El metabolismo social y la participación ciudadana
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El metabolismo social y la participación ciudadana
En días pasados estuve con mi esposa de vacaciones por el estado de Chiapas. Recorriendo el centro de San Cristóbal, encontré un pequeño café de tres mesas en el que al fondo había una pequeña librería, la cual me di el gusto de revisar detenidamente. Esta era la tercera librería que visitaba en esta ciudad de menos de 200 mil habitantes. Y cuál no sería mi sorpresa que encontré una riqueza incalculable de libros de filosofía, semiótica, economía y otros temas, todos de ediciones recientes. Entre éstos encontré la versión en español de la obra de Alfred Schmidt, “El concepto de naturaleza en Marx”, edición 2014.
El libro era la traducción de la tesis de doctorado de ese filósofo de la llamada Escuela de Frankfurt, publicada en alemán en 1962. La obra, cuya primera edición en español apareció en 1976, resultó un valioso tesoro para quien esto escribe, especialmente por el desarrollo del tema del metabolismo social, un concepto que hoy es quizás el instrumento teórico más poderoso para analizar de manera conjunta las relaciones entre los procesos naturales y los procesos sociales.
El metabolismo social, que existe entre la naturaleza y la sociedad, comienza cuando los seres humanos socialmente agrupados se apropian de materiales y energías de la naturaleza y finaliza cuando depositan desechos, emanaciones o residuos en los espacios naturales. Entre estos dos extremos ocurren procesos en las “entrañas” de la sociedad, por medio de los cuales las energías y materiales apropiados circulan, se transforman y terminan consumiéndose. Los seres humanos también sueñan, imaginan, creen, conocen, inventan signos y lenguajes para comunicarse, establecen relaciones entre ellos, producen reglas, normas y leyes, diseñan tecnologías, hacen transacciones y construyen instituciones con diferentes fines y en distintas escalas. Y es esta parte intangible de la sociedad la que opera como un armazón para los procesos materiales del metabolismo.
En una ciudad, todos los procesos que se desarrollan son parte de su propio metabolismo, propiciando el progreso urbano, definido como la creación de espacios comunes habitables y saludables; donde se desarrolla la vida humana con sus múltiples interrelaciones, orientadas a propiciar una calidad de vida digna, y en donde se respeten y sean una realidad los derechos inalienables del ser humano para satisfacer sus necesidades de vida.
En Saltillo, la urbanización acelerada y la falta de proyectos consensuados que permitan orientar su futuro a imagen y semejanza de la explosiva complejidad que hoy la caracteriza ha provocado, entre otras cosas, el descuido de los espacios públicos en los barrios marginados, que no sólo son expresión de la pobreza, sino que contribuyen a su reproducción. La ausencia de democracia ha hecho que la convivencia se convierta en una práctica de hostilidad, de segregación, de profunda inseguridad y de esterilidad.
Saltillo es una ciudad que tiene más futuro común, que pasado común; en ella han surgido, y cobran cada vez mayor importancia, nuevas manifestaciones de cultura ciudadana causadas por el agotamiento de la política tradicional, por la existencia de renovados sectores sociales con capacidad para construir formas diferentes de poder social y por la afirmación progresiva de nuevos actores políticos que se sintonizan con estas tendencias.
En este sentido, el proyecto de una nueva cultura ciudadana se torna fundamental en su dimensión amplia; es decir, como alternativa de refundar la política local y abrir espacios de participación social, económica y política, y no simplemente como un llamado simbólico, sino como participación activa de sus habitantes como actores protagónicos.
La construcción de la convivencia desde la participación democrática implica también repensar lo público en sentido amplio, porque la única manera de reconstruir las relaciones sociales a nivel urbano es la participación ciudadana. De allí la necesidad imperiosa de recuperar la política para y por los ciudadanos que superen las formas patrimonialistas, clientelares y autoritarias de la política del partido en el poder, sin reducir, claro está, la búsqueda democrática de este objetivo, porque el reto fundamental en Saltillo está en la posibilidad de construir nuevas expresiones políticas y sociales.