El Mutante

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El Mutante

Ilustración: Vanguardia/Esmirna Barrera

Por: Anabel Dávila Rodríguez

El joven emergió del agua un tanto enlamada y se encaramó en la especie de muelle que había entre un islote y otro.

El traje de baño de neopreno le cubría desde el ombligo hasta un poco más arriba de las rodillas. El delgado torso lucía de un marrón bastante débil. Totalmente lampiño, sacudió el agua de su cabellera escasa y negra, con algún reflejo verde, cuando algún fugitivo rayo de sol lograba filtrarse de entre las espesas nubes grises. Hizo movimientos espasmódicos, para repeler el agua que se le quedaba entre las membranas que unían los dedos de sus pies.

Se sentó a esperar, y para pasar el rato, sacó de su bañador una pequeña bolsa impermeable con al menos veinte artefactos inalámbricos, parecidos a tapones para los oídos.

Los estaba acomodando por colores cuando escuchó primero y vio después, al hombre que, a bordo de una chinampa, gritaba anunciando:

 -- ¡Los tomates! ¡Las cebollas! ¡Chiles fresquecitos!  ¡Llévele, llévele!

El joven tritón le hizo señas y el de la chinampa se acercó y lo saludó efusivmente

-- ¡Qué hay, mi Demóstenes González!  ¿Qué vas a llevar hoy?  ¿Me trajiste el celular pa’ mi jefecita?

-- ¡Pos clarines que yes, mi buen Redentor!  Aquí mero están. A ver de qué color lo quieres.

-- ¿Seguro que se adapta a la oreja y cerebro de mi jefa? ¡Ya está grande, tiene 45!

-- Seguro, mi Rede. Está bien probado y comprobado. Mi abuelita, que en paz descanse, se nos fue de 55 años, y la cremamos con el celular en la oreja; nunca se quiso deshacer de él.

-- Ta’ bueno mi Demo. ¿Qué vas a llevar, pues, por el celular?  ¡No te ataques! ¿Eh?

-- ¡Nombre! ¿Cómo crees? Nomás quiero 6 tomates, 2 cebollas y 10 chiles. Está bien ¿No?

--¡Se te está inundando el cerebro! ¡Las branquias no te están funcionando ya, y se te mete el agua!!  Te doy 3 tomates, 1 cebolla y… ta’bien… 5 chiles. Y no te voy a dar más. No me hagas perder el tiempo, porque ya va a llover.

--Ta’ bien, mi Reden. Ahí ta’ el cel. Échale mi comida.

El mutante vio cómo Redentor se alejaba en su chinampa, guarecido bajo un remedo de techo, hecho con una lámina oxidada en donde se leía:

“MEXICO CITY ALWAYS WITH  PRI”

 

Anabel Dávila Rodríguez
De padres y abuelos saltillenses, por casualidad nació en la Ciudad de México, un 2 de junio de 1956. Vive en Saltillo desde hace 39 años. Estudió Pedagogía en la UNAM. Es maestra del Taller de Lectura y Redacción, en la Preparatoria del Liceo Freinet, desde hace 20 años.

 

Asiste al diplomado en Cuento: Teoría y Práctica, que imparte Alejandro Pérez Cervantes, en la Universidad Iberoamericana.