El libro secreto de Neruda
Neruda, el mago
No ficción
Pablo Neruda nació en Parral (Chile) el 12 de julio de 1904. Su verdadero nombre es Ricardo Eliezer Neftalí Reyes Basoalto...
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El primer texto poético del chileno es una tarjeta postal manuscrita a su madrastra el 30 de junio de 1915, conocida como “El saludo a la Mamadre"
El último...
Es muy difícil precisar cuál es su último escrito, ya que al momento de su muerte estaba escribiendo varios libros simultáneamente.
Texto: Jesús Peña
Fotos: Luis Salcedo
Diseño: Edgar de la Garza
Edición: Quetzali García
El olor amargo del café colombiano flotaba en nubes densas, cargadas, por el comedor de la casa…
Hacía un día más bien nublado y glacial.
Como el día de Navidad en que Antonio miró por vez primera el libro.
Era un libro enorme y espeso.
Su padre lo abrió con cautela, lo sostuvo con las dos manos, el libro pesaba, y leyó, en voz alta, una de las Odas, Antonio no recuerda cuál.
A la sazón Antonio tendría unos 15 años, no más.
Desde entonces, desde aquella Navidad, jamás volvió a ver aquel objeto.
Y pasó el tiempo.
Hasta que en abril de este año su padre, por vaya a saber qué razón, se lo heredó.
“Oye hijo quiero obsequiarte este libro para que lo guardes, para que hagas lo que quieras con él…”, le dijo a Antonio y le entregó aquel volumen.
Antonio se quedó perplejo.
Si palabras.
En el fondo se sentía dichoso, afortunado, no sabía por qué.
El libro que había estado guardado durante 32 años en una habitación de seguridad de la casa, donde se meten las cosas de valor, ahora era suyo y nada más que suyo.
Y Antonio lo tomó en sus brazos como si fuera un retoño.Lo acostó sobre la mesa del comedor de su casa.Lo saco de un… como especie de estuche de cartón…
En eso descubrió en su tapa blanca y rugosa una inscripción en la que se leía en letras redondas y doradas: “DIEZ ODAS”.
¿”DIEZ ODAS”?
Instigado por la curiosidad Antonio se dispuso a explorar el libro.
Cuando levantó la tapa asaltó a su mirada un título que decía “PABLO NERUDA DIEZ ODAS PARA DIEZ GRABADOS DE ROSER BRU EDICIONS EL LABERINT - BARCELONA”.
Antonio se sumergió en aquel tomo de gruesa pastas y lo hojeó, lo acarició, lo paladeó.
Eran las Odas del poeta chileno, Premio Nobel de Literatura 1971, Pablo Neruda acompañadas, ilustradas, con grabados, en blanco y negro, de Roser Bru, artista chilena de origen catalán, nacida en Barcelona en 1923 y Premio Nacional de Artes Plásticas 2015.
Qué libro más raro, se dijo Antonio.
¿Cómo era que aquella extraña obra había caído en manos de su padre?
Antonio se puso a recordar…
Sí, había sido en 1981, hará cosa de 38 años.
Su padre, que es uno de los notarios más antiguos de Saltillo, había ayudado a resolver unos juicios largos a cierta familia adinerada de la ciudad. A resolver unos juicios, dice Antonio y no dice más. Como un gesto de agradecimiento, de amistad, aquella familia le había regalado esa joya.
Ocurrió un día en que sus clientes visitaron en su despacho al padre de Antonio y miraron que en su escritorio tenía un pequeño libro de poemas de Neruda.
Que si le gustaba Neruda, le preguntaron.
Que sí, respondió el notario.
Semanas después la susodicha familia volvió a la notaría con un paquete.
Era el libro “DIEZ ODAS”.
Al verlo el padre de Antonio no pudo ocultar su emoción.
“Lo abre, lo empiezan a hojear mi papá, ‘qué bonito libro de Neruda, nunca lo había visto, qué bonito es…’. De ahí hacia atrás no sabemos absolutamente nada de este libro”, me platicó Antonio.
¿Qué clase de tesoro era aquel?
¿Cómo era que había llegado a México y luego a Saltillo?, se preguntaba Antonio.
No parecía un simple libro y en cambio tenía todas las trazas de una auténtica obra de arte.
Antonio pensó si sería mejor regresarla a su sitio en aquel cuarto de seguridad, donde se guardaban las cosas de valor de la familia.
Y luego de machacar durante días ese pensamiento coligió que no era justo, que no era buena idea.
Antonio tenía que averiguar el origen de aquel volumen extraordinario, se dijo.
Y ni tardo ni perezoso, puso manos a la obra.
