El muro y la grieta: El dibujante oculto: Roy Santibañez
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El muro y la grieta: El dibujante oculto: Roy Santibañez
El profe Roy
Lo conocí a mediados de los ochenta, como profesor del taller de dibujo técnico en la Técnica Número 4 (Antes ETIC 110). Ahí, Roy, con una voz apenas audible, medio tartajosa y una disposición que aunque seria, siempre amable, nos enseñó los rudimentos del dibujo: el uso de las escuadras y la regla T, las vistas de planta, juego de las sombras, la interpretación de isometrías. Cada semana nos iba encargando ejercicios más complejos, cuyo reto de terminar a veces abarcaba las tres horas de clase, y a veces, hasta todas las sesiones de la semana. Sus retos geométricos muchas veces nos resultaron imposibles: para terminarlos, tuvimos que pedir su explicación y ayuda. En el largo rato que abstraídos luchábamos en el martirizado campo de las hojas ledger y restiradores inclinados –adolescentes picándose las nalgas con escuadras de 30 grados– Roy se salía a fumar, acodado en el barandal del segundo piso. Yo lo miraba a través de la ventana, y percibía en su gesto reconcentración y una cierta tristeza.
El personaje, el dibujante
La estampa del Roy no era la del profesor común: para empezar, usaba el pelo largo y siempre andaba de mezclilla. A veces usaba chamarras negras, cultivando un aspecto más de rockero maduro que de gris profesor de secundaria. Incluso me parece recordar que usaba un auto deportivo. Todo en él era actitud de libertad y cierta holgura. Pero a pesar de su gesto taciturno y melancólico, sabía ganarse el cariño y admiración de todos: como ejercicio, y cierto alarde –ahora entiendo que su derroche era un guiño pedagógico de visos circenses– Roy se ponía en el pizarrón a dibujar. No como un ejercicio para nosotros, si no un entretenimiento, un espectáculo: trazaba caligrafías con un dominio y conocimiento absolutos –ahora le dicen lettering–, atletas en movimientos, rostros, animales. Una breve y fugaz risa de él coronaba nuestro asombro.
Pionero del diseño gráfico. La mujer en su obra
Casi no hablaba de su vida, todo por fuera, a retazos. Sabíamos que trabajaba también en el TEC, como dibujante. Según el profesor Roberto Rodríguez Lara, él habría nació en Estación Hermanas, un poblado cercano a Monclova y su formación como dibujante habría sido casi lírica, quizá de nivel básico. Sin embargo, eso no le impedía realizar a mano los legendarios posters para los encuentros de futbol americano protagonizados por los burros pardos, carteles de eventos nacionales, tipografías, anuncios, logotipos... Porque aparte, Roy fue uno de los más solventes y prolíficos pioneros del diseño gráfico manual en la ciudad de Saltillo, y posiblemente en Coahuila. Pero su obra mayor, su dibujo más portentoso, eran los prodigiosos retratos de mujeres que alguna vez nos fue dado ver en hojas ledger: dibujos que compañeras o conocidos que le encargaban efigies a partir de fotos de sus novias, obra que casi regalaba o hacía en un par de minutos e iba regando tras de sí. Porque Roy amaba el dibujo: todo el tiempo estaba dibujando. Algunos compañeros de la bohemia, años después, me han dicho de tantos y tantos retratos perdidos que fueron varándose en noches de bar y de amigos. Roy murió en una relativa juventud hace más de veinte años. Hoy su obra, casi toda, está perdida, y en un tiempo y un lugar en que cualquiera –con una pretensión tan abismal como infundada– se autonombra como “artista”, yo puedo jurarlo: nunca vi jamás en Saltillo un dibujante tan prolífico, tan poliédrico, tan adiestrado, sensible y total como lo fue Roy Santibañez.