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El elefante
“Necesitamos una conversación honesta” sobre el impacto que la electrificación de autos tendrá para los puestos de trabajo en la industria automotriz en su conjunto. “Todo mundo sabe que se necesitan más horas de trabajo para fabricar y ensamblar un vehículo con motor de combustión que uno eléctrico”. El impacto a la planta laboral “debe manejarse en una forma socialmente responsable”. Estos son comentarios del director general mundial de Mercedes Benz y Daimler, empresa alemana líder en la fabricación de automóviles y camiones. Hay que reconocer al señor Ola Källenius por atreverse a hablar del elefante en la habitación, un elefante que muchos líderes, en todos los niveles, han decidido ignorar porque no es popular siquiera poner en duda que todo lo que tiene que ver con petróleo es nocivo. Por su parte, Joerg Hofmann, presidente de uno de los sindicatos más influyentes de Alemania, estima que Alemania podría perder alrededor de 100 mil puestos de trabajo para 2025 si la migración a vehículos eléctricos continúa como va.
De pronto se volvió socialmente responsable (y electoralmente rentable) definir al motor de combustión interna como lo peor que le pudo pasar al mundo y a las soluciones eléctricas como la salvación del universo. La realidad es que la verdad se encuentra entre ambos polos. Ni el motor de combustión es tan malo como lo pintan algunos ambientalistas, ni los autos eléctricos son tan limpios (o eficientes) como nos quieren hacer creer sus fabricantes y promotores. La opinión pública se encuentra avasallada por campañas mediáticas (privadas y públicas) en las que siquiera preguntar sobre los beneficios reales de los vehículos eléctricos es socialmente irresponsable. Es común ver a familiares, amigos y conocidos opinar en México sobre las energías renovables, los vehículos eléctricos, sobre lo malo que es el petróleo con una postura generalmente romántica y binaria sobre el tema. Así como están dispuestos a cerrar, sin entender costos e impactos, todo Pemex y plantas de la CFE (por sucias) o a condenar a regiones mineras enteras a la miseria porque viven sobre carbón, también sueñan con comprarse un auto eléctrico sin saber que ese cambio que viene muy probablemente impactará a su ciudad e incluso a su propio empleo. No se dan cuenta, o no queremos siquiera pensar, en la ola tipo tsunami que arrasaría con ecosistemas de negocios enteros en nuestro País del que dependen millones de empleos de todos niveles. Después de todo, México se pudo colocar como potencia en fabricación de autopartes y autos. Ese es el verdadero elefante en la habitación del que pocos quieren hablar pero que, gracias a declaraciones como las de Källenius y Hofmann, será momento de ponerlo sobre la mesa, sacar papel, lápiz y calculadora para balancear el ímpetu innovador con los saldos reales que la inevitable innovación traerá para los mexicanos. Después de todo, hay un par de cifras que dan una idea de lo radical que será el cambio: 2 mil vs. 20. En un motor de combustión tradicional hay alrededor de 2 mil piezas movibles comparado con sólo 20 en el tren motriz de un vehículo eléctrico. Tenemos que reconocer que el elefante está no sólo en la habitación, sino sobre la mesa y empezar a revisar cada ángulo y ver cómo coexistir dentro de la habitación con ese elefante que se mueve más rápido de lo que pensamos.
Saltillo y Ramos Arizpe aplaudieron con entusiasmo el reciente anuncio de inversión por mil millones de dólares que General Motors planea para su planta de Ramos y que incluye la reconversión de su planta para poder fabricar vehículos eléctricos tan pronto como en 2023. Esa es sin duda una buena noticia, ya que esa inversión se pudo hacer en cualquier otro lado, pero al mismo tiempo implica que los 5 mil 600 empleados de esa planta que hoy fabrica vehículos con motor de combustión, motores y transmisiones, así como el ecosistema de proveeduría de la región estarán en la balanza conforme empiece a cambiar la mezcla de productos de la armadora. Da la impresión de que los humanos, y los mexicanos en particular, a veces le aplaudimos (o votamos por él) al meteorito que viene en nuestra dirección (o al elefante que nos puede aplastar). Hay que estar conscientes de que este meteorito viene en camino y eventualmente aterrizará dejando todo tipo de secuelas a su alrededor. Si bien no se puede evitar el impacto, es importante que revisemos de qué forma podemos estar mejor preparados para su llegada y los efectos directos e indirectos que tendrá.