El misterio del Misterio
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El misterio del Misterio
“Saquen de la vitrina al ´misterio’ con mucho cuidado”. Nos decía nuestra madre cuando iniciaba la faena de “poner el Nacimiento” en la sala de la casa en estas fechas previas a la Navidad.
Mis hermanos y yo, y la gente de entonces, comprendíamos a qué “misterio” se refería. Eran el conjunto de María, José y el Niño Dios que se colocaban en el Nacimiento de cada Navidad. La profundidad de la palabra misterio era visible y tangible en unas figuras sencillas de barro o en las obras de arte talladas en mármol o madera. No requería explicación alguna para “entender” el misterio que estaba en nuestras manos, que cargábamos para pedir “posada”. No era pesado “cargar” con el Misterio.
Hasta el día de hoy seguimos admirando los “Nacimientos” que en cada hogar cristiano la fe y la costumbre construyen en un lugar importante. El corazón, que entiende de misterios, lo coloca en el centro y lo complementa con musgo y paja, con ovejas y pastores, con un pino que con luces y esferas indica donde está el Misterio. Es imposible que los personajes centrales pasen desapercibidos. Los cantos y villancicos vuelven poesía humana el misterio, y la veneración humilde y sencilla sustituye la admiración incomprensible del Misterio que se revela en la escena.
La adoración con cantos y con besos cumple su cometido de creer sin condiciones ni preguntas racionales las frases inverosímiles tantas veces repetidas: “Niño Dios”, “Dios se hace hombre”, “la Palabra Eterna se hace carne humana y habita entre nosotros”. Dios viene a nuestro mundo, no abandona su eternidad ni su presencia entre nosotros, no es una fantasía ni una fábula, es una historia tan real como la que vivimos todos los días en nuestras familias y trabajos.
Estamos ya en el Siglo 21. Ya caminaron nuestros antepasados por los siglos de la oscuridad, del Renacimiento, de la Ilustración, la razón y el liberalismo. Superaron la Edad Moderna y ahora nosotros vivimos en el postmodernismo de la ciencia y la tecnología. Y no sólo seguimos construyendo Nacimientos con el misterio de José, María y el Niño-Dios, sino que seguimos –a pesar de los milenios– aceptando sin dudar el Misterio de Dios hecho niño y hombre que enseña una forma diferente de vivir, amar, servir, morir y resucitar.
¿Por qué seguimos dándole crédito a Dios en este Misterio tan profundo que se vuelve invisible y rebasa nuestra razón? No solamente porque “hay razones que el corazón desconoce” (como nos reveló Blas Pascal), sino porque reconocemos que Dios es un Misterio. No es otro de nosotros, no es humano, es esencialmente diferente al hombre. Él es El Eterno Creador del universo, de todo lo que vive y existe. Es un Dios que elije ser hombre, no un hombre que elije ser Dios. Decide sus caminos aunque sean tan incomprensibles como “hacerse hombre”.
Este es el profundo Misterio invisible de la Navidad, incomprensible para la mente humana. Este es el Misterio que sucedió hace 21 siglos: Dios se encarnó y sigue presente en la humanidad, en nuestra Fe, en nuestra conciencia y en nuestro corazón.
Hoy le puedo decir a mi mamá: “Ya sacamos el Misterio del misterio y creemos sin comprender, intuyendo en nuestro corazón un amor infinito”. Y una vez más empezaremos a celebrar la generosidad misteriosa de Dios, que se vuelve regalo, verdad y vida para nosotros sin distinción de razas, edades y géneros. Y millones de creyentes en este Misterio sentirán una profunda alegría que nace del Dios eterno.