El fuego eterno de Bach

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El fuego eterno de Bach

Especial

En la teogonía de la música, Johann Sebastian Bach ocupa el lugar del Padre. ¿Por qué?

Entre los compositores del Barroco tardío, Bach era, en cierto modo, anticuado. Acudía a las viejas formas contrapuntísticas cultivadas por Froberger o Buxtehude. Pero cultivar las formas del pasado no significa necesariamente repetir el discurso musical. Bach sabía que los recursos del contrapunto imitativo no estaban agotados. Así, entre los nuevos edificios del barroco, Bach descolló como rascacielos cimentado en viejos fundamentos pero proyectado en colores nuevos y en la intemporalidad de su genio.

Bach logró el equilibrio entre lo sensual y lo matemático en la música, de manera que su creación resulta tan subyugante tanto para el que busca el placer carnal como para el que requiere del éxtasis intelectual.

De su inmensa obra sorprende la uniformidad en la calidad y la constancia de su cualidad, por eso, sin la ayuda de pruebas documentales, resulta difícil determinar la época aproximada de composición de una obra tan solo por su análisis musical (tarea ostensiblemente más sencilla en Mozart o Beethoven, por ejemplo).

Su música no solo constituye una tesis armónico-contrapuntística sino una fuente cromática: consiguió una rica variedad de colores y texturas sonoras a partir de combinaciones instrumentales a veces insospechadas; combinaciones que no solo son imaginativas sino eficientes, como nuevas fórmulas químicas que han pasado las más estrictas pruebas de laboratorio antes de salir al mercado farmacéutico.

Sin embargo, no toda la música de Bach incluye la fórmula de su color o de su textura. El arte de la fuga, por ejemplo, carece de indicaciones sobre su instrumentación: música que va más allá del sonido, más allá del color.

En la eternidad de su creación, Bach también proyecta su vocación pedagógica. Sus composiciones para teclado son el fundamento técnico para los ejecutantes actuales de piano, órgano o clavecín. Asimismo, sus obras más intelectuales, como El arte de la fuga o la Ofrenda Musical, son fuentes inagotables de instrucción teórica y práctica de los mecanismos y posibilidades del contrapunto.

Después de Bach todos los músicos han sido alumnos de Bach. Si bien gran parte de su obra permaneció en el silencio por algún tiempo después de su muerte, su flama continuó encendida, esperando a ser alimentada con buena leña para luego incendiarlo todo. El fuego de Bach nos ha abrasado a todos alguna vez, por eso aquellos que ahora profesamos el oficio de los sonidos llevamos su estigma, y aquellos que están por nacer llevarán su cicatriz.