Durante meses se entregó, con ayuda de sus contactos en Chile y Barcelona, a la más bella investigación que jamás hizo en su vida.
Lo que descubrió no dejaba lugar a dudas: el libro tenía que ser exhibido a los ojos de la gente.
Semanas ha que alguien me había contado de un señor poseedor de un extravagante libro que contenía poemas de Neftalí Ricardo Reyes Basoalto, (Pablo Neruda), (1904 -1973), ilustrados con grabados de una pintora, hasta entonces desconocida para mí, llamada Roser Bru.
Después supe que Roser Bru había sido uno de las más de dos mil emigrantes republicanos españoles refugiados en Francia, que habían huido de la dictadura franquista implantada tras la guerra civil y viajado a Chile en 1939 a bordo del mítico barco carguero Winnipeg, gestionado por Neruda cuando el poeta era cónsul para la inmigración española en París.
El Winnipeg de cuya llegada, por cierto, se conmemoraron 80 años en septiembre pasado.
En el prólogo de “Antología Esencial”, el poeta español Rafael Alberti, refiere, “en julio de 1936, con el apoyo de Hitler y de Mussolini, los generales Mola y Franco desencadenaron el Fascismo sobre España. El impacto de la guerra civil sacudió violentamente a Neruda. Su condición diplomática lo obligaba a no mezclarse en la lucha, pero el asesinato de García Lorca, los bombardeos sobre Madrid y la sangre que el poeta vio correr por las calles de la capital asediada lo situaron de golpe en el corazón del combate”.
El mismo Alberti dice en el proemio de “Antología Retórica”: “Neruda comenzó a organizar una nave que se llamaba el Winnipeg que llevaría a Chile más de 3000 soldados nuestros, obreros especializados, sacados de los campos de concentración. Ya se sabía que se avecinaba la gran guerra y que el tratamiento que daban los franceses a nuestros prisioneros era en aquel momento terrible. Por centenares morían nuestras gentes todos los días. En los campos se corría la voz de que Neruda estaba organizando ese viaje salvador”.
Bru tenía entonces 16 años.
Y apenas hubo pisado suelo chileno se inscribió a la Escuela de Bellas Artes.
“Hay un eje muy importante en el trabajo de ella: su fuerte preocupación política, ella viene de una familia de exiliados, de entornos donde hubo guerras civiles, revoluciones y todo ese tema de lo social se manifiesta muy fuertemente en su obra, No es extraordinario ni tampoco casual que esta artista haya tenido ese encuentro con la poética de Pablo Neruda, que también era una poética muy política, muy social”, me dijo Alejandro Pérez Cervantes, maestro investigador de la Escuela de Artes Plásticas de la UAdeC.
Según una breve biografía de la Enciclopedia de Arte Universal, a lo largo de su vida Bru, que ahora tiene 96 años, ha ilustrado libros de Pablo Neruda y otros escritores.
“Su obra es una radiografía crítica y aguda de la época que le ha tocado vivir”, consigna la enciclopedia.
“DIEZ ODAS”, me contaron, habría sido de una edición escasa, limitada, en el mundo, algo así como 200 ejemplares, no obstante que estaba fabricado con toda la mano, es decir, las mejores y más especiales técnicas de impresión y encuadernación.
“Sus hojas están hechas 100 por ciento a meno, con hilo y el libro está cosido con hilo de seda”, me diría más tarde Antonio.
Confieso que al principio me pareció un invento, una fantasía…
Por esos días leí en una cronología de la vida de Neruda, incluida en las páginas últimas de “Confieso que he vivido”, que en 1967 el pintor austriaco Hundertwasser fabrica con “Alturas de Macchu Picchu”, sección de la obra “Canto General” del poeta chileno, publicado en 1950, un libro – objeto, cuyos 66 ejemplares de la edición fueron vendidos en País.
Hasta la fría mañana en que Antonio Flores Murguía, el protagonista de esta historia, me presentó “DIEZ ODAS”, el amargo aroma a café colombiano levitaba en el comedor.
Aquella obra, el número Xlll romano de la edición, reposaba voluminosa y ufano sobre la mesa del comedor.
Y Antonio hablaba y hablaba y hablaba emocionado, enfebrecido, de “DIEZ ODAS”.
“Mira esto es lo que llama filigrana”, dijo mostrando a contraluz los contornos de lo que parecía el grabado de un pez inserto como encaje de hilo metálico en una de las páginas interiores del volumen.
La autora de ese grabado es, obviamente, la pintora Roser Bru.
“Este es uno de los grabados más hermosos que tiene el libro, se llama ‘Oda al secreto de amor’, volvió a decir Antonio y señaló un grabado de Roser Bru que pinta, como manchas distorsionadas, a unas parejas de enamorados en pleno devaneo, con esa línea realista testimonial que caracteriza la obra de la artista.
