El cuartel de tortura

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El cuartel de tortura

Un amigo me preguntó alguna vez que cuál había sido el reportaje que más me había costado realizar en mi corta e incipiente vida de reportero.

Entonces no supe qué contestar, todos tienen su grado de dificultad, le dije, y eso es, precisamente, lo interesante de dedicarse de tiempo completo al reportaje y la crónica de mediano aliento.

Pero ahora diría con seguridad que uno de los trabajos que más han hecho sudar el poro y gastar suela fue uno sobre los casos de tortura cometidos por el Grupo de Reacción Operativa Metropolitana, alias GROM.

Cerca de tres meses pasé recorriendo la ciudad días enteros en busca de historias que revelaran las atrocidades acaecidas en lo que después se conoció como el cuartel de la tortura y que tuvo su sede en el sórdido Hotel La Torre.

Las historias sobre violaciones a los derechos humanos por parte de los elementos de negro abundaban, abundan, eso que ni qué, pero la cosa era que nadie quería contarlas... por miedo.

Era tanto el horror que habían vivido en los cuartos de aquel hotel, adecuados como áreas de tormento y castigo, que nadie se atrevía a hablar.

Y cuando alguien se atrevía, me transmitía ese pavor y el miedo vivido en aquel cuartel.

Los más eran testimonio de gente, que, sin motivo alguno, había sido levantada por el GROM en la calle y llevada a La Torre.

Ahí se pasaban días secuestrados y sufriendo todo tipo de golpes y torturas infligidas con bates, tubos, chicharras eléctricas, y las penas más humillantes, indignantes.

De tanto rodar y rodar, di por fin con la historia de Thalía, una niña presuntamente relacionada con un líder zeta de la plaza de Saltillo y que tras ser detenida y plagiada por el GROM fue brutalmente golpeada y violada.

Al principio experimenté cierto resquemor por publicar esta historia, dados sus antecedentes.

Y me hube asesorado con periodistas expertos en el abordaje de asuntos policiacos que me abrieron los ojos: “ningún policía tiene el derecho de secuestrar y torturar a ninguna persona, así sea la peor del mundo”, me dijeron.

Finalmente, no sé si para desdicha mía, la historia dio a luz en las páginas del Semanario.

Y digo desdicha porque de lo menos que me tacharon los lectores fue de imbécil y de periodista maniqueo.

Ni hablar, gajes del oficio, pero échenle, échenle, como dice López Dóriga, que yo aguanto vara.

Posdata
Cuando me enteré de que Fuerza Coahuila sería conformada con elementos del GROM y del GATE, otra corporación sumamente cuestionada, me dio tanto miedo…