El humor como arma para sobrevivir en el México de la 4T
Del otro lado de la línea están dos personalidades dispares, Trino Camacho y Gil Gamés. Mientras el monero —así le gusta que lo llamen— juguetea con un plumón, el misterioso columnista de Milenio se extiende a placer en el mullido sillón que lo recibe a diario mientras cavila.
A primera vista se ve difícil lograr que un caricaturista tan cercano a la figura de Andrés Manuel López Obrador, colabore con un escritor que lo critica tanto. Analizándolos con más detalle uno termina por entenderlo.
Trino es un entusiasta lopezobradorista que no cierra los ojos a los errores que el Presidente comete, y Gilga no habla por hablar. Su crítica tiene más el sustento de los datos que el reclamo emocional. Hay otro rasgo compartido, un ácido sentido del humor.
Esto lo vio primero Gabriel Sandoval, el editor a quien Gil Gamés con cariño llama “desalmado” y que un día los citó en un restaurante, les habló del proyecto y los puso a trabajar para que en un mes quedara lista la primera colaboración de estas dos figuras, el libro: “Instrucciones para Sobrevivir en el México de la 4T”.
NADA ES ACCIDENTAL
Tuve un maestro hace 20 años del que recuerdo tres cosas: fumaba todo el tiempo, aseguraba que la privatización de la educación en México estaba a la vuelta de la esquina, y afirmaba que todo en un libro es deliberado.
“En los libros no hay nada accidental”, decía. El número de páginas, la separación o no por capítulos, el diálogo más frívolo, todo es premeditado. Sobra decir que el título es fundamental. Ahora que tengo este libro entre manos voy a poner a prueba la teoría.
LOS MÉXICOS QUE VIVIMOS
VANGUARDIA: La referencia inmediata a la que lleva su libro es Jorge Ibargüengoitia, que entre 1969 y 1976 escribió los textos que terminaron en el volumen “Instrucciones para Vivir en México”. Ahora ustedes nos regalan un manual de supervivencia. ¿Qué diferencia encuentran entre vivir y sobrevivir?
Trino: Bueno, Ibargüengoitia es un modelo y su libro, tan lleno de humor, nos da una idea de lo que pasaba en su tiempo y de cómo ir sorteándolo. Bien visto no hay mucha diferencia, en el tono ni en lo que vivimos. Vivir y sobrevivir es solo cuestión de matiz.
Gilga: Estás mencionando al canon literario del humor en México. Ibargüengoitia decía que el humor no es un estado de ánimo, es una actitud ante la vida y se debe ejercer primero contra uno mismo. Cuenta que alguna vez, estando con el ánimo bajo, sin dinero, endeudado, ignorando su futuro, hizo lo que tenía que hacer: “Me metí a una cantina, pedí un whiskey y esperé un milagro”. Así es como se sobrevive y se vive.
V: Su libro nos regala grandes dosis de humor, pero también de perplejidades.
Gilga: Esta es mi primera colaboración con Trino, quien dice que la relación más larga que ha tenido es con el monero JIS. Bueno, ahora con este libro le está siendo infiel conmigo. Y sí, es un libro perplejo. Muy bien hecho, pero en el que se expresan dudas de lo que va a pasar.
Trino: Hay humor y cosas que inquietan, pero también esperanza. Lo que sigue es que el Gobierno se debe hacer cargo de lo que pasa y no culpar a administraciones anteriores. Eso ya pasó.
V: ¿Qué tiene en común el México de Ibargüengoitia con el actual?
Gilga: El de Ibargüengoitia era muy distinto a este. Estaba dominado de principio a fin por el PRI y sus trapacerías, no había elecciones libres, ni institutos que defendieran los derechos humanos. Era un México distinto y más autoritario. El México de hoy, aunque con una democracia germinal, es más democrático y plural, pero carga sobre sus hombros —si es que un País tiene hombros— con la corrupción y la tremenda inseguridad.
Trino: Parece que estamos de regreso a una burocracia de Estado. Sí hay muchas cosas parecidas a la época de Luis Echeverría, pero la única diferencia es Andrés Manuel. Él es una esperanza todavía porque es un hombre honesto, pero rodeado de truhanes y gente inexperta.
V: A pesar de los conflictos, críticas y malas decisiones del Presidente, ¿sigue con una gran aceptación?
