El día después de las elecciones
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El día después de las elecciones
México va a amanecer con presidente, senadores, diputados y alcaldes nuevos.
El país no va a cambiar de un día para otro, su rumbo va a girar algunos grados y, como sucede con los aviones, ese giro a la larga lo llevará a un destino diferente, según lo decida el piloto que elija parte de la población. Un destino que puede ser mejor o peor que otro.
México está mal y sí, puede estar mucho peor, creo que aún no tocamos fondo. “La democratización llevó a compartir la corrupción con los otros partidos políticos”.
Algunos celebrarán, de manera prematura, el triunfo de su candidato, más temprano que tarde va a decepcionar. A lo mejor ocurre que los electores ejerzan un voto diferenciado: Poder Ejecutivo de un partido y legisladores de otro partido, un equilibrio de poderes.
Otros votan por todos los candidatos de un solo partido, estos últimos argumentan que no se avanza cuando el Legislativo impide que el Ejecutivo actué; es un efecto colateral de la democracia, creo que es más riesgoso que un solo partido controle el Legislativo y Ejecutivo.
Ni el día después de las elecciones, ni tiempo después: la corrupción no desaparecerá por arte de magia, ni por ósmosis o decreto alguno, ni cortando manos, en el mejor de los casos es probable las cosas sigan igual.
Lo malo es que casi siempre no pasa el mejor escenario, la corrupción está enquistada en el Gobierno, en la empresa, en complicidad con la ciudadanía.
Dicen los abogados técnicos y honestos, que en este país no se puede litigar; los jueces interpretan la ley a $u conveniencia.
“Una burocracia muy corrupta engrosa sus bolsillos a costa de las arcas de la administración para la que trabaja”, no hay controles, no hay medición, rendición de cuentas.
En el país el Estado es corrupto y además incompetente. “Muchos de los recursos mal habidos por quienes gobiernan el país pasan por las cuentas bancarias de los funcionarios corruptos, sus prestanombres, familiares o empresas fantasma, cuentas que vigila el SAT y no actúa en contra de esos “empresarios” que surgen cada sexenio….
Las lealtades políticas suelen estar por encima de las responsabilidades del funcionario de hacer cumplir la ley.
En México todo se puede comprar: votos clientelares, contratos públicos, información de licitaciones, impunidad, jueces, errores en expedientes para quedar libre o no pisar la cárcel, amparos, como no hay servicio de carrera, todo ejercicio de gasto público se ve como una oportunidad para enriquecerse al llegar a un cargo.
No hay meritocracia ni pago por competencias técnicas, conocimiento o capacidad: puro amiguismo.
Dice también Carlos Mayer que “la izquierda de América Latina quiere estados más grandes para promover una justicia social basada en el reparto discrecional de los recursos y ampliar los derechos sindicales de los “trabajadores” que no trabajan, lo que hace que el Estado crezca y se haga más incompetente”.
Hay que votar, elegir al que crea que es el menor de los males, pero sobre todo exigir que cumpla sus promesas.
Nos van a decepcionar de nuevo, no debemos estar esperanzados a que el país va a cambiar en automático, tenemos que cambiar primero nosotros. Combatir y señalar la corrupción que hunde al país, debemos cuidar que el país no quede enfrentado y se genere una lucha de clases, como se ha vislumbrado.