El muro de Trump: prueba para nuestro nacionalismo

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El muro de Trump: prueba para nuestro nacionalismo

Prácticamente nadie duda que, tras el triunfo electoral de Donald Trump en los Estados Unidos, se aproxima una época de tiempos difíciles para la región y que eso implica que en México se resentirán con toda seguridad las consecuencias de las decisiones adoptadas desde la Oficina Oval de la Casa Blanca a partir de enero próximo.

Frente a esta realidad, múltiples voces han advertido ya que los mexicanos debemos tener un plan contingente, que debemos prepararnos para enfrentar, como una sola nación, la embestida que muy probablemente comencemos a recibir desde los Estados Unidos y de la cual ya se han planteado los primeros atisbos: cancelación del TLCAN, deportaciones masivas y la construcción de un muro en la frontera.

La última de las ideas ha estado presente en todo el discurso de Trump desde el día en el cual se presentó como aspirante a la nominación republicana y, aunque el tema ha sido ligeramente moderado después de la jornada electoral, el virtual Presidente electo de los Estados Unidos no ha dicho que haya desistido del proyecto.

La idea, de este lado de la frontera, ha sido considerada unánimemente ofensiva y ha sido rechazada en todos los tonos, sin distingos de ideología política. La razón de ello es sencilla: se trata de un planteamiento insultante para nuestra dignidad como nación.

Justamente por ello, resulta igualmente ofensivo que alguien se plantee, de este lado de la frontera, que más allá de los sentimientos que despierte en la población mexicana la propuesta de construir un muro en la frontera con los Estados Unidos, si tal hecho constituye una buena “oportunidad de negocios” no existe razón para rechazarla.

Ésa parece ser la lógica entre los ejecutivos de la empresa cementera Grupo Cementos de Chihuahua, cuyo director general, Enrique Escalante, no descartó la posibilidad de que dicha empresa le venda concreto al Gobierno de los Estados Unidos, para la construcción del muro, si aquél le plantea la posibilidad de convertirlos en proveedores del proyecto.

La razón expuesta por el ejecutivo, de acuerdo con un despacho de Grupo Expansión, es que ellos no pueden “ser selectivos” en relación a los proyectos en los cuales pueden participar, sino que se encuentran obligados a “respetar a (sus) clientes en ambos lados de la frontera”.

Nadie puede decirle a una empresa, ni a un empresario mexicano, que deje de hacer negocios, por supuesto. Pero lo que sí puede pedírsele es que en momentos críticos considere la posibilidad de que las ganancias económicas no le sirven a nadie (por lo menos a nadie que se considere miembro de un grupo nacional) si éstas se obtienen a costa del deshonor y del agravio de todos sus compatriotas.

Lo expresado por el directivo de Cementos de Chihuahua representa una muestra del tamaño del reto al cual nos enfrentaremos como País si realmente pensamos en afrontar con éxito la agresión que puede llegar desde el exterior: el gobierno de Trump pondrá a prueba la existencia real de nuestro espíritu nacional.