El furor terrorista en México

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El furor terrorista en México

Existe un profundo pesar al escribir esta necrología de terror indescriptible, la saña con la que fueron asesinados los tres hermanos de Guadalajara, Ana Karen (24 años), José Alberto (29) y Luis Ángel González Moreno (32), jóvenes limpios, ajenos a la ilegalidad. Los secuestraron y los masacraron dejando sus cuerpos tirados en una carretera. Asimismo, una mujer ejemplar en Saltillo, inerme, toda bondad, al servicio voluntario de la sociedad, fue ultimada con toda alevosía, ventaja y traición. Eso es terrorismo, no se diga más.

Porque son actos de terrorismo los cuerpos mutilados, decapitados, colgando de puentes, las masacres colectivas, los miles de desaparecidos en ácido y fosas clandestinas. Violencia extrema para infundir terror.

Y lo peor de todo es que esta clase de terrorismo no es el derivado de la lucha ideológica. Esta violencia criminal es por el dinero sucio de la ilegalidad.

Cien asesinatos al día es el promedio sostenido desde los gobiernos del PAN, PRI y ahora el de Morena de los “abrazos, no balazos”. Un policía es asesinado cada 16 horas y ellos tienen aversión a disparar sus armas por temor a violar derechos humanos, la bendición de los narcos.

El terrorismo en México es inocultable. La crueldad de la que presumen los verdugos hace desfallecer todo signo de piedad. El 4 de noviembre de 2019 fue asesinada la familia LeBaron. Tres madres de familia, Dawna (43 años), Rhonita (30), Christina (29), sus hijos Howard (12 años), Trevor (11), Kristal (10), Rogan (2), Titus y Tiana (8 meses), indefensos, pacíficos mormones, fueron masacrados con rifles de alto poder. Igual al terrorismo talibán.

A México entran de contrabando 300 mil armas de fuego cada año. Las portan pandilleros, drogadictos, pura carne de presidio. Cualquier estúpido oprime el gatillo de una Kalashnikov y en siete segundos el arma dispara 70 proyectiles calibre 7.62 en ráfaga. Y una piltrafa humana adquiere el inmenso poder de matar. Para esa miseria humana “la mayor hazaña del hombre no es dar vida, sino destruirla”. Así, en segundos, masacraron a los 11 albañiles en Tonalá, un acto irracional contra gente humilde y trabajadora, sólo para “calentar” la plaza. Terrorismo de un Estado de facto.

Porque eso es la delincuencia organizada en México, un Estado de facto que cobra impuestos, tiene milicias armadas, tiene cárceles, juzga y ejecuta la pena de muerte. En Aguililla lanzan drones con explosivos para aterrorizar a la población. Terrorismo como el de Al Qaeda y Hamás.

Se van a escandalizar los de la Academia Interamericana y todas las “almas grandes” del activismo enfermizo de los derechos humanos. Pero deben de recordar que el ejército británico, en la democracia más antigua del mundo, empleó la guerra sucia para combatir el terrorismo del IRA. Que Felipe González, un socialista, empleó la fuerza paramilitar de los Grupos Antiterroristas de Liberación (GAL) como terrorismo de Estado contra el terrorismo vasco de ETA.

Aquí tenemos que respetar a los sicarios del terror. Ellos apelan a sus derechos humanos porque no son bestias, son humanos. El maligno Ricardo III, de Shakespeare, es contundente al respecto: “No hay bestia feroz que no tenga un poco de piedad. Pero yo no tengo ninguna, así que no soy bestia”.

Igual ellos, no son bestias, son “seres humanos”.