El muro y la grieta: Consejo Ciudadano de Cultura: la inoperancia

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El muro y la grieta: Consejo Ciudadano de Cultura: la inoperancia

Hasta con una amenaza de bomba en Casa de la Cultura buscó impedirse el funcionamiento del Consejo. / Foto: Especial.
Hace unos días, vía un correo masivo, la Secretaría de Cultura hizo la invitación a la comunidad artística de Coahuila a conformar el padrón relativo de la entidad con el fin de convocar a una próxima elección y renovación de los integrantes del Consejo Ciudadano de Cultura: figura que las mismas dinámicas de gobierno, desde su propia creación, volvieron inoperante

La “ciudadanización” de la cultura
De unos años para acá se pusieron de moda en el discurso gubernamental las figuras de inclusión, participación y ciudadanización: dinámicas que en teoría favorecerían la transparencia, imparcialidad y certeza en la toma de decisiones en torno al bien común. Cualidades que se volvían más urgentes en la perspectiva de lo cultural: donde la naturaleza propia del tema demanda la visión, criterio y participación de personas especializadas en cada una de las disciplinas artísticas. La idea era buena, al parecer, esto también de alguna manera combatiría las visiones sesgadas, verticales, cupulares y personalistas que tanto daño hacen en la administración pública. En la pluralidad, entonces, estaba la respuesta.
Y así, allá por 2012-2014, un colectivo de artistas fue empujando para al menos en Coahuila  se creara una Ley que permitiera esta figura, conformada por artistas representantes de todas las áreas, que desde su perspectiva especializada, sirviera si no como una contraparte ejecutiva, sí como un consejo validado para brindar su experiencia y asesoría en el tema de la administración pública de la cultura (festivales, presupuestos, proyectos, programas)  Todo iba bien hasta ahí, pero como siempre sucede en Coahuila, la realidad desdice al deseo.

Una de las últimas reuniones del Consejo de Cultura. / Foto: Especial.

Meter el pie
La Ley para que operara este Consejo Ciudadano de Cultura fue aprobada y multi publicitada. Hubo presentaciones públicas, pero el Consejo empezó mal y de malas. Primer bache: su escasa, por no decir nula, representatividad. Indolente, desarticulada y pasiva como es, la comunidad artística coahuilense votó a duras penas: hubo casos por ejemplo en el que el “representante” del área de letras o artes visuales tenían 3 o 5 votos. Y aún con ese nimio margen, a los “elegidos” no les dio pena tomar el cargo.
Segundo tropiezo: una “voluntad en la sombra” ( así le llamaremos) calentó la cabeza del extinto actor Alejandro Esparza para que interpusiera un amparo  que invalidara al recién formado Consejo, alegando inequidad en la “difusión” de la convocatoria (Como ahora: el plazo vence ya el 7 de junio y apenas ha sido difundida, vía correo y en un archivo cuasi ilegible). El recurso legal del actor, cilindreado por una voluntad perversa, retrasó el funcionamiento del Consejo.
Tercera estación: en uno de los episodios más pintorescos, bobos y bizarros de “la grilla” política en la historia de la administración de la cultura en Coahuila –y quizá en México– para una de las primeras sesiones de dicho Consejo, otra vez la “voluntad en la sombra” hizo de las suyas: una llamada anónima alertó sobre la presencia de un artefacto explosivo ¡En la Casa de la Cultura!... la entonces –y creo todavía– directora Ana Sol Figueroa, apelando nociones “de protección civil” notificó que la sesión no se podría llevar a cabo y que se tenía que desalojar el edificio, debido a dicha amenaza… 

La -ilegible- convocatoria.

