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El muro y la grieta: El poeta y la Revolución
Para Víctor Palomo, escorpión velardiano
Novedad de la patria
¿Qué quiso decir Velarde cuando escribió: “Suave Patria, vendedora de chía: / quiero raptarte en la cuaresma opaca, / sobre un garañón, y con matraca, / y entre los tiros de la policía”? Como se sabe, el tránsito del poeta no estuvo exento del roce con la convulsión política de su tiempo (1888-1921), provinciano y universal, el autor de “Zozobra” sólo habitó en su vida, además de la tierra natal, tres ciudades: San Luis Potosí, Aguascalientes y Ciudad de México. Fue en el Instituto Científico y Literario de SLP –hacia 1908- donde conoció al joven abogado coahuilense Manuel Aguirre Berlanga, y dos años más tarde a Madero. De ahí surge la versión de que el poeta habría intervenido en la redacción del Plan de San Luis, el manifiesto maderista que encendería el fin porfirismo. Sin embargo, estudiosos como Guillermo Sheridan afirman que no existe evidencia que sostenga esta leyenda
Tránsito
El coahuilense Manuel Aguirre Berlanga sería uno de los diputados constitucionalistas, y vinculado también a otros personajes de la época, –fundaría junto a Otilio González, Gustavo Espinosa Mireles y Martín Luis Guzmán el Partido cooperativista mexicano, antes de los veinte- al triunfo de Carranza, pasaría a fungir como Secretario de Gobernación. Admirador del talento del zacatecano, lo invitaría a trabajar en la dependencia a su cargo. En 1920, ante el golpe militar de los sonorenses –los historiadores lo han llamado eufemísticamente el Plan de Aguaprieta- el presidente tuvo que huir en tren con su comitiva. En ese tren, días antes de ser asesinado en la Sierra de Puebla, iba también Aguirre Berlanga, y según José Emilio Pacheco, es muy posible que lo acompañara también López Velarde (Según algunos contemporáneos, el vate se refería al presidente como “Mi Padrino”). Se sabe que poco antes de tomar los caballos que lo llevarían a su destino final, el presidente ordenó abandonarlo a lo que sería un seguro sacrificio.
De ahí que pocos años después, ya enfermo y hacia al final de su vida, cuando Vasconcelos le comisionara un texto para festejar el centenario de la consumación de la Independencia, el poeta eligiera no celebrar la épica guerrera de los vencedores y que comience aclarando: “Navegaré por las olas civiles”. Se sabe también que junto al poema que le resultaría póstumo y tendría circulación latinoamericana gracias a la descomunal distribución de la revista “El Maestro” -100 mil ejemplares- Velarde trabajaba un largo ensayo paralelo titulado “Novedad de la Patria”. La suya sigue siendo cumbre de la poesía mexicana, y al mismo tiempo, sonoro enigma: ¿El trueno son los obuses? ¿Los esqueletos los muertos de la Revolución? ¿El futuro sangriento de su país?
“Trueno del temporal: oigo en tus quejas / crujir los esqueletos en parejas, / oigo lo que se fue, lo que aún no toco / y la hora actual con su vientre de coco. / Y oigo en el brinco de tu ida y venida, / oh trueno, la ruleta de mi vida.”