El Museo de las Cosas Simples

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El Museo de las Cosas Simples

Hace mucho tiempo, a principios de los años setenta del siglo pasado, escuchaba a la compositora Bertha Villaseñor tocar al piano mientras cantaba una canción que decía: “Las cosas simples de la vida / las cosas simples del amor/ me hacen reír, me hacen llorar / nunca las podré olvidar”.

Las cosas simples son un gran tema en la historia de los pueblos porque están ligadas a la vida misma. Tiene que ver con los usos y costumbres cotidianos. Con prácticas para la producción de alimentos y para su consumo.

Traer del traspatio los limones para preparar una bebida refrescante, saber cuál de las hierbas que se encuentran allí hay que poner a hervir para disfrutar de un té, o como remedio medicinal.

El conocimiento del protocolo de cómo pedir la mano de alguna muchacha para un hijo y qué platillo llevar para compartir con la que será la nueva familia política es también una cosa simple pero en la que se advertir el cuidado de las formas.

Cómo pintar a la cal y restaurar las casas de adobe sin utilizar cemento, significa un saber que podría pasar desapercibido en los pueblos norestenses si no fuera porque hay edificaciones que siguen en pie desde hace más de doscientos años.

Qué sembrar y cuándo levantar la cosecha; cómo deshacerse de las plagas que afectan los cultivos; cómo enriquecer la tierra y cómo labrarla para que no pierda sus nutrientes son cosas simples que permiten la autosuficiencia alimentaria de los pueblos. Los dichos, las frases, las canciones populares, las leyendas orales… Mucha riqueza intangible.

La manera de desarrollar las prácticas religiosas que de sí implican reglas y que brotan de manera sencilla en las celebraciones de bautismos, quince años, bodas y misas de cuerpo presente son sin duda cosas simples que significan un conocimiento ancestral.  

En los pueblos eran comunes las parteras, las maestras rurales, los boticarios, los sepultureros, los arrieros, los adoberos, los carpinteros, los sombrereros, las cocineras para los grandes eventos; todos ellos son parte de una memoria histórica que sigue presente y que en su momento fueron ejemplo de lo simple… de lo cotidiano. 

Por eso me da gusto que en Bustamante, el sábado 6 de agosto que es un día emblemático pues es el principal día de la Fiestas de “El Señor de Tlaxcala”, se haya inaugurado el Museo de las Cosas Simples: Folklore, tradición y personajes populares, un esfuerzo desde la sociedad civil coordinado por la fundación Mundo Sustentable A.C.

En este museo se encuentra una magnífica exposición de trajes para danzas fruto del esfuerzo de décadas del maestro Daniel Andrade notable investigador de folklore. Un grupo de promotores de cultura popular encabezado por los maestros Fernando Ríos y Josefina Palacios quienes fueron discípulos del maestro Andrade preparó cuidadosamente 30 trajes que recrean la vestimenta para danzas desde la época porfiriana hasta la época moderna y que incluye danzas mestizas y danzas de origen indígena.

No se me olvida que cuando pedí entre los años 2010 y 2012 apoyos de gobiernos para el establecimiento del Museo de la Memoria Viva que por cierto se inauguró en 2013 por Jericó Abramo alcalde saltillense de entonces; me dijeron que era absurdo que Bustamante tuviera un museo: Ahora tiene dos y qué bueno, porque en Bustamante, la magia sí existe.  

Ahora que Jaime Rodríguez Calderón, gobernador de Nuevo León inauguró el Museo de las Cosas Simples y que recordó la importancia de la cultura de los pueblos, prometiendo apoyar este esfuerzo ciudadano para que sea aprovechado por escolares de la región, debo decir que se renueva mi esperanza. La promesa la hizo frente a los responsables de la educación, obras públicas, turismo y cultura de su gabinete, pero más que nada, su compromiso fue ante representantes de un pueblo digno, generoso y risueño.