Una historia de tropiezos
Y para rematar: durante una de sus primeras intervenciones en actos públicos de la Secretaría de Cultura, ante un fuerte cuestionamiento sobre el tema de la seguridad por parte de una de sus miembros –la bailarina Maribel Lugo- el entonces gobernador en turno, no tomó a bien la alusión y casi quiso regañar al Consejo públicamente.
No se malentienda mi tesis: no digo que la participación de creadores en el Consejo no sirva ni sea necesaria. Al contrario, es urgente su inclusión y existencia. Además de que aún y con su escasa representación, estuvo confrormado en muchos de los casos por personas de comprobada trayectoria, serias y comprometidas por su encomienda. Aquí lo grave es que a pesar de estar sustendado en una ley, este colectivo casi nunca tuvo las facilidades, el margen de maniobra, el peso, ni el apoyo de la institución con la que supuestamente iba a colaborar. Su papel quedó casi en figura decorativa, testigo: convidado de piedra. Es entonces que caben muchas más preguntas ¿A quiénes amenazaba tanto la inclusión de ciudadanos creadores en un Consejo de Cultura, al grado de interponer acciones legales en su contra, o de plano, lanzar amenazas de bomba? 
La historia de los colectivos ciudadanos trabajando a la par de las instituciones de cultura en Saltillo y Coahuila es parca a irregular: mucho antes de esta iniciativa y esta ley (poco después de los dos mil) fui invitado por el entonces coordinador de literatura de la SEC –entonces Icocult– a conformar un Consejo Editorial, que se encargaría de definir las políticas de publicaciones de la institución. Recuerdo que entre el colectivo de personajes que conformaban este cuerpo colegiado estaban personas sumamente acreditadas como el Dr Carlos Manuel Valdés. Si me preguntan cúando sesionó este Consejo Editorial, les responderé: nunca.
Otro caso: la pasada administración del IMCS –la del PAN- tenía un Consejo Editorial, que si bien estaba formado en su mayoría por personas que no eran autores, editores o maestros de literatura- hicieron una labor casi siempre solvente en la preselección de la producción editorial del Instituto. Actualmente, en el IMCS las labores y decisiones de un hipotético Consejo Editorial las toman Jesús de León e Iván Márquez… como durante varios sexenios –con el apoyo de dictaminadores- lo hizo formal o informalmente Herbert en la SEC… El problema entonces de un consejo no sólo es de ausencia, sino de perfil y capacidad: por ejemplo el Consejo de Cultura Municipal actual está conformado por personas ajenas casi en su totalidad al quehacer de la cultura: regidores, empresarios, “periodistas” y personas ligadas a los borrosos méritos de la militancia priísta: son los que año con año, bajo la batuta de Márquez, eligen al merecedor de la Presea Saltillo.
Retomando: ojalá este segundo periodo de la administración de la SEC sí  permita el espacio y la acción para la que legalmente está conformado el Consejo. Un miembro del mismo –de quien me reservaré el nombre- me comentó como muchas veces, las reuniones con representantes de la SEC eran cambiadas a última hora, suspendidas, desairadas e incluso atendidas por parte de los funcionarios estatales con un dejo de prepotencia, desinterés o displicencia, casi casi como si les hicieran un favor a sus miembros creadores. Esta cultura –por el bien de las instituciones y quienes trabajan en ella– es insostenible y tendrá que cambiar.
Finalmente diré que “la voluntad en la sombra” que tantos obstáculos sembró para la conformación y funcionamiento del Consejo, así como de otras iniciativas independientes que fomentaran un contrapeso crítico, está perfectamente identificado. Los creadores en Coahuila sabemos exactamente quién es  (padecimos gente como él durante sexenios): su historia y proceder, sus maneras de operar (podría escribir 50 columnas contando sus trafiques, excesos y auto homenajes) así como conocemos la labor de sus personeros de toda la vida (“su agenda oculta”, como refirió aquel poeta moreirista), los novísimos alfiles en cada una de las instancias públicas –SEC, IMCS, Universidad, Bibliotecas, medios– y le decimos públicamente: su tiempo y su forma de hacer “política”, de pensar y servirse de “la cultura” ya no cabe más en este nuevo tiempo mexicano. Se acabó.

alejandroperezcervantes@hotmail.com

Twitter: @perezcervantes7