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El mundo no tendrá compasión sobre ellos
Todos nos enfrentamos o hemos experimentado situaciones difíciles, adversidades o frustraciones y generalmente reaccionamos de dos formas: las enfrentamos o evadimos. Recuerdo en mi época universitaria que teníamos maestros extraordinarios, pero también muy malos. Sin embargo, ante los profesores con muy pobre didáctica buscábamos la forma de adaptarnos y aprender aunque no sabían cómo enseñar: tomábamos apuntes, leíamos antes de clase o nos reuníamos en grupo para explicarnos y estudiar. Ahora nos enfrentamos con una generación que por todo se queja y aun con los buenos docentes.
Muchos de ellos buscan la más mínima excusa para sentirse víctimas y depositar toda la responsabilidad de sus malos resultados en el maestro o en el sistema educativo: “El maestro no escribió la instrucción, solamente la explicó”. “No tomó en cuenta las participaciones en clase”. “No puso el puntaje de cada uno de los reactivos del examen”. Estamos ante una generación de un alto empoderamiento, mal entendido, que por todo reclaman, ya que su realidad es la correcta. Todos deben adaptarse a su visión de lo que es correcto.
Entiendo que habemos malos maestros y que sus reclamos tienen razón. Sin embargo, hay una gran tendencia de culpar a los demás ante sus deficiencias y fracasos, en vez de evaluar realmente el origen de su mal resultado. A la mayoría de los padres no les agrada que sus hijos vivan fracasos, pero deben aprender que una derrota puede darles un mejor aprendizaje que la victoria. Muchos de nuestros hijos buscan excusas vanas o falsas para justificar su fracaso que da nacimiento a creencias erróneas sobre el origen de su error y no hay aprendizaje, y menos crecimiento personal.
No debemos encubrirlos y menos mentir por ellos. Esta semana fui a dar una conferencia en un congreso de padres en Guadalajara y los maestros me comentaban: “Por favor, dígales que no sean alcahuetes y los sobreprotejan”. Hoy es común ver a padres de familia reportar a sus hijos enfermos, pero la realidad es que el hijo no quiere ir a la escuela porque se desveló viendo una serie de televisión o se echan la culpa porque su hijo no hizo la tarea ya que los acompañó toda la tarde haciendo “vueltas”.
Independientemente de las distintas ocupaciones o estados emocionales de sus hijos, necesitan cumplir con sus responsabilidades y asumir las consecuencias del no cumplimiento. La vida es difícil y a veces cruel. No perdonará excusas como “el maestro no escribió las instrucciones” o “mi mamá no me levantó temprano y por eso llegué tarde”.
Hoy los chicos creen que su mundo es lo único que existe y que todos debemos ver su realidad, aceptarla, tolerarla e incentivarla. En vez de llorar por todo, deben sentarse y evaluarse: “¿Qué hice o qué me faltó hacer?”, y buscar acciones concretas para solucionar sus problemas y no crear fantasías en sus justificaciones que muchas veces las pueden considerar reales. Sufrirán enormemente porque siempre percibirán al mundo como injusto. Los padres que validan la injusticia sobre sus hijos, reafirmarán en ellos una actitud de pasividad y víctima que solamente sufre. Sin embargo, el mundo se encargará en destrozarlos ya que no tendrá compasión de ellos.
@DrJesusAmaya