El fracaso fortalece al carácter con una nueva mirada

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El fracaso fortalece al carácter con una nueva mirada

Ilustración: Vanguardia/Esmirna Barrera
Las ‘heridas de guerra’ hacen seres humanos fuera de serie

Pareciera que somos rehenes de la tiranía del bienestar y de la moda del pensamiento positivo. Todo aquello que atenta en contra la comodidad o la felicidad es mal visto, pero existen historias que demuestran que los inconvenientes, que son naturales al hecho de existir, brindan excelentes oportunidades para sacar lo mejor del ser humano, de exponer el liderazgo, la determinación y la fuerza de voluntad, como lo demuestra la siguiente historia: “El explorador británico Ernest Shackleton hizo planes para ser el primero en liderar una expedición en trineo a través de todo el continente de la Antártida. El 5 de diciembre de 1914, partió en el barco Endurance. Sin embargo, el Endurance chocó contra un gran bloque de hielo y quedó completamente varado y, durante dos años, el mundo no tuvo noticias de Shackleton ni de su tripulación. Sin embargo, en una increíble hazaña de supervivencia, los miembros de la expedición sobrevivieron en el hielo sin perder a un solo hombre” gracias al optimismo racional de Ernest, a la manera de obtener ventajas de las difíciles e inevitables realidades con las que se enfrentó, y hacer de los obstáculos nuevos caminos.

UNA VIRTUD
Como el explorador, las personas que aprenden a convertir los infortunios en nuevas sendas –al paso del tiempo– suelen salir adelante porque para ellas el fracaso no es un estigma, más bien es una realidad que ocupan para trabajar más duro y luego demostrar lo que son capaces de hacer y, así a fuerza de intentos, llegan a desarrollar la capacidad de crecerse ante las dificultades y apuros siendo esto, precisamente, su principal valor y fortaleza.

En ellos se aplica lo que Fénelon decía: “la energía y el trabajo obstinado superan y vencen los mayores obstáculos. Casi no hay cosa alguna imposible para quien sabe trabajar y esperar (…) Las personas de carácter, son infinitamente más raras que las de talento. El talento puede no ser más que un don de la naturaleza. El carácter es el resultado de mil victorias logradas por el hombre sobre sí mismo. El talento es una cualidad, el carácter es una virtud”.

HERIDAS DE GUERRA
Las personas que tienen “heridas de guerra” son muy valiosas por sus pasados porque tienen evidencias que son capaces, que saben, quieren y pueden, que no se desaniman y eso las hace confiables, los acredita como seres humanos fuera de serie.

Por cierto, es muy difícil de encontrar ese invaluable bagaje “cultural” en personas que no han sido expuestas a experiencias de “fracaso”, “dolor” o “derrota”. 

Más sensibles

Y de paso, como lo infiere en sus investigaciones Dan Ariely, las personas que triunfan ante experiencias de dolor, decepción o fracaso, que las trascienden y le encuentran su “sentido”, desarrollan una singular adaptación hedónica (física y emocionalmente), tienden a umbrales mayores -“aguantan más” - ante esos mismos inconvenientes que el resto de las personas, tienden a asociar positivamente el dolor a la curación, transforman las emociones negativas en positivas y, además, se vuelven más sensibles a las necesidades de sus prójimos y más propensos a realizar innovaciones.

Jamás claudicar

En el ámbito empresarial, ya lo decía Edison: “no he fracasado 700 veces. He logrado probar que esos 700 caminos (para inventar la bombilla) no funcionarán”; sin embrago pocos son los que aprecian que la cultura de prueba, error y fracaso es la que ha hecho posible el desarrollo de grandes empresas como Google, Apple y de descubrimientos como el Nylon o el Post it, por mencionar algunos casos.

De ahí que sea necesario apreciar no solo el resultado final de cualquier proyecto, tarea o negocio, sino lo aprendido en el camino, es decir, se requiere valorar todo el proceso.

El fracaso no es un estigma, más bien es una realidad que ocupan para trabajar más duro y luego demostrar lo que son capaces de hacer”.
Carlos R. Gutiérrez, consultor estratégico.

