El fin de una ciudad

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El fin de una ciudad

En todas las ciudades existen ciudades invisibles, esta hipótesis con tintes de ley la dijo el escritor Ítalo Calvino, cada ciudad tiene algo que la habita, puede estar a los ojos de todos, en una esquina nunca visitada, en el olor de la lluvia, en un jardín inexistente. Cuando desaparecieron los vocho-taxis en la Ciudad de México escribí una triste crónica de la extinción de esta magna ciudad con cuatro llantas, un motor trasero y un calentador de tobillos, la ciudad se movía en estos escarabajos y en ellos sucedían las historias más inverosímiles. Abordar alguno significaba una contorsión, mover músculos que sólo tenían aceitados los chilangos, en fin, ahora la mayoría son tsurus, se ordenó que fueran cuatro puertas y la ciudad se convirtió en cualquiera del mundo. Así desapareció un día, de manera abrupta un habitante del —aún llamado en aquella época— Distrito Federal. 

Hoy ya no somos ni siquiera el nombre, somos otros, sin embargo, de aquella estirpe de transporte público quedan los microbuses, o quedaban, ayer el Jefe de Gobierno, Miguel Ángel Mancera señaló que esta semana se publicará una norma que prohibirá concesiones para nuevos microbuses así lo dijo: “En breve estaré publicando la norma donde se va a prohibir, por primera vez en la Ciudad de México, se va a prohibir de ahora y para siempre, la circulación de microbuses [...] Es decir, no habrá nuevos microbuses en concesiones. Si hoy alguien quiere una concesión será con un vehículo que sea ecológicamente sustentable, pero no se va a dar una sola concesión más a ningún vehículo de microbús”.

Contrario a los taxis que tenían cierto romanticismo, la salida de este transporte ha sido una fiesta. 

En mis casi tres décadas de vivir en la CDMX nunca he escuchado un comentario positivo de un microbús, por supuesto que se usan, junto con la combi es el medio de transporte más necesitado en esta urbe (64.5 por ciento de los viajes en transporte público se hace en microbuses, autobuses y vagonetas concesionadas, existen 108 rutas que cuentan con mil 234 ramales que interactúan con 45 Centros de Transferencia Modal). Pero las quejas superan cualquier crónica de un viaje apocalíptico; juegan carreritas, no tienen ni 17 años cumplidos los choferes, algunos van sin camiseta, manejan como unos animales, los llenan de manera ridícula, están en pésimas condiciones, microrrelatos de una catástrofe de movilidad. 

El Jefe de Gobierno ha sugerido autobuses, pero no sólo se trata de mejorar el transporte, sino de cambiar la manera en la que estos vehículos trabajan, debe de plantearse la posibilidad de cobrar por ruta y no por pasajero, que los choferes con una o con 90 personas ganen lo mismo, así se evitará una mala conducción y el respeto al usuario, cambios estructurales de un transporte que se sostiene con pinzas.

Los micros no desaparecerán este fin de semana, simplemente las concesiones dejarán de expedirse, y así llegará su extinción. El fin de una ciudad invisible, sobrepoblada, contaminada, agresiva, que estaba acabando con nosotros. No la vamos a extrañar, pero hay que prepararnos para el desastre que viene.