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El Doctor Dorbecker
Su nombre era Ricardo Rodríguez Dorbecker, aunque entre los estudiantes de la Facultad lo conocíamos como el Dr. Dorbecker.
Fue mi profesor de la materia de Introducción a la Economía en mi primer semestre. Debo reconocer que dicha asignatura no aclaró del todo mis dudas que tenía por estudiar esa carrera. Era difícil que una materia apenas de primer semestre convenciera a un joven de 17 años que se había dejado llevar por la efervescencia de que muchos de los políticos más destacados de esa época eran economistas.
Las cosas cambiarían cuando tuve la suerte que el Dr. Dorbecker me impartiera más adelante los cursos de Macroeconomía. La explicación en gráficas, como el propio razonamiento que nos transmitía, acerca de cómo las políticas fiscales y monetarias alteraban el nivel de producción, consumo, empleo e inversión fueron capturando mi atención en clases y empezaba a convencerme que definitivamente había elegido la carrera correcta.
En la segunda mitad de mis estudios de licenciatura, conté con la fortuna que ese gran maestro me impartiera los cursos de Economía Internacional. Si con las clases de Macroeconomía logró hacer que me convenciera de mi elección, con estos cursos consiguió que me apasionara en la Economía.
Siempre con una personalidad tranquila y serena, transmitía una gran seguridad en sus cátedras. No era el docente cuya pasión por la enseñanza la canalizaba a través de emociones y modulación en el tono de voz. No era necesario eso. Bastaba con escuchar sus cátedras cargadas de conocimiento y vasta experiencia que nos compartía de su paso como economista en administraciones públicas federales.
Pero la contribución del Dr. Dorbecker a mi formación no paró ahí. En un programa que en ese entonces se implementaba en la Facultad de Economía de la UAdeC, algunos estudiantes de los últimos semestres fungían como maestros adjuntos del titular de la materia. Cuando me invitaron al proyecto, desde luego no lo pensé dos veces. Escogí la materia de Economía Internacional a su cargo.
Una hora a la semana me permitió pararme frente a grupo a explicar algún tema propio del programa del curso. Seguro que en más de una vez el Dr. Dorbecker tuvo que entrar al quite en la clase siguiente para rectificar o aclarar algo que en un chavo de apenas 21 años no pudo transmitir correctamente. No cabe duda que ese fue el inicio por otra de mis pasiones: la docencia.
No sé si el Dr. Dorbecker tuvo idea del impacto que me causó. O quizás siempre lo supo, como igualmente también se percató de ese mismo cambio que ejerció en otros tantos alumnos que pasaron por su aula.
Ojalá algún día también pudiera generar ese impacto y transmitir esa pasión por la Economía hacia mis alumnos. Sería cuestión de justicia elemental, que ellos tengan la misma suerte que yo tuve de aprenderle a un maestro como él.
Hasta pronto Maestro, gracias por todo. Descanse en paz