El Fracking ¡no va!
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El Fracking ¡no va!
En su discurso ante el Congreso de la Unión, el presidente Andres Manuel López Obrador confirmó lo que había dicho en San Luis Potosí, así como en su visita a Saltillo: no se permitirá la técnica para la extracción de gas llamada fracking, o fracturación hidráulica. Con esta noticia nos da una gran esperanza de que no se continúe con esta técnica tan agresiva que afecta la salud, destruye el ecosistema y consume grandes cantidades de agua, además de contaminar los mantos acuíferos. Esta noticia alienta la lucha que hemos venido dando un buen número de personas en diferentes estados, desde que se aprobó la reforma energética.
El fracking es un proceso de extracción del gas que se encuentra atrapado en rocas de lutitas. Para llevar a cabo este proceso, se hace una perforación de manera vertical de hasta cuatro mil metros, y una vez que llega hasta el punto donde se halla el mineral llamado que contiene el gas, se hacen perforaciones horizontales (llamadas “laterales”), que pueden extenderse hasta cuatro kilómetros. Para fracturar la roca de lutita o esquisto y permitir el flujo y salida del gas se inyecta una mezcla de agua, arena y sustancias químicas a elevada presión. La reforma energética de Peña Nieto ha sido llamada la reforma del fracking, por haber abierto el paso a esta tecnología.
Debido a los cambios que se introdujeron en la Constitución a raíz de la aprobación de la reforma energética, buena parte del territorio mexicano quedó expuesto a la explotación del gas shale. Y es que la nueva legislación en materia energética autoriza al Ejecutivo para que expropie las tierras donde exista presencia de hidrocarburos, sin importar que éstas estén habitadas, o se utilicen para la agricultura. Gracias a dichas disposiciones, el fracking puede causar severos daños a las comunidades campesinas de cinco estados como mínimo: Chihuahua, Coahuila, Tamaulipas, Nuevo León y Veracruz. Pero, posiblemente, poblados enteros de Oaxaca, Puebla, Campeche, Hidalgo y Chiapas también sufran las consecuencias de la expropiación forzosa y posterior explotación.
Como era de esperarse, el gobierno mexicano y en Coahuila el Clúster de Energía, se dedicaron a clamar en los medios oficialistas las supuestas bondades que la extracción del gas shale traería para México y para Coahuila específicamente, tratando de convencer a la opinión pública de que la reforma energética detonaría el crecimiento de la economía estatal y nacional. Sin embargo, poco se ha dicho de los daños que el fracking traerá a la economía campesina, al medio ambiente y a la salud humana. La región norte de México ha sido señalada como la que mayor riesgo enfrenta por el fracking. Por lo menos 81 municipios en la región norte del país se verían afectados por la expropiación y “ocupación temporal” de sus tierras, y la utilización de éstas para esta actividad minera. En protesta por la utilización de esa técnica, varios sectores de la sociedad civil mexicana nos hemos manifestado ante la inminencia de su impulso. Si tanto preocupa al gobierno la generación de energía eléctrica adicional y la extracción del gas que se encuentra en el subsuelo para dejar de importarlo debería invertir en fuentes alternativas de energía, como la solar y la eólica, que no contaminan, y que puede aprovecharse con facilidad en los amplios desiertos mexicanos.
De acuerdo a declaraciones del presidente del Clúster de Energía de Coahuila, el doctor Rogelio Montemayor, ya se firmaron contratos con la empresa Lewis Energy, con una inversión superior a los 600 millones de dólares para extraer gas no convencional en el municipio de Hidalgo, Coahuila. Sin embargo, Rocío Nahle, la nueva Secretaría de Energía, señaló que ya se inició la revisión de los 105 contratos petroleros y de gas vigentes en todo el país en busca de irregularidades, incluido el de la empresa Lewis Energy.
Con esta acertada decisión del Presidente López Obrador, se desploma el espejismo neoliberal y se esfuma la alucinación de la independencia energética de Washington. Según indica Nick Cunningham, periodista americano, la “revolución shale ha sido el opio para muchos de los problemas de energía de Estados Unidos durante varios años”, pero tal adicción puede empezar a cambiar cuando la industria empiece a tambalearse.
Estados Unidos engaña con la burbuja del gas shale, cuando su verdadera exportación yace en el tesoro de las pletóricas reservas de hidrocarburos en el Golfo de México que le regaló insensatamente la reforma energética Peña/Videgaray/Aspe del “México neoliberal itamita”.