“A Roser Bru podríamos catalogarla como una de las representantes más importantes de una corriente que es el movimiento de la Neofiguración, una corriente plástica que se impone en el mundo más o menos hacia la década de los 50 y 60. A principio de siglo hay unas vanguardias: el dadaísmo, el surrealismo, el movimiento abstracto, que estaban buscando representar el arte, la pintura, el dibujo, desde otras perspectivas no realistas. Hacia los 50 hay otra vuelta de estos artistas que pretenden volver al figurativismo experimental, yéndose un poco hacia lo abstracto, hacia la mancha, hacia el dibujo medio deformado.
“A nivel mundial uno de los representantes del Neofigurativismo es un inglés, Lucien Freud, nieto de Sigmund Freud, el creador del psicoanálisis. En las obras de Lucien Freud, hay retratos de personajes que están deformados. Son puros brochazos y se ve como si fuera una foto en movimiento, una foto barrida. Encuentro el trabajo de Roser Bru muy emparentado al trabajo de Lucien Freud y de otros neofigurativos. Es muy característico por estas manchas medio difusas, cubiertas con estas líneas como delineados también medio deformes”, me dijo Alejando Pérez Cervantes, maestro investigador de la Escuela de Artes Plásticas de la UAdeC.
“Oda a la fertilidad de la tierra…”, leyó Antonio mientras hojeaba el libro con deleite.
Y entonces recordé un fragmento que leí en el volumen “Historia de los Premios Nobel”, que habla del canto del poeta Neruda a lo más sencillo y cotidiano:
“Esta infancia vivida en Temuco alimenta su imaginación con las tierras de montaña, bosques y mar, con sus vientos huracanados y sus lluvias incesantes”.
Fue más o menos lo que me dijo la chilena Stella Maris Rodríguez Tapia, maestra de la licenciatura en Letras Españolas de la Facultad de Educación y Humanidades de la UAdeC, otra mañana que estuve a verla en su oficina para platicar sobre Neruda.
“Él viene del sur de Chile, de una ciudad que se llama Temuco, pero en el año que Neruda nace Temuco, además de ser provincia, no era la gran ciudad que es en este momento. La parte sur de Chile es muy rica en lo natural, son zonas boscosas, donde la tierra es vista como el elemento que da el sustento principal a las comunidades que ahí viven. Todo lo que la tierra produce.
Si bien ese es un denominador común en todas la culturas, la tierra como el elemento que permite que una cultura sobreviva, crezca, se asiente, en el caso de la poética de Neruda la tierra es un símbolo muy importante como dadora de vida, un poco como la madre tierra en el sentido de que es la que te entrega el fruto, la que te entrega el sustento para poder sobrevivir y de ahí que sus productos, o sea lo que esa buena tierra entrega al hombre, van a ser productos, como esos elementos insustituibles para la supervivencia de esas comunidades”.
“Oda a los nacimientos, “Oda para planchar”, “Oda lavando a un niño”, “Oda a la mesa”, “Oda al albañil tranquilo”, “Oda a una lavandera nocturna”, “Oda a la cama”, “Oda al difunto pobre”.
“Lo mismo le cantó a una alcachofa que a la pobreza, al tomate que a la pereza”, dice la biografía de Neruda del Diccionario de Escritores Iberoamericanos.
“Las ‘Odas elementales’ de Neruda pasan a ser parte de su producción asociada mucho a su ideología. Tenemos que acordarnos que Neruda, políticamente hablando, socialmente hablando fue militante del Partido Comunista. Gran parte de su producción importante, significativa, tuvo que ver con ese compromiso ideológico – social. Me parece que las ‘Odas elementales’ de alguna manera recuperan oficios urbanos, pero también esa vinculación del hombre con la tierra y que responden a la vivencia que él tuvo, a su experiencia a partir del hecho de haber nacido en una zona, en una clase social media, media para abajo económicamente hablando.
“Las ‘Odas elementales’ tienen más que ver con esa revaloración, con esa dignificación de los oficios y los productos de los hombres más humildes, de los hombres más sencillos, pero es elevar esa función o esos productos o esos oficios a una categoría casi heroica. Las odas como estructuras tienen que ver con alabanzas dentro de la poesía tradicional. Me parece que las ‘Odas elementales’ de alguna manera se insertan más en esa poseía de revaloración de lo humilde, del oficio, de la tierra, de lo sencillo y llega a revalorarlo al punto de convertirlo en esa proeza digna de expresarse a través de una forma poética”, me dijo Stella Maris Rodríguez Tapia, maestra de la licenciatura en letras españolas de la Facultad de Educación y Humanidades de la UAdeC.
