El día que AMLO dio un resultado positivo

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El día que AMLO dio un resultado positivo

¡Chngdmdr! ¡Lo que nos faltaba!: Habiendo tantas cosas importantes que discutir, como la próxima pelea de King Kong vs Godzilla, tenemos que estar alegando ahora por la salud del Presidente a raíz de su presunto contagio de COVID (que en buen macuspano se pronuncia “coví”)  

Y es que no es opcional. Es imposible que el pueblo de México se sustraiga de este hecho, por varias razones, siendo la principal que en pleno siglo 21 no podemos superar nuestro presidencialismo codependiente.

No existe en nuestro País figura de mayor peso, relevancia e impacto social que aquel que calienta con sus nalgas la Silla Presidencial. Quizás ello le parezca lógico y hasta una obviedad, pero créame, hay universos paralelos en donde los burócratas no son la piedra angular de la sociedad, sino funcionarios más bien discretos y sin tanto “fandom”, por lo que la discusión pública se puede dirigir hacia asuntos más importantes.

Ahora bien, como ya se ha dicho hasta el hartazgo, AMLO nos tiene sumidos en el más irreconciliable encono, entre sus hordas de incondicionales y sus iracundos detractores. Habiendo arribado al poder con una votación sin parangón, desperdició una oportunidad de oro, inédita en la historia de México de llamar a la unidad nacional. Ha preferido en cambio, alimentar las rencillas y avivar la animadversión cada maldito día desde su tele-revista matutina. Por eso ahora que anuncia su positivo en COVID, la mitad de los mexicanos tiene encendida una veladora por su pronta recuperación y, de la mitad restante, el que no está haciendo chistes en redes sociales (¡culpable, su Señoría!), está de plano incrédulo, muy renuente a creer que el COVID esté tratando con tal benevolencia a un individuo con un historial clínico tan comprometido (sobrepeso, padecimientos cardiacos); así que ya se huelen en todo esto una caja china para enfrascarnos en especulaciones baladíes y no reparar en asuntos críticos, o bien, en la ausencia de asuntos importantes en la agenda del Gobierno Federal. Los distractores son la especialidad de la casa. Ya sabe: Un día López rifa un avión, al otro adopta a Evo Morales sin pedirle permiso a doña Betty; al siguiente larga disparates ante la ONU, o declara cualquier chusquería sobre un tema de suma importancia, etcétera.

El contagio de AMLO viene a completar una triada largamente anticipada: La de los tres presidentes más cabezones, irresponsables, anticientíficos, reacios y socarrones ante la pandemia mundial. Esta santísima trinidad de la imprudencia la conformaron en su momento, Jair Messias Bolsonaro, Presidente de Brasil; Donald J. Trump, ex Presidente de EU pero mandatario vitalicio en el corazón de la gente más pendeja del planeta; y, de Macuspana para el mundo, el Rey Lagarto, su pejestad, Andrés Primero, -Manuel después- López el Obrador de Milagros.

En sendas y respectivas naciones, la pandemia pasó de emergencia a catástrofe, en gran medida por la displicencia con que asumieron de origen el problema, mismo que minimizaron al igual que su impacto socioeconómico. Eventualmente, estos mandatarios dieron un sospechoso y muy oportuno positivo de COVID, con síntomas muy leves en cada caso, a pesar de que el estado físico de los tres es lo que en medicina se conoce como “piltrafa humana”. Pero ni modo, no todos pueden tener un torso como Vladimir Putin.

Así que la actitud en general, de ambos tres (aunque por ahora el que nos concierne es AMLO), vuelve muy criticable que hayan contraído una enfermedad potencialmente mortal, siendo que los protocolos para evitar el contagio están clarísimos; tienen personal y recursos como para garantizarse condiciones de asepsia más que óptimas y, en su calidad de jefes de estado estaban obligados a ser especialmente cuidadosos con su persona, pues ésta -nos guste o no- guarda algo más grande e importante que ellos mismos. Pero pareciera que lo ignorasen. Por lo mismo, porque un gobierno acéfalo es un escenario de lo más indeseable en cualquier caso, AMLO debería estar entre los primeros inmunizados con alguna vacuna, en vez de hacer nuevo alarde de populismo asegurando que “esperará su turno” como si de cualquier viejito paletero se tratara. Supongo que le seduce mucho más la posibilidad de hacerse el mártir a la vista de su pueblo bueno, que la de asegurar su salud para poder trabajar. 

Y a propósito, no vayan a salir los “amlovers” con que el profeta de su secta se contagió por estar trabajando en el mejor interés de la Nación, pues la presencia del Ejecutivo es rara vez esencial, sólo se necesitan sus decisiones y sus órdenes y éstas se pueden dar a distancia. Hoy en día como nunca es tecnológicamente factible y la situación vuelve imperiosamente necesario que así sea. Pero si se monta en su macho y se va de gira porque en vez de gobernar prefiere hacer proselitismo, el bicho se lo ganó a pulso en todo caso.

Las redes, como era de esperar, estallaron en comentarios mordaces, chistes, memes y toda clase de ironías en referencia a la salud del mandatario.

Pero el chiste más cruel imaginable no es lesivo en absoluto, no lastima a nadie, ni menoscaba las expectativas de vida de ninguna persona.

Ni la broma más cáustica, ni siquiera los peores y más viscerales deseos expresados en las redes (que también hay mucho estúpido que así hace catarsis) comprometen la eventual recuperación de nuestro Presidente.

En cambio, las acciones populistas, la desestimación de la gravedad de la pandemia, el tiempo perdido, el ejemplo irresponsable y, sobre todo, las omisiones de nuestro mandatario sí cuestan y siguen costando vidas.

Injusto sería desde luego cargarle a AMLO todos los decesos relacionados con el COVID, pero, ¿cuántos de estos se habrían evitado de haber asumido oportunamente este reto con toda la seriedad que entrañaba? Nunca, nunca lo sabremos, pero la Historia y su conciencia le han de pasar factura.