Educación caduca

El descrédito del fracaso como proceso de aprendizaje es un problema cultural y educativo, sobre todo en estos tiempos en los cuales está de moda “el pensamiento positivo” más que el pensamiento crítico. En las escuelas se valora el resultado competitivo, no necesariamente los esfuerzos emprendidos; por lo general no se enseña a entender y afrontar el fracaso, el riesgo y los inconvenientes como fuentes de aprendizaje, sabiduría y crecimiento personal, no existen mentores para ello y menos se encuentran materias especificas, ni ejercicios transversales que de alguna forma enseñen competencias que específicamente expresen –por decirlo de alguna forma– que se pude aprender mucho más del fracaso y las caídas que del éxito, en donde se valoren más los caminos abruptos que los rectos, fáciles y planos. 

En la escuela, en general, lo que desgraciadamente importa es el número final, pasar o no pasar; se aprecia más el 10 que el siete, independientemente de los inconvenientes superados por el alumno en el proceso. Los estudiantes se mueven por la manera en que van a ser medidos y calificados, por ello se vuelven ciegos a los beneficios y aprendices colaterales de los fracasos.

El valor de la incertidumbre

Lo que ahí sucede es que se enseña a caminar sobre lo seguro y lo cierto cuando la vida es todo lo contrario, por eso las escuelas generan una cierta incapacidad para entender la realidad, para dimensionar a los obstáculos y fracasos como una cultura de riesgo, y no de estigma, que permita precisamente al alumno aprender de ellos para resolver los problemas que se les presentan bajo una perspectiva antes impensable, y así construir un carácter a prueba de todo. 

Dicho sea de paso, cuando se piensa en términos de “liso y llano”, “de retos como sinónimos de problemas”, se tiende a discriminar y desvalorizar las posibles aportaciones que las personas que padecen problemas físicos pueden hacer a las empresas y a la sociedad, también se hace a un lado a la gente de la tercera edad. 

Casi no hay cosa alguna imposible para quien sabe trabajar y esperar”.
François Fénelon, poeta y escritor.

Según Robinson

En muchas partes del mundo se está reformando la educación, Ken Robinson menciona que esto se debe a dos razones básicas: una cultural y la otra económica que tienen que ver con formar jóvenes para que encuentren trabajo y generen riqueza en un mundo que está cambiando muy rápido, en donde no basta con mejorar lo que se tenía en el pasado sino en crear nuevas realidades –en este sentido, pobre México–, y para eso hay que cambiar la jerarquía de las materias, por ejemplo creatividad sobre ciencias, y la manera de evaluar.

Aunado a lo anterior es necesario revolucionar a la educación hacia modelos inspiradores, en donde se considere las diversidades, individualidades y capacidades de los alumnos y sus particulares formas de aprender, en el sentido de estimular la creatividad, la imaginación y la innovación, pero para eso primero hay que cambiar el concepto que tenemos del fracaso, de las adversidades y de los problemas, para eso es necesario percibirlos como oportunidades, como parte de la vida misma, como posibilidades de aprendizaje y desarrollo personal, y no como estigmas o desgracias.

El castigo 

El problema del problema no es en sí el problema mismo sino la manera en que se le percibe, por eso un verdadero obstáculo –para realizarse en el aquello que se desea– es la manera en que uno percibe las dificultades, adversidades y por la interiorización del miedo que surge a lo desconocido o incierto, es la desconfianza que se puede tener en uno mismo y la desaprobación de otras personas hacia nuestras preferencias, situaciones que, en gran medida, se alimentan del riesgo a fracasar. Esta posibilidad es un estigma social aprendido en la escuela, que se señala con el dedo sin realmente saber que irónicamente lo que en verdad se castiga –por lo menos en México en demasiados ámbitos– es el mismísimo éxito o lo que esto signifique.

Este 2018, sería prudente fortalecer el carácter y tener una nueva mirada sobre la incertidumbre, los infortunios, obstáculos y problemas que la vida, inevitablemente, nos presenta. Como lo hizo Shackleton. 

Programa Emprendedor 
Tec de Monterrey
Campus Saltillo
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