Gilga: Tienes razón, y se debe a que López Obrador es un comunicador notable y a que ha pedido tiempo. Ya dijo que le dejaron un cochinero y el tiempo se le dio. Ah… una aclaración: la aprobación es para el Presidente, pero no para su Gobierno y tampoco para muchos de sus proyectos.
Trino: Es que Andrés Manuel no bajó la guardia, además de que tiene que ver con su lenguaje directo. Es un personaje que se compenetra con el pueblo, lejos de la retórica terrible del priismo que sigue en Morena con personajes como Monreal.
La entrevista avanza y se va dibujando una idea de personaje. Por los sonidos, imagino a Gil Gamés sirviéndose un poco de Glenfiddich en un vaso Riedel y luego acomodándose en su sillón; mientras, Trino lo ve de reojo, pensando quizá cómo no se le ocurrió inventar un personaje tan extraño.
Seguro pudo incluirlo en sus “Crónicas Marcianas” o con “El Rey Chiquito”, o albureando a “Don Taquero”, porque a pesar de que Gilga se la pasa en este amplio salón con duela de cedro blanco, rodeado de libros y bebidas caras, no lo engaña: tiene alma alburera.
A la siguiente pregunta que les hago la sigue un breve silencio y luego voces atropelladas, como regresando de un pensamiento. El que habla es Trino, dice que López Obrador debe aceptar que hay cosas que ignora y ser más abierto a las críticas y aceptar que el discurso se puede desgastar. Eso, dice Gil Gamés, pero también ser menos polarizante y respetar los institutos autónomos.
V: Si con algo está peleado el humor es con la autoridad, ¿es el político serio un pobre político?
Gilga: Primero debemos reírnos de nosotros, la seriedad es algo que debemos mantener lejos.
Trino: El político serio es uno que no tiene conexión con la realidad. El País estaba harto y por eso votamos por López Obrador, Gil Gamés no votó por él, pero muchos sí lo hicieron.
V: ¿Cómo les pega la censura? En redes son duros y disciplinados en el ataque.
Del otro lado de la línea se escucha un ruido extraño y luego un suspiro…
Gilga: ¿Oíste? Ya toqué madera y me conmoví. Hay una parte de las redes que es un pudridero y no solo por parte de Morena, esto es de todos los partidos. Lo bueno es que hasta el momento no hay censura ni persecución por parte del Gobierno contra algún medio o periodista.
Trino: Eso no solo es de la 4T, es en todo el mundo. Carlos Payán en La Jornada nos decía: “Tú no te autocensures, yo te censuro”. Y es bueno que haya un editor que te censure, porque entonces debemos buscar la manera de decir lo mismo de otra manera. Ahorita, en redes sociales tú eres tú editor y si no te cuidas te puede costar el trabajo. Un consejo que les doy es no tuitear cuando anden pedos.
V: ¿Qué nos aconsejan para enfrentar los tiempos que corren?
Gilga: Hay que eliminar la solemnidad, el miedo y nunca hay que escuchar opiniones de más. No dejen que un discurso los pueda engañar.
Trino: Ser muy críticos, hay que dar el voto de confianza al Gobierno un año más y tener sentido del humor, que es indispensable en estos tiempos tan tristes.
V: Esa tira con la que Trino se despidió de El Financiero, con la referencia a Chaplin, alejándose sin voltear atrás, así es como debería retirarse un Presidente, ¿no?
Gilga: Puede ser que sí, me gusta la imagen.
Trino: Yo creo que sí, así debería ser.
Me vino a la memoria Peter Weiss y su obra sobre Marat y el pueblo francés que de la Revolución esperaba todo: buenos zapatos, mejor marido, pesca abundante, inspiración poética. Pero tras asaltar todas las Bastillas se encuentra con el calzado roto, el mismo cónyuge repelente, los malos versos y ningún pescado.
Se lo comento a Trino y le pregunto a Gilga: ¿Después de la 4T que quedará?
Tras pensarlo y comentar entre ellos, me dicen que esperanza y humor y libertad y crítica, “pero sobre todo esperanza”, dice Trino, quien ve al final de la 4T un País con más oportunidades, más equitativo, más tolerante con los que piensan diferente y no polarizado, donde no se estigmatice con palabras de fifís y chairos.
Y Gil Gamés, que imagino repantigado en su mullido sillón, en el amplio salón con duela de cedro blanco, con un vaso de whisky en la mano y observando el techo, emite como un suspiro, que tiene algo de aprobación y duda.
En un libro todo es deliberado, hasta las involuntarias coincidencias.