El día que Uber llegó a Saltillo

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El día que Uber llegó a Saltillo

Uber ha encontrado oposición incluso en ciudades del primer mundo, en donde se ha utilizado hasta la violencia para impedir este servicio de transporte

He visto a mi ciudad ser traicionada por los mismos que juraron hacer lo mejor para ella y sus habitantes.

         Unos por corruptos, otros por pusilánimes, al final pasó que se desalentó la creación de un transporte colectivo, limpio y ordenado para favorecer en cambio el egoísta, absurdo y retrógrado culto al automóvil.

         Nuestras perspectivas se reducen hoy a tener coche propio, a un costo altísimo de adquisición y mantenimiento, y padecer la perenne insuficiencia de la infraestructura vial o bien, optar por alguna de las opciones del transporte público para sufrirlo desde que despertamos porque ya sabemos lo que el día nos depara.

         El haber llegado a este punto se explica muy fácilmente: Los gobiernos demagógicos alimentan la noción-ilusión de que poseer auto propio es sinónimo de prosperidad y patrimonio, así sea el vehículo una auténtica chatarra que por mero pudor ecológico debería estar oxidándose en el corralón desde mucho tiempo atrás.

         De tal suerte que pronto enfrentamos un desmesurado parque vehicular, conformado en gran medida por tartanas a las que hay que procurarles cinta asfáltica y lugares de estacionamiento, lo mismo que cederles nuestro aire respirable, los espacios para caminar, etcétera.

         No hay problema, pues si algo les encanta a nuestros gobiernos es construir obra vial, ya que la presumen siempre como un logro de estadista, es palpable (a diferencia de las políticas en transparencia y rendición de cuentas) y se presta siempre para hacer redituables negocios en los que todos los involucrados  se llevan una buena tajada a cambio de levantar obra civil de cuarta.

         ¡Cómo no van a amar nuestros políticos y desgobernantes la proliferación indiscriminada de coches! Si a ello le deben gran parte de su imperio y riqueza.

         Y en lo que respecta al transporte público (que podría elevar increíblemente nuestra calidad de vida, incluyendo la de aquellos que no lo utilicen), no ha habido administración capaz de modernizarlo porque, o le teme al gremio de concesionarios o descubre que es más redituable darle a éste lo que pida a cambio de no ocasionarle problemas como una huelga, un paro o un bloqueo; y si además de ello encuentra en dicho gremio un aliado político, veremos cómo es perfectamente lógico que el transporte público sea peligroso, caro, ineficaz, feo, ruidoso, sucio, indigno y pinche.

         Tener un sistema de transporte de primer orden no sería un delirio inalcanzable si se invirtiera en éste todo el recurso que se inyecta a la infraestructura vial que sólo beneficia a un segmento de la población y que nunca dará abasto a un parque vehicular en constante crecimiento. Pero entendámoslo: mientras los dinosaurios nos gobiernen, nada de extraño tendrá que estemos regidos por esquemas antediluvianos.

         Espero no equivocarme (y vaya que me da miedo cantar victoria antes de tiempo), pero hoy podría ser un día venturoso para Saltillo.

         En este regocijo no hay nada que se pueda adjudicar ninguna autoridad, ningún alcalde, ningún Gobernador o ningún legislador por ningún partido. Obedece simple y llanamente al pensamiento progresista asociado a las garantías individuales y las nuevas tecnologías.

         Hablamos de la llegada del sistema de transporte Uber a Saltillo, acontecimiento que a mí, sufrido y cautivo mártir de los ruleteros, me embarga casi hasta las lágrimas casi como el final de Remi.

         Si usted aún no está familiarizado con el concepto o la mecánica del servicio de Uber, busque información al respecto o alguien con el tiempo y la paciencia que le saque de dudas, porque en verdad es importante que conozca sus ventajas y les saque todo el beneficio posible.

         He podido constatar todo lo que Uber presume ser utilizándolo en otras ciudades, y es en efecto más barato, más limpio y más seguro que un taxi, pero lo mejor es que estos atributos no están condicionados geográficamente, sino que son una constante en todo el mundo donde se ofrece este servicio.

         Y así, mientras los taxis tradicionales se dan su maña para robarnos unos pesos más por subirnos a sus hediondas chalupas con llantas, Uber tiene un sistema de puntos y recompensas que hará que muchos de los viajes que realice con este servicio, incluyendo el primero que haga como usuario acreditado, sean gratis. ¡Sí, completamente gratis! Aunque suene a infomercial, le garantizo por escrito lo que estoy diciendo.

         Apenas el viernes pude volver a utilizar Uber, esta vez para un trayecto estimado en siete dólares y no pague ni un centavo, ni siquiera de propina.

         Pero, ahora que Uber llega a Saltillo, ¿qué papel juega la autoridad en todo esto? ¿Qué es lo que al Gobierno le corresponde hacer?

         ¡Absolutamente nada! De hecho, lo deseable es que se mantenga al margen, ya que el servicio Uber se funda en el principio de libre transacción y prestación de servicios entre particulares, una prerrogativa de ciudadanos libres.

         Sin embargo, Uber ha encontrado oposición incluso en ciudades del llamado Primer Mundo, como la Ciudad Luz, en donde Le Syndicat des les Chauffers ha empleado todos los medios a su alcance, incluyendo la violencia, para impedir que la pobre gente de París pueda hacer uso de transporte competente.  Así que ya podemos anticipar lo que en la saraperópolis nos espera. Anticipo la más enconada oposición de nuestros chafiretes azuzados por las mafias del transporte y los intereses políticos.

         Pocas veces la vida nos presenta una situación tan diáfana, pero es así de simple: cualquiera que se oponga a Uber, así sea concesionario, autoridad o particular, es un troglodita, así que hágalo callar y mándelo al neolítico que es a donde pertenece. Usted merece ser transportado por la ciudad con decoro y es su derecho elegir quién le prestará este servicio. ¡Defiéndalo!

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