El nuevo monstruo

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El nuevo monstruo

El Presidente es un monstruo y un grupo de gladiadores-candidatos lucha por aplastarlo cada seis años. Todos ellos llegan con discursos promisorios contra el monstruo.

Sabemos que son meras ilusiones, propuestas impracticables, oratoria que confunden con política. En el fondo quisiéramos creerles, quisiéramos hubiera una esperanza, un mejor futuro.

Los gladiadores acabarán con el monstruo, para nuestro deleite, aunque después ya no sepamos qué hacer con el nuevo monstruo. Igual que el anterior, nos tomará por el cuello y nos acabará uno a uno.

Es la historia de Saturno devorando a sus hijos, porque Saturno sabía que uno de ellos algún día le quitaría el trono. En México, esta clase de bestia “entra como dios vivo y sale como payaso de las bofetadas. Quienes seis años antes reptan a sus pies, seis años más tarde le lanzan escupitajos. Tan abyecta es la adulación al que sube, como la injuria al que baja”. El poder es fiesta sexenal y la vergüenza es eterna. 

Al llegar a la silla —ese potro de tormentos— el nuevo monstruo se desliga del anterior. No importa que sea de su mismo partido o familia. El nuevo monstruo puede llegar hasta encarcelar al hermano del anterior, con tal de tener al otro a raya.

El que derrota al monstruo y ocupa su lugar se vuelve el monstruo"
José Emilio Pacheco

Aplastar al monstruo anterior le genera enemigos que algún día lo derrocarán. Los súbditos creemos que el monstruo lo puede resolver todo. En realidad, ese engendro tiene muchos poderes, pero menos de los que se piensa: es un mito, es una luz, un sueño para el ciudadano. Lo extraño es que el esperpento no se convierta en un Calígula o un Nerón. El monstruo piensa que él es el Estado, que él es nosotros, el pueblo. Pronto se vuelve sordo, ya no escucha nuestras necesidades. La piel se le hace muy sensible. Hasta el más leve roce de nuestra crítica le produce ardor.

El muy ogro se empieza a creer infalible y cree que lo que dispone es lo mejor para nosotros. El monstruo ama su laberinto oscuro: ese conjunto de leyes en el que se pierde la razón. Leyes que el mismo monstruo se encarga de usar en nuestra contra para su beneficio. 

Si el monstruo no viene ya corrupto, el poder y el sistema lo corromperá totalmente y todo lo que el engendro toque se corromperá. El dinero y los puestos perfeccionarán su maldad y harán que actué contra sus propios sentimientos, hasta dejarlo sin ninguno.

“Las democracias no se hacen con decretos sino con virtudes. Las grandes virtudes que causan la democracia son la veracidad, la justicia, la previsión, la cooperación y el trabajo activo, inteligente, colectivo”. Francisco Bulnes.

“Para salvarse necesita México una firme, perseverante y definitiva política de conciliación y reconciliación de los elementos antagónicos que tienden a desbaratarlo, y ello unifique para siempre a todos los habitantes del país”. 

jesus50@hotmail.com