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El muro y la grieta: Democratizar el arte
El diálogo gráfico
Ha ido desde Mérida hasta Tijuana: a ferias artísticas, encuentros culturales. En 2015, por invitación del artista Demián Flores, hasta estuvo en la Bienal de la Habana. Incluso, ha llegado hasta Oaxaca, y a estar al tú por tú en un entorno reconocido mundialmente por los alcances y calidad de su gráfica.
Norberto Treviño, artista e impulsor del proyecto “Chanate Móvil”, rebautizado por las personas como “El Triciclo”, hace un recuento de este refrescante proyecto surgido en la ciudad de Torreón: a partir de la iniciativa original del taller de gráfica “El Chanate”, bajo el amparo del entonces Icocult, hace casi una década -y apadrinado por el pintor Arturo Rivera- este colectivo se volvió una iniciativa independiente desde hace casi 7 años. Por lo que ahora es uno de los pocos proyectos autogestivos en la región sustentado por apoyos de la sociedad civil: papelerías de barrio que les donan papel, tintas, insumos.
Pero ¿Qué es y qué hace El triciclo, que pedaleado por Norberto o el también grabador Jesús Soto, ha estado en decenas de ciudades del país?
Se trata de un vehículo adaptado con un tórculo e insumos para realizar piezas de grabado en un lapso de tiempo relativamente corto: monotipos, punta seca, línoleo. Y cuenta además en sus marcos externos una suerte de bastidores volantes donde se exhiben las piezas hechas por los propios espectadores-artistas-alumnos-cosumidores-usuarios.
Performatividad lúdica
¿Qué hace el Triciclo? Llega de manera espontánea a un espacio público, donde inmediatamente llama la atención por su parecido a un carrito de elotes, pero adaptado como una suerte de “trinidad” –le gusta así decirlo a Norberto: taller, galería y triciclo. Con los materiales que lleva consigo, y luego de una breve lección, los propios participantes espontáneos crean sus propias estampas, y a través de una cooperación voluntaria, aprenden a realizar sus propias piezas, volviéndose artistas y consumidores: el círculo se cierra.
“Se trata de un acercamiento, un diálogo gráfico. Llegan niños, gente grande y muchos jóvenes.
A veces, en una mañana, digamos cuatro horas, hemos atendido hasta medio millar de personas… se nos acaba el papel, lo cual habla de que en una sesión, se producen un total de mil estampas, o más. Es como una democratización de la imagen”.
El retorno
Uno de los momentos más memorables de este colectivo, fue cuando hace días Norberto regresó a su alma mater: la Escuela de Artes Plásticas “Rubén Herrera”, de la UAdeC (“Torreón es un anagrama de “retorno”, me confía sonriente) con un éxito rotundo, extendiendo su dinámica a las Facultades de Ingeniería y Arquitectura, donde la expectativa y la participación de estudiantes fue mucho mayor. Al día siguiente, estuvo en una plaza de Arteaga, con igual éxito. “A mi me sorprende un poco, porque siempre se ha visto al grabado como el hermano pobre de las artes visuales, la gran aceptación que hemos tenido. Es como dar paso a un pensamiento gráfico. Y pienso también que su respuesta es porque estamos haciendo algo real.”
Hemos hablado ya de los artistas sin discurso ni oficio. De los vicios institucionales. De la simulación y las curadurías aguadas.
Norberto Treviño es uno de los artistas más serios, oficiosos y persistentes que he conocido. Como muchos otros talentosos egresados de la Escuela de Artes Plásticas que casi nunca aparecen en las recurrentes colectivas –Jesús Omar Campos, Carlos Farías, Daniela Elidett, Vinicio Fabila, Eleazar Montejano, Omar Leza- ha sustentado una de las iniciativas más interesantes, propositivas, incluyentes y originales de los últimos años en el panorama artístico del estado, pero ¿Qué falta para que las instituciones volteen a ver este tipo de proyectos y los apoyen (que para eso están), en vez de repetirse en el discurso desgastado a los privilegiados de siempre?
Sabio, Norberto me responde:
“Con su ayuda lo haríamos mejor. Sin su ayuda, lo seguiremos haciendo”.
alejandroperezcervantes@hotmail.com
Twitter: @perezcervantes7