'El mexicano' se fue sin trusas (Crónica de Jesús Peña)
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'El mexicano' se fue sin trusas (Crónica de Jesús Peña)
La semana pasada me enteré de una muerte que para mí es triste y lamentable.
La de Mario Alfredo Hernández Hernández, alias “El Mexicano”.
Y usted se preguntará, ¿y quién fue el tal señor ese?
Nada menos que el hijo de una célebre y famosa prostituta, “La Mexicana”, de la colonia González Cepeda, cuando la González Cepeda era la zona roja de Saltillo, allá por la década de los 60, 70.
Que se había muerto “El Mexicano”, leí con pesar, con desconsuelo, créame por favor, en los periódicos del lunes 8 de agosto.
Y había muerto igual que su madre, rebelde como era, en el lecho de un arroyo que decían ellos era su hogar, víctima del más absoluto abandono y la pobreza más hiriente.
Entonces sentí un cargo de conciencia terrible, porque antes de morir doña María Luisa Hernández, “La Mexicana”, mamá de “El Mexicano”, me había pedido encarecidamente que le comprase yo unas trusas a su hijo.
“Tráigale usté unas trusas a mijo”, me suplicó.
Llevaba yo tres meses de visitarlos, preparando un perfil sobre doña María Luisa, a la que los estudiantes del Ateneo Fuente de aquellos tiempos, asiduos visitantes del barrio sanitario, le habían colgado el mote de “La reina de la variedad”.
Si le digo que es uno interesado, sinvergüenza y falto de escrúpulos, que muerta “La Mexicana” y publicado su perfil en el Semanario yo me olvidé de las trusas del hijo y no regresé más al arroyo,
Me olvidé de aquel encargo: las trusas de “El Mexicano” que, como su madre, fue famoso por la fiel imitación que hacía del cantante Chalino Sánchez y sus “Nieves de enero”.
Tanto que hasta llego a salir, me contaron sus vecinos, en el programa “Cazador de ídolos”, de Martín Tristán.
Apenas me enteré que había fallecido fue lo primero que me vino a la mente y sentí asco de mí mismo, por no haber cumplido con aquella súplica de su madre: las trusas de “El Mexicano”.
Pensé ir con los vecinos buenasalmas de la colonia González que se ocuparon, Dios premie su acción, de enterrar a “El Mexicano” cristianamente, como habían hecho hace tres años con su madre.
Pensé ir a la morgue, al funeral, al panteón, para echarle una lagrimita, una flor…
Pero me dije: ya muerto, pa qué…