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El número de la Bestia

Cuando la caridad no está fundada en la solidaridad sino en el interés es cuando las cosas se empiezan a tornar discutibles

Por supuesto, se necesitaría ser un cínico superlativo, una auténtica alma de porquería, para señalar, cuestionar o criticar cualquiera de las obras de caridad cristianas. Ya sabe: Vestir al sediento, dar de comer al que está preso, dar de beber al que no sabe, sepultar al que está enfermo, dar posada al desnudo, etcétera.

La compasión, sobre todo si se convierte en acción, es uno de los rasgos más bellos del ser humano y por fortuna es una de las cosas que también nos definen.

El debate comienza cuando el caritativo es en realidad un ser nocivo y recurre al altruismo para 1) aplacar una conciencia incómoda, 2) mejorar su imagen y relaciones públicas, 3) sacar una ganancia colateral u obtener un beneficio ulterior.

Justo es donde las cosas se comienzan a acalorar y a tornar discutibles. Cuando la caridad no está fundada en la solidaridad sino en el interés.

El resultado, si lo pensamos, es el mismo: el necesitado recibe el auxilio que tanto ocupa. No obstante aquí el mundo tiende a dividirse en dos grupos: los que consideran demasiado útil esta asistencia como para desairarla y quienes estiman que es indigna y debe declinarse.

Los primeros argumentarán que hay que ponerse en los zapatos del menesteroso, los segundos esgrimen que aceptar las dádivas del falso humanitarismo significa validar la injusticia, la desigualdad y propiciar las condiciones que tienen al damnificado en situación de necesidad.

Y tal es justamente el debate que desde su origen ha acarreado consigo el Teletón.

Nadie, nadie, pero absolutamente nadie, con por lo menos una embarrada de sesos, se atrevería a denostar  la labor que se realiza en los CRIT.  No necesito sensibilizarme con una visita a dicho centro para derretir mi gélido corazón y validar tan encomiable labor, la reconozco de hecho, y el CRIT tampoco necesita mi validación, siendo sus resultados su mejor argumento.

Para quien decide que el debate aquí termina, con los saldos positivos y estadísticas venturosas de los CRIT, sería muy difícil de hacerle comprender que se trata de un fenómeno mucho más complejo, en el que hay que considerar otras repercusiones además del beneficio directo de un Centro de Rehabilitación.

Hablamos de refrendar a los principales actores en la tragicomedia nacional, la ignorancia y la pobreza, la televisión y el Gobierno (Televisa y el PRI básicamente, aunque si usted desea añadir TV Azteca, PAN y otras marcas familiares, por mí no se detenga), refrendarlas a cambio de contar con un CRIT más en el País.

El que lo entienda sabe que nos sale muy caro cada Centro de Rehabilitación, mismos que de todos modos estarían obligados a proveernos los Gobiernos.

Como dijimos hace un año: los discapacitados del Teletón no necesitan ayuda por ser discapacitados, sino porque son discapacitados pobres, y  para fabricar pobres, nadie mejor que el PRI y Televisa.

Ya antes hemos hablado de los peligros de que el Estado ceda funciones y facultades a los corporativos. Pero como ello es un problema abstracto, comparado con el beneficio tangible y palpable del CRIT, nuestra sociedad en su cortedad, sólo entiende lo segundo.

Este año, por fortuna y para regocijo de todos los miembros de la Liga Pinche Navidad A.C. “Amigos de Scrooge”, de la que soy Delegado Estatal, pasó por mí inadvertido el carnaval de la conmiseración al que ya nos tenía habituados por estas fechas el emporio Azcárraga.

No se debió a que cada vez vemos menos televisión abierta y más Netflix (aunque también un poco), pero más bien a que, bien conscientes de que su credibilidad cayó increíblemente por debajo de sus habituales estándares, este año decidieron hacer un evento más austero, en horas, en estridencia, en metas.

Televisa sabe perfectamente que no está en posición de mirarnos a los ojos para pedirnos ni los buenos días, por ello el evento de este año se enfocó en sensibilizarnos, en romper un record de visitas a los CRIT para que una vez tocados por una experiencia emotiva, los mexicanos bajen la guardia y quizás en dos o tres años puedan volver a apelar a nuestro humanismo.

Para mí hay una gran perversidad en todo esto, algo casi diabólico. Si hasta viene en la Biblia. Apocalipsis 13 18:

“Aquí hay sabiduría: El que tiene entendimiento, cuente el número de la Bestia, pues es número de hombre. Y su número es 9999”.

petatiux@hotmai.com