El esperado arribo: ‘Tenemos un Papa que está al lado de los pobres’

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El esperado arribo: ‘Tenemos un Papa que está al lado de los pobres’

Soportando el frío y la tediosas horas, indígenas velaron esperado al Pontífice

Por: Javier Rodríguez/Enviado/Vanguardia  

Fotos: El Universal/Cuartoscuro/AP

SAN CRISTÓBAL DE LAS CASAS, CHIS.- Son las tres de la madrugada en esta fría y nebulosa ciudad, entre el titiritar y la oscuridad se escucha algo así como paso marcial: chac, chac, chac. Son cientos de integrantes de los pueblos indígenas que caminan por la calle Allende para llegar al Deportivo Municipal.

Faltan más de siete horas para la llegada de Francisco, pero la fe se trasluce en medio de la noche. El termómetro marca los 7 centígrados. Pero sobre las aceras caminan mujeres con faldas de cálidos colores y huaraches que resuenan en lo que comúnmente es la apacible madrugada.

Aquí a diario, inclusive los fines de semana, la vida se acaba a las 12 de la noche. Los bares a esa hora cierran. Pero este lunes, la vida se fue de corrido: nunca terminó.

Largas filas de gente que hablan en indescifrables vocablos para quienes no son indígenas. Por un lado ofrecen un sándwich, luego un vocablo que enreda la lengua de alguien que sólo habla castellano.

“Francisco, amigo, el pueblo pobre está contigo”, cantan mientras con paciencia artesanal esperan durante dos kilómetros o hasta siete horas para poder entrar al Sedem.

Hombres con shorts de manta y huaraches hoscos, mujeres con faldas de tonalidades estridentes y chalina que se camufla con su cabello negro azabache. Todos  esperan.

En un momento parados en un mismo lugar durante una hora, luego corriendo dos cuadras en
instantes.

Son las ocho de la mañana y el cielo protege la montaña indígena. La montaña donde salió a la luz pública el Subcomandante Marcos y el EZLN. Hoy, ambos -dicen algunos habitantes- son una leyenda. Mientras en la TV aparece Francisco en la Ciudad de México, en San Cristóbal hay dudas si llegará por aire o por tierra.

En menos de una hora, toda cambia. El cielo se abre, con una casi imperceptible neblina y el termómetro empieza a escalar con la salida del sol. Casi a la par de la llegada de Francisco Bergoglio ya no hay neblina y hace calor.

LOS PRIMEROS AVISOS
Una niñera con hélice sobrevuela el perímetro con una leyenda enorme: Marina. Militares postrados en las calles. Policías intransigentes que buscan mantener el orden.

Llega un helicóptero, llega otro, otro más, uno más. La gente, ya al interior de la Deportiva, ondea sus banderas amarillas con blanco. En ninguno viene Francisco.

“Bienvenido Tatik Francisco, viva el Papa de la Paz, viva el Papa de la Misericordia, el Papa de la Justicia, el Papa de la Libertad, el Papa de la Lucha. El pueblo camina con Tatik Samuel y Tatik Francisco, tu presencia despierta la conciencia”, se desgañita el maestro de ceremonias seguido de unos 100 mil asistentes según la expectativa local.

Marimba, sonidos y espectáculos indígenas visten el frente de la Deportiva donde llegará el primer Papa 
latinoamericano.

Entre la multitud las túnicas tzotziles, tzeltales, chol, mixes, pero también los turistas argentinos, venezolanos, mexicanos que vienen del norte, del centro o del occidente del país.

Presencia. No podía ser de otra manera, el colorido de los indígenas chiapanecos dio la nota.

El helicóptero del Papa llega. Un estruendo se escucha. A los pocos minutos sube a su papamóvil y zigzaguea por pasillos bien definidos en este lugar con piso de tierra y piedras que para ese momento ya son brasas rocosas.

Una mujer con características indígenas se acerca a la valla. Tiene a dos metros a Francisco sólo le grita: “Papa”, y las lágrimas la derrotan. Francisco levanta la mano a la derecha, voltea, sonríe, se toma el solideo antes de que el viento se vuelva delincuente y se lo arrebate. Levanta la mano a la izquierda, traza una sonrisa y avanza, mientras le acercan bebés de brazos a quienes besa y bendice.

INCIA PAPA LA MISA
Tras casi 35 minutos de haber aterrizado, Francisco llega al escenario. Comienza una eucaristía poco convencional, a cuatro lenguas: tzotzil, tzeltal, chol y español.

“Li smantal Kajvaltike toj lek – la ley del Señor es perfecta del todo y reconforta el alma, así comenzaba el salmo que hemos escuchado. La ley del Señor es perfecta”, dice Francisco en el límite de lenguas.

Hace mención del Popol Vuh, de los mayas, de los pueblos nativos. Su discurso no es tan aguerrido como se preveía en la Diócesis de San Cristóbal, en donde un día antes adelantaban que podría hablar de las heridas abiertas como Acteal. Menos incendiario para la vida social, pero profundo en lo espiritual.

Cercano. El mensaje del Papa a los indígenas fue de reconciliación.

El Papa, mientras da el evangelio, pierde su solideo. El aire le juega en contra.

“Llévanos en tu corazón con nuestra cultura, con la injusticia que padecemos y con nuestra esperanza en Cristo resucitado, aunque vives muy lejos de nosotros en El Vaticano, te sentimos muy cerca de nosotros”, se escucha desde el micrófono, pero ya no de la voz del líder católico.

Desde el público se grita: Tenemos un Papa a lado de los pobres.

“Si calláramos, las piedras gritarían: Francisco, amigo, los indios están contigo”, arengan desde el atrio en donde Francisco observa.

El Papa ofrece que la paz esté con todos. Al primero que saluda es a Felipe Arizmendi, obispo de San Cristóbal.

A esta hora, ya no hace frío. El sol quema hasta en los pies que calzan sandalias. Algunos indígenas se las quitan. Andan entre la tierra como si fuera el campo.

Juan, un tzotzil con la vestimenta de Zinacantan, apenas conoce palabra en español, pero el idioma universal de las lágrimas lo hace hablar tras recibir la ostia.

Francisco da la bendición, pide ir en paz. Algunos de los pobladores nativos de esta región comienzan a buscar la salida, de nuevo como si fueran en marcha marcial, pero ya sin el chasquido de sus sandalias que cuelgan de sus hombros.

Pero el líder de la Iglesia Católica omitió algo:
-Por favor les pido: no se olviden de rezar por mí.

Esta ciudad, el epicentro del indigenismo en México, parece que no lo olvidará.