¿por qué los mandatarios estatales alzan la voz hasta ahora que gobierna la autonombrada 4T?, pero no es así.
Tal vez no todos recuerden, pero al menos en este pedazo de México, el hoy gobernador siendo aún precandidato, advirtió las profundas inequidades del pacto federal. Desde aquel lejano 2017, Miguel Ángel Riquelme lanzaba el grito “a Coahuila lo que le corresponde”, poniendo sobre la mesa el necesario análisis y discusión de la Ley de Coordinación Fiscal. De esa forma, por imposible que parezca, un precandidato priista a la gubernatura, ponía el dedo en la llaga cuando era mandatario nacional uno de sus correligionarios: Enrique Peña Nieto. Entonces, la exigencia ni es una novedosa ocurrencia ni se trata de una consigna en contra del hijo consentido de Macuspana. Tampoco es una reyerta partidista, ya que a la iniciativa de marras se han sumado un gobernador independiente, uno panista y otro más extraído de Movimiento Ciudadano. Hay que decirlo, Riquelme lleva varios años picando piedra con el tema y ha mostrado congruencia entre el discurso y las acciones. Podrá gustarnos o no, pero la historia no miente.
No falta quienes cuestionan la razón por la cual se retoma el argumento en medio de la pandemia del COVID-19, pero es precisamente ante ésta eventualidad cuando quedan al descubierto las desigualdades en el reparto de los recursos. Ejemplos los hay y muchos; trataré de explicarme con uno de ellos. Desde aquel entonces, el hoy gobernante coahuilense se dolía de que el Hospital General de Zona No. 7 con sede en Monclova no contaba con la infraestructura ni equipamiento adecuado para atender a la creciente población de la región centro; mientras que el dinero brillaba por su ausencia en Coahuila, éste llegaba a Chiapas y Nayarit donde fueron construidos dos modernos centros de salud. ¡Sí mamá! el hospital convertido en el epicentro de los contagios por coronavirus en la localidad, fue señalado mucho antes como un ejemplo de injusticia, dadas las condiciones en las que se encontraba desde entonces.
Aquí en confianza, ¿el pacto fiscal será revisado y la distribución de los ingresos llegará a ser más equitativa? Por el bien de México, ojalá que sí; aunque debemos reconocer que los resultados de la propuesta son de pronóstico reservado. Pero, como dijo el maestro Alejandro Filio: “aunque largo sea el camino, habrá que empezarlo a caminar”. Ahí se los dejo para la reflexión.
Aquí en confianza
Iván Garza García