EL HIJO DE MI ABUELA

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EL HIJO DE MI ABUELA

Si un niño de cuatro años  cuando le preguntan al contestar el teléfono: ¿quién eres?,  te responde “el hijo de mi abuela”, en un principio nos  mueve a gracia y lo festejamos;  reflexionando más profundo podemos pensar que el niño está un poco confuso en cuanto a la relación que lo une a su abuela. Puede ser que el piense que  ser abuela que lo cuida, lo alimenta y acaricia en ausencia de su madre, es otra mamá; y tan suya como de su progenitora o progenitor.

Pedro (me gusta personalizar mis personajes. Suenan más vivos, más auténticos) es un hombre triunfador en su profesión. Ama lo que es y pone tanto entusiasmo y amor en ello, que se antoja imitarlo. Tuve la oportunidad de entablar con él una amable y constructiva charla: “¿a qué factor en tu vida  juzgas más importante para tu desarrollo como persona? Lo miré un tanto expectante. Su repuesta fue sorprendente: más que un factor fue una persona la que me enseñó lo importante que es ser una persona con anhelos, positiva y con mucha alegría por la vida: mi abuela. Fui el último hijo de una familia numerosa y con carencias económicas bastante difíciles. Mi madre, como es comprensible, se  afanaba todo el tiempo, y fíjese que no digo día, porque su quehacer abarcaba también parte de la noche para poder salir lo mejor posible de su tarea que debió ser muy ardua; aunado a lo que pudiéramos llamar muy pesado, soportaba una carga aún peor; mi padre era un alcohólico que no podía controlar su vicio. Mi hogar difería mucho de ser un hogar normal.

 No puedo recordar en que momento mi abuela se hizo cargo de mí. Ella había procreado una familia muy numerosa y por eso la admiro y agradezco que no me haya rechazado. Al contrario de lo que puede suponerse, substituyó el papel de mi madre y, sin una gran cultura, pero si con mucho amor; su apoyo moral, su ejemplo de entrega a los demás, logró hacerme entender que somos capaces de salir adelante con éxito y buscar en nuestro interior todos esos valores de que hemos sido dotados. Claro que amo y respeto a mi madre, sin embargo, puedo decir que me siento más cercano a mi abuela. Soy su obra.”

Lo dejé pensando que hoy, por muchas circunstancias, las parejas jóvenes dejan sus  hijos a cargo de la abuela. Claro que esto es mejor que dejarlos en manos ajenas. Pero, ¿se han puesto a pensar con bastante sensatez si esto es justo, tanto para el niño como para la abuela? Ella ya ha formado su familia y tiene el derecho de disfrutar de su libertad. De hacer de su tiempo libre aquello de que se privó cuando sus hijos eran su principal labor. La edad también hace sentir sus achaques y su cuerpo  precisa de más descanso y esparcimiento. No es mi tarea dar ejemplo de soluciones pero si puedo sugerir limitantes que aligeren la carga  de las abuelas. Padres jóvenes limiten el tiempo de la estancia del niño al lado de la abuela a lo estrictamente necesario. Esto es algo muy importante para reafirmar en su hijo el lugar que debe de ocupar al lado de sus padres y no sufrir en sus emociones con una dualidad de sentimientos encontrados. Pueden correr el riesgo de  que con el transcurso del tiempo sus hijos se sientan “hijos de su abuela”.

Me encantaría que mi mensaje llegará a muchos padres que en la actualidad se despojan de una responsabilidad que sólo a ellos concierne. Pero, como siempre, al final…TODOS SOMOS HISTORIA.