El espectáculo de la Política… y viceversa

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El espectáculo de la Política… y viceversa

Fotos: Especial
Quizá lo peor es que, al final, parece que son las figuras públicas, artistas y deportistas, quienes le dan seriedad a los cargos de elección popular...

En una escena de la película de ciencia ficción Volver al Futuro, en 1955 el “Doc” Emmett Brown ve un video casero grabado por Marty McFly, y comprende el comentario de su amigo del futuro.

“¡Por eso en 1985 el Presidente [de EU] es un actor [Ronald Reagan], porque tiene que lucir bien en la pantalla!”, exclama con el mismo entusiasmo con el que Arquímedes debió gritar ‘¡eureka!’.

Y no le faltaba razón al científico que montó su máquina del tiempo en un lujoso auto DeLorean:  desde mediados del siglo 20 la televisión es un aspecto determinante en las campañas políticas.

Es bien conocida la historia sobre el impacto que tuvo en el electorado estadounidense el primer debate presidencial televisado, el de John F. Kennedy frente Richard Nixon.

El republicano era un político más experimentado y conocido que el joven senador demócrata, así que no se esperaba que Kennedy saliera bien librado. Pero la televisión, caprichosa, hizo lo suyo.

En radio, la voz de Nixon era más confiable y madura que su contrincante, pero en la TV blanco y negro JFK lució pulcro y sano. Las luces de estudio hicieron sudar al republicano; parecía enfermo.

El color de los trajes escogidos por los candidatos para el debate televisado, fue capitalizado también por el demócrata, a quien los colores claros le favorecieron, contrario a Nixon.

Hoy en día, el diseño de imagen de los candidatos para el cargo que sea, en cualquier lugar del planeta, es indispensable, igual que la presencia de expertos en los ‘war room’ de cada campaña. 

No se trata de disfrazar a los políticos profesionales como estrellas de cine, cantantes de moda o ídolos del deporte, aunque sí se busca que los contendientes sean atractivos para los votantes.

Destacar el aspecto agradable de la gente en campaña no se refiere sólo a cortarse el cabello, maquillarse y vestir adecuadamente, también debe mejorar su comunicación y actividad pública.

Asimismo, se determinan y pulen los mensajes que deben enviarse a los electores, de acuerdo a grupos de edad, de educación, de intereses comunes y, por supuesto, temas coyunturales.

Al considerar lo anterior, no extraña que personas ya entrenadas en esta clase de actividades, decidan, o sean invitadas, a participar activamente en la política de su ciudad, estado o país.

Antes de llegar a la Presidencia de Estados Unidos, Ronald Reagan fue gobernador de California y, sí, capitalizó su experiencia actoral, pero como líder político se rodeó de especialistas.

A los funcionarios de mayor confianza, Reagan les dio el espacio que requerían para cumplir sus tareas, pero entendiendo siempre un principio gerencial: se delega autoridad, no responsabilidad. 

Foto: Cortesía

DISEÑO DE IMAGEN EN MÉXICO

Pero en México también hay ejemplos de famosos que se bajan del escenario o salen de las canchas, en busca de curules, escaños o de oficinas gubernamentales.

La fama es un activo que personalidades públicas capitalizan, aún sin buscarlo. El nombre de Mario Moreno “Cantinflas” apareció por años en las boletas de votantes inconformes con los candidatos.

Pero, desde luego que no son pocas las personalidades cuya vocación artística no está reñida con su interés por participar en la cosa pública. Los resultados de su trabajo político son variables.

En la Cámara de Diputados, Julio Alemán y Silvia Pinal fueron incluidos en la bancada del PRI en la década de los 90, cuando ambos fueron líderes del gremio de actores.

Las crónicas parlamentarias no recogen alguna participación excepcional de los actores-diputados del partido tricolor y no son pocos los críticos de la presencia de personalidades así en la Política.

La actriz torreonense Carmen Salinas es la famosa que más recientemente llegó a San Lázaro, pero su carrera política quedó marcada por una foto que la captó durmiendo en su curul.

Más activos fueron los perredistas María Rojo en el Senado, y Carlos Bracho, como candidato a Gobernador del Estado de México.

Rojo coordinó la Comisión de Cultura en San Lázaro e impulsó reformas a la Ley de Cinematografía, para incrementar los apoyos a la industria. Hoy es candidata de Morena al Ayuntamiento de Coyoacán.

En Monterrey, Judith Grace, la primera Señorita México regiomontana, después de ser conductora de televisión y actriz, fue aspirante a Senadora y a Alcaldesa de Monterrey, por el PT.

Patricio “El Pato” Zambrano, integrante de la primera generación de Big Brother, contendió sin éxito por el mismo partido también para gobernar Monterrey.

El regiomontano es recordado porque entabló amistad con “La Tigresa” Irma Serrano, actriz, cantante y primera legisladora de oposición en el Senado, como representante de Chiapas.

El próximo 1 de julio aparecerán en las papeletas electorales los nombres del cantante y productor Sergio Mayer, candidato de Morena a diputado federal.

También la actriz María Elena Saldaña “La Güereja”, busca ser diputada por Nueva Alianza. Como el comediante Ausencio Cruz, tratará de serlo con el Partido Acción Nacional.

El extimbiriche Eduardo Capetillo quiere ser Alcalde de Ocoyoacac, en el Estado de México, y contenderá abanderado por el PRI.

La cantante Rocío Banquells quiere ser diputada para buscar soluciones a temas como maltrato animal y la movilidad en las calles. Lily Téllez, experiodista de TV Azteca, también es morenista.

Un caso ya muy conocido –y controvertido- es el del futbolista Cuauhtémoc Blanco, actual alcalde de Cuernavaca y que correrá para hacerse de la gubernatura de Morelos bajo las siglas de Morena.

Ante estas personalidades la reacción pública no es única. ¿Pueden ser peores que otros políticos?