El golpe de Estado en Turquía

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El golpe de Estado en Turquía

En los últimos 50 años Turquía ha estado inmersa en una paradoja: por un lado hay fuertes tradiciones culturales que la amarran a un pasado conservador y autoritario –no en balde más del 90% de su población es musulmana y durante siglos estuvo bajo el régimen Otomano–; por otro lado, también es un país que busca la modernización y su integración con Europa, por lo que a pesar de ser musulmán, hay garantías de respeto a otras religiones y los preceptos del Islam no se llevan al extremo. 

El intento de golpe de Estado que vivió Turquía los pasados 15 y 16 de julio están inmersos en dicha paradoja, ya que a pesar de los procesos de modernización y democratización que ha vivido en los últimos años, lo cierto es que durante casi toda su historia, Turquía ha sido un país autoritario, en donde el papel de los ejércitos ha sido determinante para la obtención y la conservación del poder.

Por ello, no resulta extraño que un grupo de generales haya creído que podía tomar el poder mediante el despliegue táctico de efectivos, tanques y aviones en las dos principales ciudades del país, Estambul y Ankara. Sobre todo porque Turquía tiene varios antecedentes modernos de golpes de Estado.

A lo anterior debemos sumar el empoderamiento que ha tenido el actual Presidente Recep Tayyip Erdogan, quien ha estado al frente de Turquía desde el 2003.

Como Primer Ministro del 2003 al 2014 y como Presidente de 2014 a la fecha. De hecho, Erdogan se ha convertido en algo parecido a lo que es Vladimir Putin en Rusia; es decir, la persona que toma las decisiones independientemente del cargo que ostenta. Por ello, la vía antidemocrática parecía la única forma de despojarlo del poder. 

La diferencia de Erdogan y Putin estriba en el hecho de que el primero se ha mantenido en todo momento en el poder a través de las elecciones, aunque ha impulsado una serie de cambios institucionales para empoderarse que se acercan peligrosamente a la frontera del autoritarismo. 

Es tan clara la capacidad de Erdogan de aglutinar el poder político en Turquía, que el intento de golpe de Estado se ejecutó mientras él estaba de vacaciones, y todos los medios de comunicación y actores políticos se enfocaron en la reacción de Recep Tayyip, cuando en realidad la autoridad responsable de hacer frente golpe era el Primer Ministro Binali Yildirim.

Pero volviendo al tema central del presente editorial, hay al menos tres factores que ayudaron a que el golpe de Estado fracasara. El primero es que el resto de las fuerzas políticas de Turquía lo condenaron. Dicho de otra manera, despojaron a los perpetradores de la escusa política de que el golpe era la única forma de limitar el poder de Erdogan.

El segundo es la propia popularidad de Erdogan y la capacidad de movilización del Partido de la Justicia y el Desarrollo que lograron que miles de turcos salieran a las calles y llenaran los espacios donde se encontraban los militares, al grado que varios soldados fueron golpeados y despojados de sus armas. 

El tercer factor fue la presión internacional. Turquía tiene importantes relaciones con Europa y Norteamérica, por lo que un retroceso democrático en dicho país afectaría de manera importante a toda la región, que se caracteriza por la existencia de decenas de gobiernos autoritarios, muchos de los cuales llevan los preceptos del Islam al extremo. 

Estos factores ayudaron a neutralizar el golpe de Estado en menos de dos días, de hecho, bastó que Erdogan regresara de sus vacaciones y aterrizara en Estambul, para que miles de personas salieran a la calle, y en los medios de comunicación se comenzara a hablar del fracaso del golpe. 

Lo que resulta extraño es que, a pesar de que la cantidad de efectivos militares que participaron en el golpe fue minoritaria, se hubiera esperado que la alta jerarquía militar saliera de inmediato a rodear los lugares en donde se ubicaban los golpistas, pero en realidad la cúpula militar no reaccionó sino hasta el final del segundo día del golpe. Esto puede indicar que los militares involucrados eran más de los que se pensó en primera instancia.

Pero lo importante es que se pudo neutralizar un golpe de Estado que amenazaba la vida democrática de uno de los países más poblados del mundo y una de las 20 economías más importantes del orbe. La instauración de un régimen autoritario en Turquía no sólo podía afectar al país, sino que las consecuencias podrían haber llegado a impactar a todo el mundo musulmán e incluso a Europa.

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@victorsanval