El fútbol: ¿une o divide?
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El fútbol: ¿une o divide?
El deporte es considerado una de las actividades más importantes de unidad y vínculo de paz. Probablemente las fronteras físicas y el idioma son barreras que nos impiden la comunicación y la convivencia. Pero el deporte es el instrumento idóneo para romperlas. Demos a niños de diferentes nacionalidades e idiomas una pelota y comulgarán todos ellos alrededor del juego sin intercambiar una sola palabra. Pero qué ha pasado en los últimos años, pareciera que el deporte, y especialmente del fútbol, es la principal causa de violencia entre las personas.
En la Copa Mundial de Fútbol del 2010, celebrada en Sudáfrica, se realizó un estudio en Inglaterra: ¿Cuál es la relación entre los resultados del fútbol y la violencia doméstica? Sus resultados me alarmaron. Independientemente Inglaterra ganara o perdiera sus juegos, se incrementaba la violencia doméstica potencialmente. Cuando Inglaterra ganó 1-0 a Eslovenia se incrementó la violencia un 27.5 por ciento, cuando perdió con Alemania 4 -1 aumentó un 31.2 por ciento, pero cuando empató con Estados Unidos 1 -1 hubo un incremento insignificante del 0.1 por ciento.
Hay evidencia de la violencia que hay en las canchas. En 2006, en Polonia, después de un partido de fútbol hubo una guerra campal entre fanáticos rivales, con un resultados de 6 muertos. Hace pocos años, en Perú, un aficionado confrontó a otro con palabras y lo arroja de la parte superior del estadio (15 metros de altura), muriendo al caer al concreto. Y sin ir tan lejos, en nuestro País, ¿cuántos ejemplos tenemos de actos vandálicos o delincuencia antes o después de un partido de fútbol? Entiendo que hay un gran entusiasmo o enojo ante la victoria o derrota de nuestro equipo, pero, ¿por qué llegar hasta la violencia?
El hombre, más que la mujer, por su naturaleza, tiende más a la violencia. Existen muchas explicaciones de acuerdo a la antropología, sociología o neurología. Somos seres sociales y aprendemos a través de la imitación y la observación. Si vivimos en ambientes violentos en la familia y en la escuela, serán nuestros patrones de comportamiento al ser adultos. El niño desde pequeño es testigo de una gran cantidad de escenas violentas. Algunos estudios nos dicen que al cumplir 15 años de edad ya fue testigo de más 20 mil asesinatos a través de la televisión, internet o videojuegos. Creamos un cerebro menos empático y compasivo ante el dolor de los demás. Y si, además, le sumamos que el cerebro del hombre tiene 20 veces más testosterona (hormona masculina que activa la competencia e impulsividad), tenemos una bomba en potencia. No confundamos entre agresividad y violencia, la agresividad es una actitud que nos fortalece para terminar una tarea, nos hace tenaces para luchar y lograr un proyecto. En cambio, la violencia es una palabra o acción que tiene el objetivo de lastimar al otro. Generalmente un jugador debe ser agresivo pero no violento. La testosterona activa la amígdala cerebral (encargada de los impulsos) y reduce la actividad del lóbulo frontal (la parte delantera del cerebro) cuya función es tener empatía y controlar los impulsos destructivos. No estoy justificando y aprobando la violencia del hombre, lo que trato de decir es que el hombre necesita, como primera tarea, desarrollar su capacidad de control impulsos y mayor tolerancia a las frustraciones. Implementemos actividades deportivas en nuestros hijos para que desarrollen esta capacidad y formarlos en la empatía y el respeto a los demás. Y somos los papás el mejor o peor ejemplo.
@JesusAmayaGuerr