El muro y la grieta: Farándula y escritura
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El muro y la grieta: Farándula y escritura
Ya el maestro Gabriel Zaid lo ha explorado antes y mejor en su conocido título: “El secreto de la fama está en volverse un objeto. No cualquier objeto, sino un objeto de atención para muchas personas”. Esto a cuento a partir del creciente rumor sobre la posible relación sentimental del cineasta mexicano Alfonso Cuarón con una reconocida escritora mexicana, pues ¿Cómo resistirse al encantadora idea de dos artistas talentosos, triunfadores, jóvenes, guapos, flechados por el capricho de Cupido?
No serían los primeros, ya antes que ellos, otros famosos (intelectual y “artista, creador y creadora) se han unido con resultados luminosos o terribles: ahí está la proverbial pareja de Diego y Frida –un elefante y una paloma-, emparejado éste antes con la bella escritora y modelo Lupe Marín, quien a su vez (unos años después) se desposaría con el brillante poeta miembro de Contemporáneos, el atormentado y lúcido Jorge Cuesta.
Promiscuo como ha sido siempre el medio intelectual, Frida a su vez había sido cercana del artista Alejandro Gómez Arias, y en muchas versiones, coincidido más que políticamente con el ideólogo Leon Trotsky.
La luz y fatalidad
Al otro lado del ring de Eros –“A batallas de amor, campo de plumas”, dijo el poeta– la bella fotógrafa Tina Modotti habría sido otra víctima propiciatoria al apetito insaciable del Gran Sapo. De aquellas épocas queda el saldo terrible de los amores contrariados: la gran Antonieta Rivas Mercado y el pintor homosexual Manuel Rodríguez Lozano, hasta su desenlace fatal en Notre Dame, tras la desilusión, ante el filósofo y político José Vasconcelos. Al reverso vital de este encontronazo derivan los ecos fatales: como el arquetipo de Ted Hughes y la suicida Sylvia Plath. O, en nuestro país, con un saldo más ligero: la memorabilia pop de un José Agustín –entonces joven estrella de la Onda– prendado de una bellísima estrella juvenil Angélica María.
De esos amasiatos –tema que mayormente nos interesa- no siempre surgió la mejor producción artística, salvo los cuadros de Frida que se cuenta Diego terminaba, o las esculturas que el infame Rodin se habría adjudicado de su fiel amante Camile Claudel, quedaron productos olvidables: Agustín, enamorado, sólo alcanzó a escribirle un guión a su novia de entonces para una peliculita olvidable: “Cinco de chocolate y uno de fresa”.
Coda
¿Será que ser artista o pretenderlo es una nueva forma de estar in? ¿“Andar” con escritores una nueva forma de ser cool? ¿Quién le apuesta a ello pensará en el talento o el genio literario como una forma de enfermedad de transmisión venérea? No lo sabemos…
No sería la primera vez que la literatura y la celebridad se rozan: no hace muchos años que una entonces actriz en boga se le pegó al gran Enrique Serna, resultando entonces también escritora.
Pero el caso que nos ocupa es distinto. Porque se trata de dos talentos comprobados, una suerte de pareja ideal. Y ahora finalmente, el chisme: que todo comenzó cuando la escritora trabajó en un libro de arte dedicado a la multipremiada película, que el drama fue mayor porque la ex pareja de ésta era también un exitoso escritor… que el exabrupto amoroso habría catalizado las malas críticas a Roma, por parte del círculo del autor abandonado. Y ahora la clave –no tengo manera de comprobar la verosimilitud de las más de veinte versiones que aseguran la actualidad del romance– ella es autora de una novela sobre uno de los Contemporáneos. De ser real el cuento de hadas, el cineasta y la narradora han de sentirse como ingrávidos. Y el autor abandonado, residente también en Estados Unidos, murmurará seguramente “Ahora me rindo, y eso es todo”.
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