De la historia de “PABLO NERUDA DIEZ ODAS PARA DIEZ GRABADOS DE ROSER BRU”, se sabe poco, sólo que fue editado en 1965 y sus ejemplares, la mayoría, vendidos en Barcelona, otros obsequiados a diplomáticos, artistas y gente de la realeza.
De acuerdo con la cronología de la vida de Pablo Neruda, incluida en “Confieso que he vivido”, en 1965 el poeta viaja a Europa, se le otorga el título de doctor honoris causa en Filosofía y Letras de la Universidad de Oxford, título que se le da por primera vez a un sudamericano. Aquel mismo año Neruda vive en París, luego viaja a Hungría, donde en colaboración con Migue Ángel Asturias escribe “Corriendo en Hungría”, libro que se publicará en cinco idiomas simultáneamente.
En una entrevista realizada a Roser Bru por un medio chileno, previa al montaje de una sus múltiples exposiciones, la artista comentó:
“Sí, va el libro '10 odas para 10 grabados'. Lo hice en 1958. Y Neruda tuvo que escribir tres odas más para estos grabados”.
“Mi libro -dijo Antonio- es el XIII romano. Los números arábigos, del número 29 al número 200, se distribuyeron en Barcelona. Existen otros libros que vienen con unos números romanos, del romano al número XXVlll romano, son súper escasos, sumamente extraños y únicos en el mundo, son escasísimos. y por eso más valiosos y es el caso de este libro. Tengo entendido que esos libros en números romanos los autores se los regalaron a personas de la diplomacia, de la realeza, a algunos artistas.
“Hablamos con las hijas de la señora Roser Bru. Les dijimos que tenemos ese libro, ese ejemplar y se maravillaron, dijeron ‘ni siquiera nosotras somos dueños de un ejemplar con un número romano, son libros muy escasos, libros invaluables’. Hablamos a la Fundación Neruda y también se maravillaron, dijeron, ‘oiga nosotros tenemos otro ejemplar, pero con un número arábigo’, ni siquiera ellos en toda su vida han visto un ejemplar con número romano”, narró Antonio con cierto dejo de orgullo.
Semanario solicitó una entrevista con la Fundación Neruda sobre esta singular obra, “no tengo información sobre la historia del libro”, fue la respuesta de Darío Oses, director de la biblioteca.
De igual modo Semanario buscó vía Facebook a las hijas de Roser Bru, Agna y Tessa Aguadé, para platicar sobre este volumen, pero hasta el cierre de la edición no se habían comunicado.
Lo que hasta ahora no ha logrado averiguar Antonio es de dónde y cómo llegó a México este ejemplar, que lleva impresas en la contraportada la firma en negro de Roser Bru y en verde la de Pablo Neruda, verde como su revista “Caballo Verde Para la Poesía”, fundada en España hacia 1935.
“Era el sello de Neruda, siempre firmaba con tinta verde en señal de la esperanza y de la vida. Y esto de la firma del señor Neruda y la de Roser Bru es una de las cosas más valiosas que tiene este libro. No cualquiera tiene la firma de Neruda, de un Premio Nobel de Literatura”, dijo Antonio.
Otro detalle importante es que, tal y como se consigna en las últimas páginas de “DIEZ ODAS”, las planchas con las que se estamparon los grabados del libro fueron inutilizadas.
“Cuando se habla de ‘planchas inutilizadas’, significa que cuando se acabaron de imprimir los ejemplares rompen esas planchas para que ya no se vuelvan a producir. No va a haber otro libro de esos jamás en la historia del mundo, con estos grabados. No existe…
“Y fíjate en los créditos, los nombres de los que intervienen en la realización del libro: Joan Sallent, (uno de los impresores más brillantes de Europa, que trabajó en la ciudad de Sabadell, (importante centro editor en el mundo); Gavaldá S.A. (empresa dedicada a la encuadernación desde 1800); y Jaume Pla, (nombrado gran apóstol del grabado moderno en Cataluña). Lo hicieron los especialistas de los especialistas, eran los mejores del mundo, eruditos en la encuadernación, la impresión”, decía Antonio con mucha vehemencia,
“El libro entendido como una obra de arte es una aportación genuina de Jaume Pla”, se lee en la biografía del grabadista Pla.
Que qué pensaba hacer con este libro, le pregunté a Antonio.
“Este libro que fue hecho para ser una obra de arte. no para guardarlo en una biblioteca, porque no estaríamos haciendo absolutamente nada por el libro ni por los autores, sino para ser exhibido en un museo. Lo que realmente me interesa es que este libro sea exhibido”, dijo.