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¿El mundo es mejor gracias a la ciencia y tecnología?
Al principio de los tiempos, los humanos vagaban de un lado a otro en busca de alimento y refugio. El hombre moría de hambre, atacado por bestias, de frío y por enfermedades que hoy parecen simples, como la peste negra que mató a media Europa pero que hoy se cura con antibióticos. Pero todo eso cambió durante los últimos 150 años. La ciencia desarrolló vacunas y alcanzó avances médicos que nos curaron y han permitido que la esperanza de vida del hombre alcance los 80 años, que sin el cáncer, las enfermedades cardiovasculares y ahora hasta el COVID-19, sería aún mayor.
Los sistemas de transporte nos mueven por todo el mundo y en un solo día podemos estar en el rincón más alejado del planeta. Hemos llegado a la Luna y en unos años más pondremos un pie en Marte. La energía de distintas fuentes nos provee climas controlados y ya no morimos de frío. La telefonía y el internet nos mantienen conectados, y en segundos podemos comunicarnos con quien sea o enterarnos de lo que sucede en cualquier parte del mundo.
Pero la pregunta es si gracias a todos estos avances, ¿somos más felices?, ¿somos mejores como raza humana?, ¿es el mundo un sitio mejor gracias a la ciencia y tecnología?, ¿vivimos en un planeta más equitativo?, ¿nuestras relaciones personales y familiares han mejorado?
Lo menciono porque generaciones anteriores vivieron en un mundo libre de tensión, poco contaminado y con menor violencia. Hoy la ciencia y la tecnología han encontrado la cura para muchas enfermedades, pero hay más enfermos que nunca. Inventamos los sistemas de transporte y la electricidad, pero el mundo está contaminado por sus emisiones. Logramos filtrar el agua, pero le damos tan mal uso que muy pronto no habrá más agua que filtrar.
Hasta hace unos meses, intentando encontrar un sentido a la vida, teníamos trabajos, vacaciones y una vida social frenética.
Pasamos de comprar en la tienda de la esquina, a los grandes centros comerciales. De tener un solo teléfono en casa, cuando no existía la comunicación inalámbrica, a la telefonía celular, las redes sociales, al internet y a los sistemas de televisión satelital con cientos de canales. Hoy estamos más comunicados con el mundo, excepto entre nosotros mismos, y eso nos hace sentir más vacíos, solos y alejados de todos.
Hasta hace solo pocos años conocíamos al vecino, visitábamos a nuestra familia, y, si bien nos iba, conocíamos las noticias del día anterior en el periódico de un día después.
Es posible que si usted lee este artículo lo haga desde su teléfono inteligente, un orgullo del desarrollo tecnológico, pero también es posible que frente a usted esté su hijo intentando ser escuchado. Estamos absortos en los dispositivos tecnológicos abrazando un proceso de socialización con la tecnología, no con los seres humanos. Gracias a Facebook sabemos mucho más de la vida de personas que no conocemos, a lo que sucede en nuestra propia casa. Ni siquiera la crisis de salud del COVID-19 ha podido despertar nuestra solidaridad con cientos de familias sin casa ni comida.
Ante estas distorsiones sociales a causa de la tecnología, los científicos responden que el propósito de la ciencia no es “dar felicidad”. Aseguran que el conocimiento no puede hacer que una persona triste esté feliz, y que la búsqueda del conocimiento es en sí mismo un motivo de satisfacción, no de felicidad.
Expertos creen que la creciente brecha entre ricos y pobres es un subproducto inevitable de la creciente globalización y el desarrollo tecnológico. De forma equivocada, utilizamos el conocimiento, lo mejor que tenemos, para crear una fórmula segura para el desastre y lo estamos haciendo muy bien. El conocimiento, que debió ser la palanca que nos liberara de la ignorancia y con ello de la pobreza, lo terminamos dilapidando en cosas banales. Pero, ¿estaría usted dispuesto a vivir sin las comodidades que hemos desarrollado con ese conocimiento?
Por primera vez en la historia, hoy los seres humanos somos responsables de nuestra propia evolución, una que ya no es biológica, sino tecnológica, una que parece más bien involución en lugar de evolución, un hecho que ni siquiera el propio Charles Darwin alcanzó a prever.
@marcosduranf