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El fondo de la consulta
Al son del axioma maquiavélico “el fin justifica los medios”, muchos actores políticos en nuestro País se han servido con la cuchara grande en el pasado reciente. Nos faltarían páginas que pudieran contener la larga lista de actores principales, protagónicos, de reparto y hasta extras que generaron un abismo, entre unos cuantos que con cero inversiones se hicieron de grandes fortunas, en contraposición con 51 millones de mexicanos que viven en pobreza, según Coneval 2021.
Todo al amparo de la corrupción, la impunidad, los fueros constitucionales, las complicidades y los acuerdos, donde se comprometían a velar por los intereses de quienes les heredaron los puestos, que en los tiempos en los que disfrutaron del poder sirvieron para proteger la espalda de quien les había heredado el cuerno de la abundancia.
En ese sentido, el tema de la Consulta hoy 1 de agosto no es un tema que le competa solamente al Presidente de la República como algunos insinúan, sino a todos los mexicanos que hemos padecido el peor de los virus que nos ha asolado, sólo que a diferencia de la pandemia que enfrentamos, éste se ha extendido por décadas en nuestro País, por supuesto, me refiero a la corrupción.
Iniciamos un proceso democrático que al momento mucho siguen considerando incipiente y nos hemos olvidado –probablemente nunca lo internalizamos– que en una democracia el poder reside en el pueblo (artículo 39 constitucional). Que si en otro momento el soberano era el rey, desde que comenzamos a vivir en una República todos los hombres y mujeres somos libres e iguales, y ahora el soberano es el pueblo. Claro, en una sociedad relativista como en la que vivimos, seguro traerá a colación la pregunta: ¿y quién es el pueblo? Le guste o no, esa figura conceptual etérea la representamos usted y yo.
Por eso independiente de donde haya surgido la iniciativa de la Consulta Popular, el ejercicio no puede dejarse pasar de largo. Era lo que queríamos, ¿o no? Que todos pudiéramos tomar decisiones. Ahora, la consulta tiene ese origen, porque es la ruta marcada por la Constitución (artículo 35 constitucional, fracción VIII), no lo pierda de vista. Es un derecho de la ciudadanía. Si le consuela, Dios escribe derecho en renglones torcidos. Lo que quiero decir es que estamos ante el principio de una práctica democrática que debe de ser aplicada en el futuro inmediato para poner orden en la casa.
Es la primera consulta que experimentaremos como pueblo. Tenga confianza, la legitimidad se la da la Suprema Corte de Justicia de la Nación que tuvo en cuenta no sólo argumentos políticos, sino también jurídicos para poder afinar la pregunta que nos llevará a las urnas que organizaremos todos los mexicanos representados por el Instituto Nacional Electoral (INE). Sé que nuestra cultura heteropatriarcal nos complica porque estamos acostumbrados a hacer lo que nos da la gana hacer, sobre todo si tenemos la autoridad, pero ahora es tiempo de consensuar, de deliberar. Es muy fácil, si no está de acuerdo con la pregunta a responder diga “no”, pero no deje de ir.
Si decimos –seguro usted lo comparte– que la participación ciudadana es condición sin la cual no existe la democracia, pues la Consulta es una de las formas como podemos participar de la misma. ¿Considera usted que la Consulta es una arbitrariedad presidencial o simplemente es parte de una campaña política o trampa para medir popularidad o asunto de revancha? Vaya y diga que “no”, pero vaya. Hemos reclamado tanto tiempo la participación, aquí está la oportunidad. La figura fue incluida en el sistema político y jurídico mexicano con el fin de incrementar la cancelada participación de la que fuimos objeto cuando vivíamos en la “dictadura perfecta”.
Ahora, no es el Presidente o los partidos políticos quienes tienen los derechos reservados de las consultas. Somos todos los ciudadanos que, bajo argumentos jurídicos y políticos, utilizaremos argumentos sólidos para poner a consideración una situación determinada que nos afecta a todos, en este caso el abatimiento de la corrupción y la impunidad que están en el fondo, que no son un tema menor. En ese sentido, habrá muchos otros temas en el futuro que sean abordados teniendo como referencia el principio de Soberanía Popular.
Muy probablemente en el fondo lo que nos hace ruido es que en el marco de la Democracia Representativa no nos hemos sentido representados del todo o simplemente no nos hemos sentido representados, y la sensación ha sido que las iniciativas y las leyes están condicionadas por la visión de los gobiernos en turno. Bueno, aquí está la primera de muchas oportunidades que nos darán la posibilidad de aproximarnos al concepto democracia.
Aquello de “para qué voy a la Consulta si no va a pasar nada”, o es “un tema de medición de popularidad” o lo que dicen quienes están ahora en el poder sobre la misma, es decir, el uso de la misma como instrumento político electoral con miras hacia el 2024 se topa con la ruta que sigue el protocolo de la consulta en la Constitución. Si dice que está insatisfecho con la democracia que hay en México o que el País no lleva el rumbo adecuado, este puede ser el principio de una serie de consultas que servirán para promover la participación ciudadana. Hay muchos países en los que cada año se realiza una consulta y viven ya en lo que se denomina “democracias plenas”. Es nuestro momento. Así las cosas.